domingo, 23 de octubre de 2011

H. GABRIEL (Bernardo) SAIZ GUTIÉRREZ

"A día 23 de julio de 1896, Yo, D. Simón Porras Izquierdo, Cura Párroco de la Parroquia de Santa Eulalia de Melgosa de Burgos bauticé a un niño que puse por nombre Bernardo, hijo de D. Martín Saiz González, y Dª. Casilda Gutiérrez Olmo, naturales de Melgosa de Burgos; que dicho niño había nacido en la casa habitación de sus padres ese mismo día veintitrés a las dos de la mañana". (Cf. Libro de Bautismos de la Parroquia de Santa Eulalia de Melgosa  de Burgos, nº 1, fol. 86 vto., y Registro Civil del Valle de las Navas en Rioseras (Burgos), Sección 1ª, Tomo 5, Folio 29)

Cuando Bernardo tenía poco más de un año Bernardo recibió el don del Espíritu a través del Sacramento de la Confirmación que le administró el Arzobispo de Burgos Fr. Gregorio María Aguirre el 21 de octubre de mil ochocientos noventa y en su mismo pueblo.
Iniciado y la piedad y aprendiendo a leer, escribir y las cuatro reglas aritméticas, como El resto de niños de su pueblo, comenzó a ayudar en su casa con las tareas agrícolas. Pero algo había en Bernardo que lo hacía distinto a los demás; algo que le había pasado: desde que hizo la 1ª comunión sintió como una llamada, una inclinación al estado religioso.

Cuando tenía doce años, hacia 1908, predicó la Misión en su pueblo el Redentorista P. Vicente Palacios. Alentado por el misionero, Bernardo quiso acompañarlo al espino donde los Redentoristas tenían el Jovenado, pero chocó con la resistencia de sus padres, que preferían tenerlo cerca contribuyendo al sostenimiento familiar. Tras la decepción, continuó en el pueblo trabajando la tierra de sus padres, puso un mayor interés el cultivo de su vida interior y de piedad y continuó creciendo en su corazón los deseos de abrazar la vida religiosa. Así nos lo relata él:
“a la edad de doce años que estuvo el R.P. Palacios ya me gustaba mucho el oír todas aquellas tan admirables palabras y buenos ejemplos, pero como que en aquella edad no se conocen las cosas ni se reconoce uno de ello, así iba uno pasando una temporada hasta que vino un día que yo se lo dije a los padres, pues yo esta idea tengo, a lo que ellos me contestaron eso no puede ser así, tu hermana se ha marchado y tu también, eso sí que no lo verás por ahora, más adelante ya veremos; tienes que aguardar unos años más. Se pasaban los años y volvía yo a repetírselo y entonces como las madres ya se sabe lo que son que quieren perder la vida antes que dejar salir de casa a un hijo, así es que yo me quedaba en punto suspensivo, a lo que yo les decía pues no voy a estar aquí toda la vida con ustedes, pues día tiene que venir que les tengo que dejar” (Curriculum vitae, pp. 1-2).
Con el paso del tiempo no desapareció el deseo en él de consagrarse a Dios, sino todo lo contrario: se pasaba los domingos en casa leyendo o rezando. Cuando se juntaba con otros jóvenes, como no participaba en algunas de sus diversiones, comenzaron a llamarle “el fraile”. Comenzó a llevar una vida solitaria, casi eremítica. Pero su padre seguía manteniendo su oposición: “ hasta que tu hermano vuelva del servicio no hay que pensar en el convento”. Pero, la sentencia del padre escondía su trampa: cuando volviera su hermano, tendría que ir él al servicio. Comenzó entonces a pedir a la Virgen del Perpetuo Socorro que arreglara el asunto de su vocación.
“Ya que no podía sacar nada de ellos [mis padres] y me hicieron poner en una edad avanzada que ya no podía ser para estudiar, yo decidí entrar a la Congregación aunque sea para hermano; …  siempre con los mismos deseos yo pedía a la Virgen del Perpetuo Socorro que si me convenía que me diera fuerza y buena voluntad para conseguirlo” (Curriculum, pp. 3-4).
La situación tensa en la que estaba viviendo le hizo no sólo chocar con sus padres, sino con sus amigos; desde aquí se dijo ”si quiero amar a Dios tengo que dejar el mundo [entrar en la vida religiosa] cuanto antes porque es imposible el amor a las dos cosas; además varias veces me ponía delante de la imagen del Perpetuo Socorro y le decía que me sacara del mundo porque aquello era imposible para mi porque me gustaba más el estar recogido en casa rezando o leyendo algún libro espiritual que todo aquello que era de paso” (Curriculum, p. 4). Perdió el interés por las propiedades y el patrimonio familiar, centrando su corazón en el único objetivo que le motivaba: entrar en la vida religiosa. La cosa se complicó con la muerte de su madre, la única que le apoyaba en su determinación. Su padre comenzó a chantajearlo afectivamente: “pero hijo vas a dejar así a tu Padre de esta manera, pues ya puedes aguardar tres años más hasta que tu hermano venga, pues yendo para hermano a la Congregación igual te da” (Curriculum, p. 8).

Continuó rezando a la Virgen, pidiéndole “que si me convenía ir  a la Congregación que no me tocara; y si no me toca yo hago voto en este momento de ir al Convento tan pronto como mi hermano concluya del servicio”. Llegó el día del sorteo y Bernardo quedó excedente de cupo. Fue entonces cuando una hermana de Bernardo que vivía en Vitoria se acercó al Espino, donde se entrevistó con el R.P. Bernardo Fernández, director de El Espino, para desbrozar el camino.  En mayo de 1919 entra en El Espino (Burgos) como postulante.

Vida en la Congregación del Santísimo Redentor
Después de seis meses, el 24 de septiembre del mismo año el tren le llevará a la Casa de Nava del Rey (Valladolid). Allí, comenzó el Noviciado vistiendo el hábito redentorista el 12 de noviembre de 1919;  fue su Maestro el P. Rafael Cavero.  El 13 de noviembre de 1920 pudo hacer su profesión religiosa, adoptando el nombre de H. Gabriel. Éste es el juicio que mereció su conducta en el noviciado: “Muy humilde, apocado y pusilánime, respetuoso, abnegado, de mucha conciencia y de confianza, piadoso, mortificado, serio, amante de la perfección, obediente y servicial". Sirvió al Evangelio desde el silencio de la cocina de cada comunidad donde estuvo. Después de profesar quedó adscrito a la comunidad de Nava del Rey. En 1922 lo encontramos en la de Pamplona (Navarra). En 1923 regresa a Nava del Rey donde realiza el Segundo Noviciado que termina con su Profesión Perpetua el 25 de marzo de 1924. Desde abril de ese año es adscrito a la comunidad de San Miguel de Madrid. Allí permanece hasta 1936, el que el Señor le llamará a su lado en la tarde del 20 de julio. Durante una temporada estuvo perfeccionando sus artes culinarias en el palacio de la Nunciatura con las religiosas del Santísimo Oblatas Redentor, encargadas entonces de los servicios de la Nunciatura.
Cuantos le conocieron comienzan y no acaban el elogio de sus virtudes: “Era piadoso y trabajador; no recuerdo que se negara nunca a prestar ayuda a los demás; se le veía con frecuencia hacer visitas al Santísimo. Era hombre de corazón sensible, lo cual le hacía sufrir no poco cuando tenía algún roce con alguno y no descansaba hasta que no lograba hacer desaparecer el disgusto y más de una vez pidió perdón de rodillas por si en algo había faltado.”
Estaba preparado para el martirio y la posibilidad de serlo no era ajena a sus cálculos. Horas antes de su muerte salió, ya de paisano, para llevar ciertas cosillas de uso doméstico a casa de Dª Petra Muñoz, la cual recuerda que estaba el buen religioso tan cercano, tranquilo y desprendido de todo, que le dijo al despedirse: “estoy tan preparado que no me perturbará si me cogiesen ahora mismo y me pegasen cuatro tiros, y hasta me alegraría”

Cuando estalló la Revolución no salió del convento hasta el 20 de julio. El mismo día de su salida fue sorprendido por un grupo de milicianos en la calle, delante de la Basílica de San Miguel, junto con los Padres Crescencio Ortiz y Ángel Martínez Miquélez, corriendo los tres la misma suerte (Cf. Registro Civil de Madrid, Sección 3ª, Tomo 171-9, folio 278 vto., nº 798). Llevado al Círculo Socialista de La Latina, en el nº 2, 2ºD de la cercana calle del Rollo, después fue visto detenido en el interior de un coche que bajaba la calle Segovia en dirección de la Casa de Campo. En esta finca de recreo hubo esa tarde fusilamientos, entre los cuales creemos que figuraba el H. Gabriel y sus compañeros. Estos fueron llevados e inhumados en el Cementerio General, donde se le tomó una fotografía al cadáver y fue inhumado como persona desconocida. Tenía cuarenta años cuando Dios le coronó con el martirio.

ORACIÓN
PARA USO PRIBADO

Señor, que concediste a tu Siervo Gabriel además de la palma del martirio la gracia de la humildad y la sencillez, te pedimos por su intercesión crecer en humildad para encontrar en ti nuestra mayor gloria. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

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