Los redentoristas en Cuenca y la persecución sufrida


Convento de la Merced de Huete. Residencia de los Redentoristas
Cuenca es una tierra unida a la cuna de los redentoristas en España. En Huete (Cuenca) estuvo abierta la primera Comunidad estable de Redentoristas en España (1864-1868); allí fue expuesta por primera vez en España la Virgen del Perpetuo Socorro en 1867 y allí realizó la imagen milagrosa un primer milagro. El primer Redentorista que ingresó en la Congregación en España, el P. Pedro López, era natural de Torrejoncillo del Rey (Cuenca) y estaba de párroco en Jabalera (Cuenca). Por estas razones, no nos extraña, que frustrada la primera fundación por la 1ª República, con la nueva expansión de los redentoristas en España, se funde en Cuenca.

En 1896 se establecían los Redentoristas en la Iglesia de San Felipe, a mitad de camino entre la zona alta y antigua de la ciudad, donde se encontraba la Catedral, y la zona nueva. Allí establecieron el culto a la Virgen del Perpetuo Socorro. Se convirtió San Felipe en un centro que irradiaba el Evangelio por toda la ciudad. Además, desde allí se desplegó el celo apostólico redentorista en campañas de misiones por toda la Diócesis de Cuenca y otras vecinas. A esto se unía un culto cuidado, una atención al confesionario esmerada, conferencias, ejercicios espirituales, ejercicios de piedad… San Felipe se convirtió en los 40 años de vida de la comunidad en un centro Evangelizador conocido en toda la Ciudad de Cuenca.

Iglesia de San Felipe. Entrada
La presencia de los redentoristas en la ciudad manchega fue tan significativa, que a la hora de abrir un segundo centro formativo donde poder acoger las numerosas vocaciones que tocaban a sus puertas, se pensó en Cuenca. En 1915 los Redentoristas abrieron un seminario menor en el antiguo Convento dominicano de San Pablo (hoy parador). Y allí tuvieron los seminaristas hasta 1920, en que por no reunir los espacios suficientes para el esparcimiento de los chicos, volvieron a las tierras burgalesas, quedando únicamente la residencia de San Felipe.

Cuando llegó en febrero de 1936, en que la Comunidad comenzó a tener problemas, esta contaba según la Crónica Provincial, con 7 sacerdotes y 4 hermanos. Ya estaban presentes para esa fecha los 6 mártires. Según S. Cirac Estopañán (Martirologio de Cuenca. Crónica diocesana conquense de la época roja, vol. II, Barcelona 1947 pp. 162-177: Cit. Positio super martyrio. Beatificationis seu declarationis martyrii servorum dei Iosephi Xaverii Gorosterratzu et V sociorum. Roma 2001, Congregatio de Causis Sanctorum (Prot. N. 1087), p. 403) destacaba la Iglesia de S. Felipe en aquel momento por “el esplendor del culto, por la mañana y por la tarde; el gran número de fieles que allí acudían, la sólida piedad que allí se fomentaba, la prudente y eficaz dirección espiritual que se recibía; el espíritu sacrificado y celoso de los Religiosos, que recorrían toda la Diócesis, a la menor indicación del Prelado”; esto hizo que fuese un espacio que estaba en el centro de mira. El día 2 de febrero toda la ciudad puso la mirada allí: se celebró el 50 aniversario de su profesión religiosa el H. Clemente López, cuya presencia en Cuenca se perdía en el recuerdo, habiendo quien sostenía lo había visto allí ya al inicio del siglo XX; el Excmo. Sr. Obispo de Cuenca, rodeado de varios sacerdotes de la ciudad, asistió a la ceremonia de la renovación de votos; también de Madrid fueron el P. Provincial, el P. Marceliano Gil y representando a los Hermanos de la Provincia, el H. Aniceto Lizasoain. El día 16 de febrero fueron las elecciones que en Cuenca ganó la CEDA, pero cuyos resultados fueron anulados y convocadas de nuevo para el 3 de mayo siguiente: dos meses y medio con una crecida de la violencia y de la intolerancia.

Convento de San Pablo de Cuenca. Hoy Parador Nacional
El día 1 de mayo Cuenca quedó tomada por los grupos obreros, que tomaron la ciudad, e intentaron expulsar a los Misioneros Paules del Convento de San Pablo. El día 2 de mayo Paules y Redentoristas van a alojarse a casas amigas aconsejados por la guardia civil (Pinchar aquí para leer la crónica del H. Benjamín, un testigo de primera fila).

El 1 de junio de 1936 fueron publicados los nombramientos de superiores para el siguiente trienio, viniendo como superior de los Redentoristas de Cuenca el P. Pedrosa; fueron agregados el P. Eloy Gómez Jorge y el P. Rafael Ferrero, quien no llegó a incorporarse a la Comunidad: en total, el 18 de julio de 1936 se encontraban en la residencia 8 sacerdotes (PP. Agustín Pedrosa, rector, Javier Gorosterratzu, admonitor y ministro, Pedro Romero, Isidro Fernández Posado, Ciriaco Olarte, Julián Pozo, Miguel Goñi y Eloy Gómez Jorge) y 4 hermanos (HH. Clemente López, Marcos Álvarez, Victoriano Calvo y Benjamín López de Murga). El día 20 por la tarde abandonaron la comunidad y se dispersaron. Cada uno vivió su propia odisea. Según S. Cirac Estopañán (Martirologio de Cuenca…) “no es posible formarse una idea de las pérdidas artísticas, religiosas y materiales, causadas en el convento de San Felipe, de Religiosos Redentoristas, en su cripta y en la iglesia principal, que fueron pasto del saqueo, de la destrucción y del incendio. Sin comparación, fue éste el recinto sagrado y la comunidad religiosa que más se atrajo la furia sacrílega, iconoclasta y criminal de los enemigos de Cristo. Dos Padres Redentoristas fueron los primeros mártires que, el día 10 de agosto de 1936, empezaron la blanca y espléndida procesión de los Mártires conquenses; de los ocho Padres de la comunidad, cuatro murieron derramando su sangre en testimonio de la Fe cristiana, además de un Hermano, y otro Padre que murió en la cárcel. La causa de tan satánica persecución contra la iglesia de San Felipe y contra los Religiosos Redentoristas era evidente... Entre las pérdidas más sobresalientes, en la iglesia de San Felipe, debemos enumerar las siguientes: el monumental retablo barroco, y otros varios retablos; buenas pinturas de Francisco Preciado y de Antonio G. Velázquez; la devota imagen tallada del Cristo de la Buena Muerte, y el impresionante grupo de Nuestra Señora de las Angustias, atribuido a Salcillo”. Pongamos unas palabras de cada uno:

Retablo barroco de San Felipe para la novena
- El P. Agustín Pedrosa se acogió a la hospitalidad de Doña Esperanza Molero. De allí se trasladó el Asilo de las Hermanitas donde permaneció hasta que cayó bajo el control de la CNT. Después de salir del asilo se refugió en varias casas particulares, desde donde ejercía el ministerio en algunas familias de confianza. En 1938 el P. José Mª Ibarrola se arregló para llevarlo a Madrid, donde les sorprendió la liberación.

- El P. Javier Gorosterratzu se refugió en casa de Don Elpidio Miranzo, donde estuvo hasta el 28, en que se trasladó al Seminario, donde se encontraba el Sr. Obispo, refugiado y custodiado por la Guardia Civil. Allí estuvo hasta que de allí salió para el martirio en compañía del H. Victoriano.

- El P. Pedro Romero se refugió en el asilo de las Hermanitas. El asilo era una continuación de la vida del convento; él, sin embargo, salía para hacer el bien. En una de estas salidas corrió peligro de perder la vida en manos de los milicianos. En el asilo estuvo hasta agosto de 1937. Este mes se refugió en casa de Doña Bienvenida Herráez, hasta que, denunciado, tuvo que presentarse en el Gobierno Civil a declarar. No sabemos por qué motivo en el Gobierno Civil dieron orden de que fuera incluido en la asistencia social. Algunas personas se ofrecieron a sacarle a algún pueblo de Cuenca. Él se negó. Ingresó en Beneficencia, pero, no pudiendo aguantar las blasfemias, salió de allí y desde entonces los vecinos de Cuenca le vieron como un mendigo que paseaba por las calles su porte de pordiosero. En mayo de 1938 fue a dar con sus huesos en la cárcel, que para él, en aquellas circunstancias, era un beneficio. En la cárcel murió santamente, piadosamente asistido por los compañeros de prisión. Su muerte acaeció el 4 de junio de 1938.

Presbiterio de S. Felipe después de la guerra civil
- El P. Isidro Fernández Posado era de los Padres más conocidos en Cuenca y por lo mismo de los que más peligro corrían. Para salvarlos tuvo el Señor que poner en juego toda su providencia y él toda su cazurrería. Sus andanzas son de antología. Se refugió primero en casa de Don Acisclo Domínguez. Al no sentirse allí seguro, quiso meterse en el seminario, pero olió el peligro y se fue al asilo de las Hermanitas. Cuando tuvo que salir del asilo, burló a los milicianos. Éstos, al verle por la calle, lo tomaron por un mendigo y los llevaron al cuartel. Se escabulló del cuartel y por unas callejas tortuosas llegó a casa de la familia Zanón. Allí estuvo unos meses. No sintiéndose seguro en la ciudad, decidió salir por los pueblos, llegando hasta Huete. Después de recorrer varios pueblos, de nuevo volvió a la capital. Quiso pasarse con una expedición que proyectaba unirse a los nacionales. Sorprendidos por los milicianos, fueron llevados a la checa de la calle Sorni de Valencia y de allí a la cárcel modelo de la Capital del Turia. De nuevo lo devolvieron a Cuenca a la cárcel del convento de las Descalzas. Allí le sorprendió el final de la guerra.

- El P. Ciriaco Olarte y el P. Miguel Goñi corrieron la misma suerte; al salir de casa se refugiaron en la de Don Acisclo Domínguez. De aquí fueron a la de Don Enrique Gómez, de donde fueron sacados por los milicianos el 31 de julio a las nueve de la mañana, después de celebrar misa. Unas horas después eran asesinados cerca de la central eléctrica llamada el Batán.
Comunidad de Cuenca. 1. Romero; 2. Pozo; 3. Marcos; 4. Victoriano

- El P. Julián Pozo abandonó el convento acogiéndose con el H. Victoriano Calvo en casa de las Hermanas Eugenia y Joaquina Muñoz. Cuando los Padres Ciriaco Olarte y Miguel Goñi fueron asesinados el 31 de julio, el Superior, P. Agustín Pedrosa, dio orden de que saliera de allí y fuera a refugiarse en el seminario. De allí salió para el martirio el 9 de agosto en compañía de Don Crisóstomo Escribano, secretario del Obispado. Fue ejecutado el 9 de agosto por la mañana en el hectómetro segundo del kilómetro ocho de la carretera de Cuenca a Tragacete. También su odisea fue breve, pero gloriosa.
H. Clemente

 - El P. Eloy Gómez Jorge, era el más joven de la comunidad, a la que había sido adscrito este mismo año, al terminar el segundo Noviciado. Su juventud e inexperiencia le hicieron jugar una mala pasada.

 - El H. Clemente López, se refugió en el asilo de las Hermanitas. Las Hermanas le recibieron y le atendieron maternalmente y él se dedicó a la vida de oración. Allí siguió hasta que el 20 de diciembre de 1937; murió santamente a causa de las varices gangrenadas.
H. Marcos

 - El H. Marcos Álvarez López se refugió en el asilo de las Hermanitas con el H. Clemente. El 21 de septiembre salió del asilo y marchó a casa de Doña Francisca Echevarría y allí el 26 de noviembre, consecuencia de una pulmonía, falleció de repente. 

- El H. Victoriano Calvo, su primer refugio después de salir de San Felipe fue la casa de las Hermanas Muñoz. De allí salió con el P. Julián Pozo, después del 31 de julio, y se refugió en el seminario. De aquí fue sacado juntamente con el P. Javier Gorosterratzu para ser inmolados en las primeras horas de la madrugada del 10 de agosto.

  - El H. Benjamín López de Murga fue el último en salir de San Felipe. Él fue quien cortó los plomos de la luz y cerró la puerta que habían de abrir los milicianos el 24 de julio. Los primeros días se refugió en casa de uno de los monaguillos de la iglesia de San Felipe, que ofrecía seguro refugio por ser el padre del monaguillo guardia municipal. Estaba cerca del convento y desde allí podía seguir la suerte del convento. Allí estuvo hasta junio del 37, teniendo buen cuidado de no asomarse para nada. De allí pasó a la casa de Doña Eugenia Muñoz hasta que en mayo de 1938, aventurándose a presentarse a las autoridades republicanas, como un evadido de la zona nacional, pidió un fusil para ir al frente. El comandante lo ayudó todo lo que pudo y se evadió a la zona nacional.