sábado, 23 de abril de 2011

Entrevista al P. Sagredo retransmitida por Radio Madrid. 27.02.1952


[La presente entrevista es la tercera de tres que le hicieron al P. Sagredo un locutor de Radio Madrid (25, 26 y 27 de febrero de 1952) al llegar a España después de ser expulsado de China. Lo que de ella nos ha quedado y trascribimos es el guión mecanografiado en 7 folios con un sello en el ángulo superior derecho de la primera página en el que leemos Sociedad española de Radiodifusión / Departamento de radiodifusión. Este material es propiedad de la Sociedad española de Radiodifusión y no puede ser utilizado sin su autorización. Versa sobre la persecución, el cautiverio y las torturas sufridas por el P. Sagredo y el resto de misioneros. Es en esta una de las pocas veces que el P. Sagredo habla de lo sufrido en la cárcel china. Quiero compartirla con todos en este sábado santo, en recuerdo de la Iglesia silenciada y perseguida de cualquier lugar del mundo]

Sociedad española de Radiodifusión A.M.
Emisora: Radio Madrid
Programa: Éxodo de los Misioneros en China
Fecha: 27 de febrero de 1952
Hora: 16,40
Guión: V. Gutiérrez de Miguel
 

LOCUTOR: En este momento señores radioyentes reanudamos la trasmisión de la última de las conversaciones que ha sostenido con el padre Sagredo nuestro colaborador Valentín Gutiérrez de Miguel.

DE MIGUEL: Reverendo padre, hicimos punto en la emisión de ayer a nuestras conversaciones cuando le trasladaban a usted a la prisión de Chengtu ¿qué tal lo pasó en ella?

P. SAGREDO: Pues muy bien. Los sufrimientos físicos, aunque no pequeños eran más tolerables que el sufrimiento moral de los interrogatorios.

DE MIGUEL: ¿En qué consistían los sufrimientos físicos?

P. SAGREDO: Concretamente me tenían encerrado en una habitación mal ventilada y no estaba yo solo, éramos muchos más de los que podíamos movernos en ella. Teníamos que dormir sobre el mismo suelo y por la mañana todo lo que se nos permitía era estar sentados. Algún día que otro nos pasaban un balde de agua y en él teníamos que lavvarnos todos por turno, primero la cara y luego las manos.

DE MIGUEL: ¿Y de comer?

P. SAGREDO: Pues una menguada escudilla de arroz cocido solo en agua dos veces al día y una porción igual de unas hiervas cocidas.

DE MIGUEL: ¿Conserva usted alguna huella de tal tratamiento?

P. SAGREDO: Afortunadamente mi naturaleza bastante quebrantada se ha repuesto por completo. En el tiempo que estuve en la prisión, aunque todo nos estaba prohibido, hubo una cosa que no pudieron evitar que hiciese, rezar, y la oración, consuelo de mi espíritu que no se abatió en ningún momento sostuvo la vida física. Lo único que conservo de los días de prisión es la barba, porque como no podía afeitarme, la tuve que dejar crecer y por gracia especial la conservo en España.

DE MIGUEL: Y el Padre Sagredo, se alisa con su mano su barba que afila el perfil ascético de su faz. Me hablaba usted padre Sagredo de los interrogatorios como su sufrimiento mayor.

P. SAGREDO: Y así era, se sucedían sin interrupción y de una manera tan hipócrita, tan falsa, que unas veces podía inducir a engaño, pero otras excitaban los nervios. Lo que sobre todo pretendían era hacerme firmar un acto de retractación que pudiera valerles a ellos delante del pueblo, y sobre todo, delante de los cristianos. A pesar de todas mis negativas y de haber protestado repetidas veces sobre todo durante dos días seguidos a un documento que ellos escribieron y que quisieron que yo tradujera al francés, me dijeron: “El gobierno chino tiene medios para obligarle”.

DE MIGUEL: Y en vista de su conducta qué actitud adoptaron las autoridades comunistas para tratar de aniquilar su energía moral.

P. SAGREDO: Me cambiaron de cárcel, me metieron en una cárcel incomunicado hasta de los mismos presos y, sin yo saber nada, publicaron como mío en los periódicos el documento, cosa contra la cual yo protesté enérgicamente en carta al Ministro de Asuntos Exteriores de China; [ ] carta que les envié apenas salí de la misión y me enteré del caso. Al mismo tiempo la envié directamente a diversas universidades comunistas para su mejor divulgación.

DE MIGUEL: Este tipo de persecuciones se limitó a usted.

P. SAGREDO: No señor. Por iguales motivos encarcelaron al Padre Campano y, finalmente, lo expulsaron aun antes que a mí, pues en la cárcel contrajo una enfermedad que puso en peligro su vida. Y más o menos de la misma manera han sido tratados la mayor parte de los misioneros.

DE MIGUEL: Pero al final usted fue juzgado…

P. SAGREDO: Sí, cuando se cansaron y vieron que era inútil a pesar de haberme dicho que no saldría de la cárcel mientras no declarase los crímenes que a ellos se les ocurría decer [decir] que había cometido y que ni ellos sabían, un buen día me llamaron a juicio, más o menos público, y en él me dijeron que estaba expulsado. Creí que con esto estaba todo terminado, pero faltaba el juicio solemne y el día siguiente a las diez de la mañana comparecí de nuevo ante el pueblo. Esta vez la sala de audiencia estaba llena y las cabezas asomaban por las ventanas y por los pasillos y por el patio… Cinco jueces militares, sentados con mucha prosopopeya me aguardaban. Entré en la sala y por la misericordia de Dios, sentí la misma tranquilidad que si fuera a predicar un sermón. El jefe de la policía se levantó para leer la acusación de mis crímenes, me hicieron varias preguntas que yo agradecí mucho por darme así la ocasión de dclarar una vez más explícitamente mi parecer y mi deseo de luchar hasta el fin contra la pretendida reforma comunista de la Iglesia, e inmediatamente después fui condenado a dos años de prisión, cosa que el gobierno popular por creerme demasiado indeseable y peligroso, conmutó por la expulsión perpetua del territorio chino.

DE MIGUEL: Es muy elevado el número de misioneros condenados a reclusión por el mismo procedimiento.

P. SAGREDO: De la misma manera y por idénticas razones, han sido condenados un sinnúmero de misioneros y misioneras. A principios de este año habían salido ya de China más de 1300 misioneros, quedaban en la cárcel 400, de ellos 22 obispos y los demás encerrados en sus residencias sin poderse comunicar con sus cristianos.

DE MIGUEL: Cómo han respondido los católicos chinos.

P. SAGREDO: La persecución da a conocer al verdadero cristiano como el fuego hace resaltar el oro. Cuántos ejemplos hermosos se podían relatar, pero sería cosa de nunca acabar. Algunos, sin embargo gustará al oyente. Sea el primero el de una joven de 16 años que con su padre y su hermana desde un principio se opusieron abiertamente al comunismo reformista. Cuando comenzaron las acusaciones en los periódicos contra el Misionero, vino toda emocionada a decirme: “ Padre, usted ahora irá a la cárcel, después nosotros… ¡Qué dicha! Quien nos iba a decir que al fin íbamos a tener la gracia de morir mártires…” durante mi prisión fue en efecto llamada por la policía e interrogada diversas veces. En una de ellas, después de llamarle repetidas veces perro extranjero, le preguntaron: “Pero al fin, ¿cual es tu Patria?”. Y ella respondió con mucha sencillez: “El cielo”. La echaron de mala manera y siguen persiguiéndola. Otras niñas de nuestro Colegio católico fueron igualmente llamadas y durante ocho horas interrogadas. A pesar de todo no consiguieron que hablasen contra el Misionero y mucho menos que creyeran sus ridículas afirmaciones. Nuestro profesor de chino fue igualmente encarcelado por haberme servido de secretario y pertenecer a la Legión de María. Las monjitas chinas son objeto de terrible persecución sin que jamás hayan conseguido de ellas ni que acusen a los misioneros ni que se pasen al cisma. Una vez fueron acusadas en juicio popular durante cinco horas. El día de la Inmaculada las dejaron sin comer; actualmente las tienen encerradas en “ejercicios espirituales”.

DE MIGUEL: ¿Cómo? ¿Ejercicios espirituales en el comunismo?

P. SAGREDO: ¿Es que tienen los comunistas ejercicios espirituales? Es cosa rara, pero no se extrañen de la afirmación. Los comunistas saben muy bien los medios eficaces de la iglesia para conseguir la salvación de las almas y se han propuesto imitarla. Y así lo que ellos llaman cursillos de indoctrinación que duran a veces una semana otras dos, un mes y hasta seis meses, no son más que una especie de ejercicios para imbuir las ideas comunistas. Para convencerse de ello basta ver el orden que siguen; muy de mañanita se levantan y en seguida como oración de la mañana, un canto o varios cantos al comunismo y en honor del comunismo de Stalin, a Mao-tse-tung, seguidos de vivas. A continuación gimnasia, viene el desayuno; después de una corta recreación primera conferencia que dura una o dos horas. Después de la conferencia se dividen en grupos para dicutir [discutir] los puntos tratados en la conferencia y empaparse más de ellos. Luego, en seguida el examen que deben hacer privadamente y por escrito unas veces, y otras públicamente acusándose cuanto sentían o sienten aun contra el comunismo. Por la tarde, los mismos actos. Hay capítulo de culpas y cuando alguno es más reaccionario un pequeño juicio popular y todo para ayudarle a salir de su ignorancia y hacer de él un hombre útil a la patria… ¿No será esto en verdad ejercicios espirituales como tenemos nosotros los católicos?

DE MIGUEL: Y ahora qué esperanza quedan para el porvenir.

P. SAGREDO: Ante todo no cruzarse de brazos, no hay que hacerse a la idea que porque China está en manos del comunismo se ha perdido para siempre. Muy al contrario, esto nos debe animar a preparar mejor el porvenir. En el orden material y en el espiritual.

DE MIGUEL: Que considera usted preciso para cuanto se pueda reanudar la labor misional ganar lo perdido.

P. SAGREDO: Es necesario preparar el personal que vaya a China cuando se abran las puertas para recibir de nuevo al enviado de Cristo, es necesario también prepararles los medios materiales que la Iglesia ha de necesitar para [para] comenzar de nuevo su restauración en medio de tantas ruinas.

DE MIGUEL: Es mucho lo destruido.

P. SAGREDO: El comunismo ha pasado sobre China destruyendo el trabajo de 500 años de evangelización, pero la Iglesia no muere, la semilla arrojada en el seno de la tierra brotará y dará el ciento por uno. La sangre de los mártires es semilla de cristianos… En medio de nustra pena y dolor seamos optimistas. Recemos, hagamos penitencia, reparemos… Los misioneros quedan a las puertas de China. Los Redentoristas en la colonia de Hongkong sin medio alguno acaban de comprar una casa quedándose en deudas, todo para que el mundo cristiano sepa que aunque los misioneros forzosamente obligados por el comunismo, han abandonado China, se quedan a sus puertas para poder entrar apenas se abran. Tengamos fe en las palabras de Cristo: La Iglesia no puede perecer porque está fundada sobre la roca y las puertas del infierno y los poderes satánicos, como los actuales, no podrán prevalecer contra ella.

DE MIGUEL: Muchas gracias Reverendo padre Sagredo por esta presencia en la emisora Radio Madrid, cuyas antenas han lanzado a la intimidad de los hogares españoles una visión directa del estado moral y político de la China sojuzgada por el comunismo que pretende destruir la semilla con tanto heroísmo sembrada por los misioneros, que han sido lo suficientemente fuertes de corazón para resistir la persecución a que han sido sometidos.

LOCUTOR: Y con esta conversación sostenida con el reverendo Padre Sagredo por nuestro colaborador Valentín Gutiérrez de Miguel, termina su presencia ante nuestros micrófonos este reverendo padre Redentorista que acaba de llegar a España expulsado de la China aherrojada por el comunismo ateo y despiadado.

jueves, 21 de abril de 2011

LA EUCARISTÍA FUENTE DE PAZ

[Hoy, Jueves Santo, quiero compartir esta comunicación del P. Sagredo sobre la eucaristía. La presente Comunicación del P. Manuel Gil de Sagredo tuvo lugar en el XXXV Congreso eucarístico de Barcelona el día 29 de mayo de 1952 dedicado a la Eucaristía y la Paz individual y social (Actas del XXXV Congreso Eucarístico internacional de Barcelona. 1952, Vol. II, Barcelona 1952, pp. 89-93 y 112-115]


“Y mientras navegaban por el mar se hizo una gran tempestad y las olas entraban en la barca y estaban en peligro” (Lc. 8, 23).


En esta navecilla de los pobres pescadores de galilea los santos han visto siempre simbolizada la nave de la Iglesia, que mientras navega por el mar de la vida se encuentra con frecuencia en medio de la persecución. Cuanto menos se espera la tempestad se desencadena sobre ella y amenaza hundirla. Pero ella marcha tranquila en medio de las olas encrespadas, porque lleva en su seno al Dios Eucaristía que, aunque a veces parece dormir, siempre y sobre todo en los días amargos de la persecución, es para el alma y para la iglesia perseguida, manantial de luz, principio de fortaleza, bálsamo de consuelo… Y el alma al sentirse iluminada, fortalecida, consolada, marcha serena en pos del Maestro por el camino del Calvario para inmolarse como él y con él en manos de sus enemigos, por el triunfo de la Iglesia, su Madre.

Al presentar esta memoria mis palabras no serán sino el eco de tantos Misioneros y cristianos como en las Cárceles de China sufren por Cristo, por su Cuerpo Místico, que es la Iglesia. El haber vivido entre ellos durante dos años en medio de la lucha gigantesca que los poderes de Satanás libran a la Iglesia, me da la esperanza de que mis palabras, aunque mal pergeñadas, sean escuchadas con atención por todos los que, preocupados con las incertidumbres de la hora presente, vuelven hoy sus miradas ansiosas al Dios Eucaristía, que es el Príncipe de la Paz.

I. LUZ

Y decíamos en primer lugar que la Eucaristía es fuente de luz. En esta percepción las tinieblas quieren apagar toda luz: la luz de la fe que niegan; la luz de la inteligencia que quieren absorber y transformar. Nunca como ahora la mentira se quiere disfrazar con la luz de la verdad, la esclavitud con las melodías de la libertad. En uno de los interrogatorios a que fui sometido, se pasó un agente de la policía dos largas horas para probarme que la reforma de la Iglesia que ellos querían hacer, no era contra el Papa, sino sólo para purificar la Iglesia de los elementos imperialistas. En todas las reuniones se habla de la libertad de la religión mientras se echan sobre los Misioneros las más terribles calumnias. Se habla del amor de la patria en términos encendidos y se condena al mismo tiempo de antipatriotismo al que no se pasa al cisma o no acepta las doctrinas materialistas. Y esto no se hace enseguida por medios violentos, sino que se va preparando a fuerza de diversas reuniones, cursillos muy parecidos a los ejercicios espirituales, juicios públicos y toda clase de propaganda, que no se contenta con quedarse en las calles, sino que va al seno de las familias, a la Iglesia y al individuo en particular a quien procuran volver loco a fuerza de juicios e interrogatorios. Tenemos a la vista el juicio del Cardenal Mindzenty. Yo mismo estuve en un interrogatorio 14 horas seguidas. Por medios llenos de hipocresía se procura cambiar las ideas; hipocresía que lleva a un cinismo jamás imaginado. V. gr.: "La religión es buena,- dicen al terminar el sermón un día-, pero vosotros no conocéis al Misionero. Mirad lo que de él dice el mismo Jesús". Y traen todas las invectivas del Señor contra los escribas y fariseos. Estamos verdaderamente en la lucha de las tinieblas contra la luz. Y par eso nunca más que ahora necesitan los cristianos de esa luz divina que les haga discernir la verdad de la mentira. Nunca más que ahora necesitan de Aquel que se llamó a Si mismo "la luz del mundo", y que para seguir dando luz en medio de las tinieblas, se quedo entre nosotros en su divina Eucaristía.

En un puebleciIIo del oeste de China, el Misionero indígena se ha visto forzado a abandonarlo. La Iglesia cerrada, los objetos de cuIto profanados en bailes comunistas, y comienza la lucha buscando a los cristianos para imbuirles de las ideas comunistas. Pero allí había unas monjitas chinas que aunque habían dejado el habito seguían al frente de aquella cristiandad, dirigiendo y consolando a los cristianos. No tienen a Jesús Eucaristía y ésta era su mayor pena. Una de ellas finge un viaje necesario a la Capital. Y a su vuelta se lleva a Jesús escondido en la gorra de enfermera comunista. Jesús en aquel copón improvisado hace dos días de camino por pueblos paganos entregados al comunismo. Sobre su cabeza llevaba la Luz en medio de las tinieblas... y las tinieblas no la conocieron. Pero los de la luz, que vivían en aquel pueblecillo, la conocieron y Se vieron repente iluminados. Desde aquel momento ya no dudaron de la actitud que debían tomar y las monjitas siguen dirigiendo a la luz de Jesús a aquellos pobres cristianos. Y ¡cuantos de esos ejemplos se pudieran citar de almas que en estos días de persecución, llenas de duda y temor se han acercado a la Eucaristía y en una fervorosa Comunión han hallado la luz y con ella la seguridad de su fe!

II. LA FORTALEZA

Y con esta luz y seguridad de su fe el cristiano encuentra también en la divina Eucaristía la fortaleza para defenderla, hasta dar su vida por ella en el martirio. "Padre, -me decía una joven llena de santo entusiasmo-, ahora meterán en la cárcel al Padre, y después iremos nosotras. ¡Que dicha! ¡Quién nos iba a decir que, tan sin merecerlo, íbamos a tener la gracia del martirio!" Y para prepararse comienza con su hermana y su padre haciendo una confesión general. Después una pregunta: "¿Qué hacemos para mantenernos en la fe?". “La Comunión, hijos míos; la comunión frecuente". Y el padre venia todos los días, y ellas, las dos hermanas alternando se acercaban al celestial banquete para recibir el Pan de los fuertes. Y en verdad, ¡qué fortaleza tuvieron que desplegar! iPor pobreza vivían refugiados en casa de su tía! Pero esa tía se había pasado a la reforma y amenazó con echarlos de casa. ¡Qué lucha diaria en el mismo seno de la familia ... ! "Iremos a pedir limosna", decía el padre. Y las hijas, alentándole: "No temas, Dios no nos abandonara". El Misionero fue encerrado en la cárcel como todos preveían y, al poco tiempo, ellas eran llamadas a la Comisaria para sufrir un largo interrogatorio. Sus respuestas iban llenas de divina sabiduría. Al fin, llenos de indignación, después de maldecirlos y llamarles perros europeos, exclamaron enfurecidos: "¡Todavía no sabéis cual es vuestra Patria!" Y la mayor, con serenidad y noble entereza, les respondió: “Nuestra Patria es el Cielo". Los jueces bajan los ojos y les mandan salir. Pero no cesaron en su persecución. Las dos hermanas comenzaron a ser el tema de círculos de estudio. Estaban obligadas a asistir y en ellos se a buscarlas les ponía de pie para injuriarlas y hacerles preguntas capciosas. Más de una vez vinieron a la Iglesia muy de mañana; pero el Amigo del Sagrario se daba maña divina para burlar sus acechanzas y entrar en su pecho para fortalecerlo. Sólo había una preocupación para estas niñas: el temor de no poder recibir algún día la Sagrada Comunión.

Al mismo tiempo que ellas, otras jóvenes de 14 a 16 años fueron igualmente sometidas a un interrogatorio que duró ocho horas para obligarles a hablar contra el Misionero. Pero tuvieron que darse por vencidos ante la constancia de aquellas niñas, que en sus luchas contra el ambiente comunista del Colegio se Levantaban a las cuatro y media de la mañana para poder oír la Misa y comulgar y volver al Colegio antes que las compañeras se hubieran levantado. Alimentadas con el Pan de los Ángeles, tenían fuerza para luchar un nuevo día.

jAyI, me decían las monjitas chinas, cuando se trataba de buscarles un medio de vida por si los Misioneros llegasen a faltar: "Padre, pero ¿cómo nos arreglaremos para comulgar? La Comunión es lo único que nos puede sostener ... ". Y la Comunión era lo que las sostenía y hacia triunfar de las vanas aprensiones, del respeto humano, del empuje de la masa y, sobre todo, lo que las mantenía firmes en los interrogatorios. Una de ellas estuvo atada a una columna en un juicio popular; otra atada con cuerdas como si fuera un saco de paja. A principios de este mismo año fueron sometidas estas monjitas chinas a tres semanas de ejercicios espirituales comunistas. Es decir, un cursillo de indotrinación comunista continuado todo ese tiempo. No dudaron un momento de su fe, a pesar de todas las insidias y vejaciones. El día de la Inmaculada las dejaron sin comer, sin duda para que ayunaran en honor de la Virgen, pero no supieron privarlas del manjar celestial que sostuvo también sus cuerpos ... Otros días, cuando iban a comer, les quitaban las tazas, diciendo: "Eres indigna de comer el sudor de los campesinos". Pero en medio de esta lucha el Esposo de las Vírgenes les proporcionó unos días de expansión y consuelo. Se iba a celebrar el año nuevo chino, y dieron unos días de vacación en la escuela de enfermeras donde ellas se encontraban, pudiendo -violando la vigilancia – ir, separadas, al escondrijo que en el palacio episcopal tenía una Madre española que estaba a su cuidado. Qué alegría, qué saltos de gozo, qué comentarios tan graciosos en presencia del Amado, qué era al mismo tiempo su Alimento... Y en esos días encontraron las cartas de los Misioneros desterrados que las llenaron de .consuelo.... Pero pasaron los días de tegua y de los pies de Jesús Sacramentado, fortalecidas, se separaron para continuar con más ardor el combate. A una de ellas, en pleno juicio estudiantil, le escupieron, le tiraron tierra, le desgarraron el vestido y después la llevaron a la cárcel. Comenzaron por dejarla un día y una noche sin comer ni dormir para que tuviera más tiempo de examinar su conciencia sobre los pecados cometidos en contra del comunismo. Jesús, sin embargo, no la abandono y una niña de la Santa Infancia logro llegar hasta ella... Y por su medio pudo escribir unas líneas que nos muestran su temple: "Esté tranquila y no tema. Jamás diré nada contra los Misioneros, ni contra el Santo Padre. Han podido encerrar mi cuerpo, pero mi alma queda libre". Y libre, con la libertad de los hijos de Dios, sigue en la cárcel, sin más ansias que las de poder recibir al menos de vez en cuando, a su Dios Eucaristía, que es al mismo tiempo su fortaleza y su consuelo...

III. CONSUELO

SÍ, porque nunca mejor que en los días de la persecución sienten las almas "que estar con Jesús es dulce paraíso". Por eso recibir a Jesús es el más ardiente deseo de los cristianos y misioneros perseguidos y más todavía encarcelados. ¡Qué alegría tan intima sienten cuando escondido entre alimentos ordinarios encuentran el Pan del Cielo 0 cuando sorprenden tan divino hallazgo entre los pliegues de un vestido!, Así podían recibir la comunión cinco monjitas Franciscanas de María que tuvieron por cárcel su propio gallinero. ¡Qué consuelo y que alegría verse con Jesús en medio de la prisión! Y con ese mismo Jesús en el pecho atravesaron las calles de Chengtu, entre soldados con bayoneta calada, para dirigirse al jardín público de la ciudad donde les aguardaban 40.000 espectadores, que debían asistir a su juicio. ¡Qué serenas y sonrientes iban ... ! Llevaban consigo al Dios Eucaristía, Fuente de Paz y de toda consolación. En cambio, que pena cuando después de un día en que se esperaba con ansia el Pan de los Ángeles queda el Misionero desilusionado en su cárcel, pero aun entonces tiene un consuelo: piensa que el que todo lo puede también puede con un nuevo milagro venir hasta él y hace con todo fervor la comunión espiritual, encontrando en ella el bálsamo divino al mismo tiempo que la fortaleza para seguir crucificado con Cristo.

No puedo continuar... Allá lejos en las regiones de China la divina Eucaristía ha encendido una gran luz que al mismo tiempo que ilumina, sostiene y consuela a tantos Misioneros y cristianos perseguidos, convirtiéndose en fuente de paz para las almas y esperanzas de paz para la Iglesia. Unamos nuestras súplicas a las de tantos encarcelados por la fe y repitamos: Corazón eucarístico de Jesús, da el triunfo a tu Iglesia ... da la paz al mundo ...

domingo, 17 de abril de 2011

JULIÁN POZO RUIZ DE SAMANIEGO

Si el H. Victor Calvo fue al martirio de la mano del P. Javier Gorosterratzu, pues físicamente fueron con las manos atadas el uno al otro, el P. Julián Pozo acudió al Seminario de Cuenca junto con el H. Victor. Ambos compartieron los días que mediaron desde que salieron de la casa hasta el martirio.

La infancia de Julián, un camino vocacional a la vida Religiosa
 
Nació en el pequeño pueblo alavés llamado Payueta un 7 de enero de 1903, recibiendo el día 9 siguiente el bautismo en la Parroquia del pueblo, dedicada a San Juan Bautista y recibiendo el nombre de Julián. Fueron sus padres Toribio Pozo Fernández y Micaela Ruiz de Samaniego Viana, una familia de hondas raíces de fe. Desde pequeño destacó por ser un chico sincero, noble, obediente y vivo para el aprendizaje. Recibió el sacramento de la Confirmación el 19 de abril de 1912 en Peñacerrada (Álava) de manos del Obispo de Vitoria Mons. José cadena y Eleta.
Teniendo como fuente principal el Curriculum vitae ( Nava del Rey-1920) que escribió como ejercicio del noviciado. Nos cuenta que desde pequeño sintió en su corazón el deseo de ser religioso y misionero. Este deseo fue alimentado mediante la oración, sendas por las que anduvo precozmente desde esos 8 ú 9 años. ”Llegado a los 10 años fuime penetrando poco a poco de la vanidad del mundo y de la dicha, paz y franca alegría del claustro” (Curriculum Vitae, p. 2) a causa de la oración y la meditación. Su madre también alentó tales deseos de la Vida Religiosa mediante los recuerdos que tenía del Espino, donde había ido ella a visitar a un hermano.

Payueta (Álava)

Dios que pone deseos en el corazón de Julián, le abre las puertas para verlos realizados. La ocasión se presentó con la muerte de su abuela. Fue al pueblo el tío redentorista hermano de su madre P. Félix Ruiz de Samaniego; enterado de los deseos de su sobrino, exhortó y alentó a Julián a mantenerse en ellos; pero al ser demasiado joven, el P. Félix puso los ojos en otro sobrino que era un poco mayor que Julián. Pero el mismo Julián nos dice que “Dios, que hace lo que quiere y que no haya obstáculos a su voluntad, permitió en sus profundos juicios que se enfriase el fervor del primo y abandonase por entero los proyectos de la vocación. Entonces sin pensar más en mi corta edad, secundó el tío los planes del cielo” (Curriculum, pp. 3-4), abriéndole las puertas del Seminario menor que los Redentoristas tenían en El Espino (Burgos), donde ingresó el domingo 30 de agosto de 1913.
 
Seminaristas idos de El Espino a fundar San Pablo de Cuenca
El tiempo en el jovenado trascurrió con el decurso normal de la adolescencia; según Julián se sentía feliz por ver como se iba haciendo realidad su sueño; esta felicidad fue acompañada por un proceso de crecimiento en su espíritu de contemplación. El 6 de abril de 1915 deja el Espino y se pone en marcha a Cuenca; allí los Redentoristas van a abrir otro seminario en el Convento de San Pablo y pata echarlo a andar trasladan a algunos de los jovenistas de El Espino. Poco nos ha dejado de este tiempo en su Curriculum. Allí, en Cuenca, permaneció preparándose para el noviciado hasta el 9 agosto de 1919, víspera del inicio del retiro para la recepción del hábito, en que tuvo lugar un contratiempo que probaron la verdad de su vocación y el amor que sentía hacia la Congregación del Santísimo Redentor: “acaeció pues, que los superiores viendo mi complexión debilitada, juzgaron conveniente que fuera a pasar una larga temporada junto al calor del hogar paterno. Esta noticia cayó de sorpresa sobre mí, la víspera del retiro de la toma de hábito, 9 de agosto de 1919. Supliqué; prometí; mas todo en vano. Tomé la resolución de no cejar en el asunto, dando gracias a Dios por la vocación que sentía y conformándome con su santa voluntad” (Curriculum pp. 4-5). Se encomendó a la Virgen pidiéndole que tomara cartas en el asunto; y el 14 de agosto se le comunica que se le esperaba en el Noviciado, en Nava del Rey (Valladolid). Según la lectura que hacía del hecho Julián “era la mano de María, era la amorosa Providencia de Dios. Sin mi noticia se me despidió; sin mi cooperación se me volvió a admitir” (Curriculum, pp. 5-6). El día 25 de agosto de 1919, junto con sus compañeros, vestía el hábito redentorista, iniciando así su noviciado bajo la guía del P. Rafael Cavero.
 
La vida de Julián como redentorista, un camino de preparación al martirio
Julián, después del año de noviciado, profesa en Nava del Rey (Valladolid) el 26 de agosto de 1920, tras lo cual se encamina a Astorga para realizar sus estudios sacerdotales. Si su infancia va a estar centrada en sortear las dificultades para realizar los deseos que Dios puso en su corazón de ser religioso, su vida como redentorista va a estar centrada en asumir en su proyecto vital la enfermedad crónica que le harán no apto para la vida apostólica de Misionero. Junto a la enfermedad, creció en él la aceptación de la limitación, y la alegría, el optimismo y el comunicarse siempre contento; la sonrisa siempre la tuvo a flor de piel. La fuente de la que nos serviremos serán las cartas envió a su familia. En ellas destaca y expresa un amor hacia su madre, su padrastro y hermanastros. No sólo quería a las personas, sino que había cultivado una facilidad para comunicar ese cariño.

Julián Pozo en el centro, junto a sus compañeros. Astorga 1925.
El de su izquierda es el P. Ángel Miquélez, martirizado en Madrid
En 1921 se le desencadena una tuberculosis en el pulmón derecho. Con la exhumación y recognición de sus restos en 2008 se le diagnosticó un proceso reumático de notable gravedad que es el conocido como enfermedad de BETCHEREW, que produce anquilosamiento de unos u otros segmentos de la columna vertebral y en los casos avanzados, aparte de la limitación de movilidad del tronco, insuficiencia respiratoria. Este problema le degeneró en una tuberculosis crónica. El 1 de diciembre el Provincial le permite que vaya una temporada a su casa paterna de Payueta para que se recupere. Efectivamente, se produce una notable mejoría. De regreso a Astorga, y poniendo esfuerzo por su parte, se puso en los estudios a la altura de sus compañeros y obtuvo muy buenas calificaciones (Cf. Carta a su familia de Astorga, 6 de abril de 1922). El estudio lo deja agotado y le hace vivir un estado de debilidad continuada; a pesar de ello va creando dentro de sí un espíritu alegre, optimista y contento.
El 15 de agosto de 1923 de nuevo tuvo una hemorragia que le duró 4 días. Según él una lección de realidad: “el día de la Asunción, fiesta solemne... y yo inmóvil, enclavado en cama, arrojando la vida en dolorosas bocanadas de sangre… Este contraste… me aferró más as mi vocación …” (Cf. Carta desde Astorga, 27 de septiembre de 1923). La revisión médica le prescribe descansar del estudio y restablecerse por las fuerzas naturales. Para ello se trasladará una temporada a Nava del Rey, a la casa noviciado. De regreso a Astorga se ordena de Subdiaconado el 14 de junio de 1925 de manos de Antonio Lenzo Lázaro; y después de recibir el Diaconado se ordena de Presbítero el 27 de septiembre de 1925.
 
El P. Pozo en la Comunidad de Granada (a la deecha del cuadro)
El 3 de diciembre de 1925 el P. Julián Pozo va destinado a Granada, por motivos de salud. Como sacerdote y podrá ayudar en aquella comunidad según se lo permitan sus fuerzas. Allí conocerá a la Sierva de Dios Conchita Barrecheguren, también tuberculosa como él, a la que algunas ocasiones pudo consolar con la Eucaristía. Esta moría con fama de santidad el 13 de mayo de 1927, reconfortada por el auxilio de los sacramentos de la Reconciliación y de la Santa Unción y de la Eucaristía como viático y el acompañamiento del P. Julián. No sólo los unió la enfermedad y este momento; la vida de contemplación de ambos es similar. El P. Julián será posteriormente un divulgador de la vida de Conchita regalando su biografía (Cf. Carta dirigida a su hermana Elisa. Cuenca, 16 de marzo de 1935). El 30 de octubre de 1927 sale de Granada con dirección a Cuenca.
Conchita junto a su padre en su última enfermedad
época en que la conoció el P. Julián Pozo
Desde los primeros días de noviembre de 1927 hasta el día de su martirio su vida transcurrirá en Cuenca. Este destino fue interrumpido desde el 27 de junio de 1933 al 4 de octubre de 1934 en que va destinado a El Espino (Burgos) como confesor de los jovenistas. Un nuevo brote tuberculoso le obligarán a dejar esta actividad pastoral y volver a Cuenca. Aunque tuvo que cuidarse debido a su enfermedad, no eran pocas las personas que reclamaban su consejo, siempre inteligente, sensato y lleno de trascendencia.

Su vida caracterizada por la enfermedad, la oración, la alegría expresada en forma de sonrisa, el cariño y las atenciones para con los demás y la aceptación de la propia limitación fueron madurando en él una santidad de vida que culminó con su martirio. En una carta a sus padres desde Cuenca, con fecha de 9 de septiembre de 1935 dice: “… pero ahora para vivir en estrecho lazo en el hermoso cielo que espero está cercano! ¡Que alegría vivir desprendido de afectos desordenados y terrenos y esperar un cielo eterno! Esto pido para ustedes, esto pidan para mí: vivir escondidos con Cristo (en gracia) en Dios para después (muy pronto, pues la vida es viento) triunfar en el cielo. Encomiéndoles a la Mamá del cielo…”. El 7 de octubre de 1928 el Superior de Cuenca, P. Joaquín Chaubel, le escribió a su familia comunicándole el estado de la enfermedad; les decía: “No creo que sea nada inminente, pero juzgo necesario avisarles. Nuestro buen padre es un santito y creo que está deseando la muerte; así hacen las almas escogidas. Él mismo ha pedido todos los sacramentos y yo no he querido negárselos. A las tres y media de la madrugada acabo de dárselos y los ha recibido con gran devoción”.
 
La muerte de Julián, consecuencia lógica de su vida

Acostumbrado a mantener la caridad, esperanza y fe en medio de la enfermedad, y viviendo en medio de la tensión política en aquella Cuenca de 1936, fue madurando en su interior la idea del martirio. Un día, mientras contemplaba desde la azotea del convento una manifestación izquierdista, ante las proclamas de aquella comentó: “Qué dicha si pudiéramos morir mártires”.

Salió de San Felipe el día 20 de julio de 1936 junto con el H. Victoriano, que se responsabilizó de su atención a causa de la enfermedad. Se alojaron en la casa de Dª Eugenia y Joaquina Muñoz Girón (C. Andrés Cabrera nº 22) donde llevaron vida de recogimiento y oración, disponiéndose para lo que pudiese pasar. El tiempo que permanecieron allí, comenzó a intuir el fatal destino martirial y suspirando por él, entre bromas, decía: “Nosotros no tenemos mártires; a ver si vamos a ser los primeros mártires”. El 25 de julio, en que por indicación del superior, ambos fueron a alojarse en el Seminario, donde coincidió con el P. Gorosterratzu.

El día 31 de julio fueron martirizados los PP. Olarte y Goñi; el día 7 de agosto lo fueron un sacerdote y su sobrino abogado; el 8 sacaron del Seminario, donde estaba el P. Pozo al Sr. Obispo y a su secretario; el día 9 de agosto le tocó el turno al P. Julián Pozo que caminó junto al sacerdote D. Juan Escribano García.
Sus cadáveres fueron recogidos “en el hectómetro segundo del kilómetro ocho de la carretera de Cuenca a Tragacete próximo a esta Capital [de Cuenca]” (Cf. Acta de defunción del Siervo de Dios Julián Pozo Ruiz de Samaniego: Registro Civil de Cuenca, Sección 3ª, Tomo 42, Folio 324, Número 642; inscrita el 13 de agosto de 1936). La causa de la muerte, según la presente certificación, fue una herida cerebral. “D. Crisóstomo Escribano pidió que le dejaran ir al martirio con sotana. Se lo concedieron. Después de herido todavía pudo gritar un ¡Viva Cristo Rey! –‘¿Todavía te atreves a gritar?’- le increparon los asesinos. Y en otra descarga lo abrasaron a balazos. Cuando el Juzgado levató los cadáveres se le encontró el escapulario colgado del cuello, el rosario en una mano y el crucifijo en la otra. ¡Todo un arsenal para el triunfo. El Padre Pozo murió como había vivido: en actitud amorosa de víctima; en postura de mártir clásico; de rodillas y rezando el rosario… seguro que sonrió a los verdugos y a las balas. Había sonreído siempre a todos y a todo, y se puede asegurar que no perdió la sonrisa sino con la vida” (De Felipe, Nuevos Redentores, Madrid, PS. 1962, p. 188).
 
ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
 
Por mediación del mártir Julián Pozo Ruiz de Samaniego

Te pido Padre que me concedas una cercanía grande con los enfermos y por la intercesión de tu mártir Julián y sus compañeros de martirio mantener la sonrisa en los labios incluso en medio de las contrariedades, ante quienes puedan causarme daño y en el dolor y la enfermedad. Por Jesucristo nuestro Señor.
 
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