martes, 31 de agosto de 2010

DETENCIÓN DE DOS ANCIANOS EN UN ASILO DE MADRID


Saltando de ciudad, y tomando la N-3 llegamos a Madrid. Acaba de sorprendernos la noticia salida desde el antiguo Asilo de las Hermanitas de los Pobres, en la calle del Dr. Ezquerdo de Madrid, y hoy controlado por el Comité del Pacífico y regentado por Mateo Prada Bravo. A medio día de hoy, 30 de agosto de 1936 se han llevado dos ancianos asilados. Según el director del centro“se presentaron unos milicianos entre los que se encontraba Enrique Garcilópez, diciendo que tenían una denuncia contra dos señores acogidos en el referido centro. Denuncia que cree pudiera haber tenido su origen en alguno de los ancianos acogidos al benéfico establecimiento … que se encontraban los referidos señores en la enfermería y que después de un breve interrogatorio, se los llevaron, según ellos, a la Comisaría, sin haber tenido ya más noticias de los mismos”. (Declaración de Mateo Prada. Madrid a 2 de julio de 1939 en Expediente Sumarísimo de Madrid nº 32144, fols. 3-4: Archivo General del Ejército. Madrid).

También la Matilde Etienne, una de las monjas francesa que dirigía el centro nos escribe y nos da algunos detalles, así como la identidad y profesión de ambos ancianos: “el [25 de agosto,] día de S. Bartolomé, los Comunistas se incautaron de la casa y …unas de las cosas que hicieron fue de hacer unos interrogatorios a los pobres ancianos, uno por uno y con muchas amenazas así que cuando llegó el turno al Reverendo Padre [Antonio Girón] asi que como al Reverendo Padre Requejo, Lazarista, que estaba también en el Asilo desde hacia ocho días, no pudieron negar que eran sacerdotes y se denunciaron ellos mismos. Fue delante de nosotras que dijeron a los Comunistas que eran religiosos, y entonces los llevaron los dos. Esto fue el domingo 30 de agosto, al medio día. Ellos no sabían ni uno ni otro que estaban en casa y fue solo en este momento que los dos se vieron y se conocieron, los teníamos separados para evitar y disimular más con los ancianos. Los llevaron en autobús a su comité que era creo en el Pacífico. Entonces yo les dije porque los llevaban que no hacían ningún mal, que eran ancianos, y que estaban en el Asilo porque ellos los habían echado de sus casas y que estaban aquí como pobres asilados. Me respondieron que aquí los comprometían, que los llevaban al Comité pero que no les pasaría nada. El Padre Requejo pidió para ir a buscar los zapatos que había dejado a la enfermería y le respondieron que no los necesitaba. Entonces esto nos dio muy mal espina… [Después] Preguntamos por ellos, y nos dijeron que estaban en la cárcel pero uno de ellos, yo no me recuerdo quien, fue que dijo que por la noche los habían fusilados en las tapias del hospital de S. Juan de Dios, y nos dijeron también que iban rezando y que se dieron la Absolución uno a otro en el mismo coche. Quien los llevo fue el jefe de la banda entonces un tal “Santiago” hermano de “León”, un “Garci López” este último, era entonces jefe del Comité, y fue el que insistió para que los fusilaran.” (Carta de M. Ettienne al P. Lucas Pérez. Talavera de la Reina (Toledo) 17 de junio de 1944: APRM, Mártires Sig. 1102105).

Esperaremos en que para este asunto.

lunes, 30 de agosto de 2010

EL MENDIGO DE CRISTO- 2ª parte

Enterrado el P. Pedro Romero, Gabriel Lozano se puso a escribir a los redentoristas. Carta que no llegará hasta que no salió de la cárcel:

Gabriel Lozano, profesó como Hermano Coadjutor Jesuíta al terminar la guerra civil.
"El año 1938, no tengo presente la fecha, hacia fines de mayo, llegó el Padre Romero a la prisión de las Descalzas con una blusa oscu­ra, el paraguas, una bolsa con ropa, una manta, sus libros, dos o tres crucifijos, rosario grande y chico, y con los ojos bañados en lágrimas, que corrían hasta el suelo; en seguida me precipité para saludarle y consolarle ensu profunda amargura, y me correspondió al punto con una agradable sonrisa, tranquilizán­dose mucho; le invité a mi departamento, con el fin de asistirle en cuanto pudiera, pero como éramos cuarenta los que allí per­noctábamos, dijo prefería un sitio aislado; y, en efecto, lo tras­ladé a una habitación que nadie ocupaba; le preparé una cama en el mullido suelo, un saco con paja, dos mantas y la suya, con 1a bolsa de ropa para almohada, para que descansara y le ofrecí algún alimento; dijo que sería mejor después; pero me fui a buscar un vaso de leche y se la di y pasé la tarde con él para distraernos y darle ánimos; y en este y otros ratos estuvimos hablando... Como la comida que daban en la cárcel le sentaba mal, tuve que pedir limosna a señores muy pudientes, como don Julio Izquierdo, Jefe Ingeniero de Montes; don Rafael Ripollés, Arquitecto de la Casa Real; don Trifón Beltrán, Vica­rio capitular; don Ramón Melgarejo, Marqués de Melgarejo; don José Echevarría, don Felipe Quintero, médico dentista, y otros, que les llevaban comida de fuera; pero como habían sido des­pojados de todo, vivían de la caridad; pero para lo poquísimo que tomaba el Padre Romero no faltó. Todo el día lo pasaba en fervorosa oración, ya con el rosario, ya con el Kempis, que me prestaba, ya con el rezo del breviario y con mucha meditación. También oía algunas confesiones y daba muy buenos y prove­chosos consejos. Yo de cuando en cuando le mullía la cama, la­vaba, fregaba, etc. Fue acometido de disentería; mucho padeció en estos días y estas noches, pero sin dejar su profunda oración; y ya tuvo tal debilidad, que los servicios se los hacía yo... Un día o dos no pude asistirle; cuando volví era un cuadro triste y compasivo; lo cubría una plaga de moscas en aquel ambiente infecto; su aspecto era lo más alarmante y casi agónico: pude notar que hacía algunas jaculatorias. Yo le pregunté:
-¿Cómo se encuentra, Padre?
-Ya lo ves-me respondió.
Hice por levantarlo; con esfuerzo se puso en pie, y envuelto en una manta y apoyado sobre mí, lo llevé a un cuarto solitario donde lo lavé de pies a cabeza, lo mudé y vestí, y como yo iba teniendo buena fama en la prisión, me dispuse a pedir utensilios para el Padre: conseguí habitación decente, cama, colchón, almohada, sábanas; después dé acostado abrió los brazos indi­cándome que me acercara y me dio un abrazo prolongado y fuerte con repetidos ‘¡Dios se lo pague! ¡Dios se lo pague!’.
Salí por la prisión a pedir alimentos; me dieron leche, hue­vos, azúcar, café y de todo; pidió el crucifijo y el rosario; tomó alimento y rezando el rosario se durmió; después tuve que qui­tar las sábanas y poner otras y
parte de la ropa interior; mejoró y llegó a levantarse para hacer sus devociones; en estos días llegó la notificación de su libertad y se puso muy contento di­ciendo que se iba; pero se la anularon, causándole honda pena; pero de nada se quejaba; finalmente se le presentó la enterocolitis ... Yo lavando de día y de noche; él no dejaba el rosario y el crucifijo; ya no tomaba alimento; sólo repetía: "¡Agua fres­ca! ¡Agua fresca! "Jesús, José y María!". Como ya no podía que­dar solo y yo estaba rendido, le hizo compañía por las noches un padre agustino de Zamora, llamado Padre José; un paisano mío de Rubielos y don Trifón. Viéndole tan grave, le dije yo: -Padre, ¿se acuerda de Dios, de la Virgen, de la otra vida y de la cuenta que hemos de dar a Dios? Y me respondió, con los ojos fijos en el crucifijo que tenía en las manos: -¡Cómo no; habiéndolo predicado toda la vida a los demás! Después le dije:
-Padre, acuérdese de mí delante de Dios
- ¿Qué quieres?
- Salir de la cárcel si me conviene.
-Pronto saldrás.
-Y mi salvación eterna.
Y con la cabeza me dijo que sí. A continuación indicó a don Trifón cómo quería que sus cosas se las entregara al Padre Superior cuando salieran de la prisión. Y luego me dijo:
-Y para ti este reloj y el crucifijo pequeño.
Y ya no habló más; entró en la agonía. Llamé a don Trifón, que le leyó la recomendación del alma; le pusieron dos inyec­ciones de aceite alcanforado... Levantó los brazos y, conociendo yo su deseo me acerqué a él; me abrazó fuertemente y así ex­piró en breves momentos. Esto fue por la noche; le amortajamos entre el Padre agusti­no, Luciano Checa y yo, y lo velamos. Al día siguiente los señores antes mencionados me dijeron que encargase caja por cuenta de ellos... Cuando vinieron por el difunto me dieron permiso para acompañarle hasta la vía pública. Así con­seguí la primera petición que hice al recordado Padre Romero; y la segunda es la fuerza oculta y misteriosa que me pone y me sostiene en este camino.
Her­mano Lozano."

domingo, 29 de agosto de 2010

EL MENDIGO DE CRISTO


En los listados de Personas que estuvieron en la Cárcel de Cuenca por motivos ideológicos (Causa General de Cuenca, Leg. 675, Exp. 2, pp. 7-39) en el número 1316 (p. 26) leemos “Pedro Romero Espejo, Ingreso: 6-6-38 / Salida: 4-7-38 / Observaciones: Fallecido”. La figura de un hombre alrededor de los 70 años, extremadamente delgado, con aspecto de cara dura y vestido con una sotana raída, representa cadáver ante los responsables de la cárcel. El médico certifica su defunción causada por una “enteritis tuberculosa” (Cf. Acta de defunción, Reg. de Cuenca, Sec. 3ª, T. 44, F. 300, Nº 599; pero a la hora de hacer su registro nadie sabe dar razón de su identidad. Trabajadores de la cárcel dicen que lo han visto vivir en medio de las calles de Cuenca con un libro en la mano, la sotana raída y un rosario. Que vivía de la caridad, se alojaba debajo del puente como cualquier mendigo, y que rezaba y mascullaba rezos debajo de los árboles del parque. Otro empleado comenta que la policía lo trajo a la Cárcel abierta en el Monasterio de las Descalzas por rezar por la calle el rosario y libros de rezos y porque los niños le tiraban piedras al verle hacer esas cosas. Uno de los funcionarios recordó que hombre de Rubielos Bajo lo acompañaba. Buscado este dijo llamarse Gabriel Lozano, y que el difunto era el P. Pedro Romero Espejo, del Convento de los Redentoristas de San Felipe de Cuenca. Que le conocía desde hacía años, pues había acompañado al Sr. Obispo de Cuenca hasta su pueblo en la Visita Pastoral. Pidió le dejaran amortajar el enjuto cadáver con la sotana, cosa que le permitieron.

Mientras lo amortajaba pudo recordar lo que el propio P. Romero le contó de su vida desde que salió del convento: “cómo salió del Convento de San Felipe por obediencia y se refugió como anciano en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres. Allí pasaba inadvertido entre los ancianos y además podía celebrar misa. Pero como le pesaba la conciencia estar escondido en aquel paraíso mientras en Cuenca se necesitaba más que nunca la ayuda sacerdotal; por esa razón desafiaba el peligro, salía a la calle atendiendo la llamada de quienes le reclamaban para atender enfermos, oírles en confesión, dar la comunión … Cómo el Asilo de las Hermanitas quedó bajo el control de los milicianos en agosto de 1937 y él fue a refugiarse a una casa amiga; allí iban a buscarle hasta que fue delatado. En el Gobierno Civil lo trataron con corrección y quedaron impresionados de su coherencia, por lo que lo incluyeron en la Asistencia Social y lo internaron en la Beneficencia. Allí no podía aguantar las blasfemias y los ataques a Dios, por lo que decidió salir de allí. Le ofrecieron sacarlo de Cuenca, pero lo rehusó. Comenzó a vivir en medio de la calle, con la cruz al pecho descubierto, el rosario en la mano y el breviario debajo del brazo, como un misionero mendigo. No quiso desde ese momento comprometer a personas caritativas que le ofrecían techo; no quiso someterse a controles; quiso vivir su consagración misionera como un claro signo de fe en medio de una ciudad en la que habían desaparecido los signos religiosos. Él que no pudo ser misionero en los momentos más fáciles por su conciencia estrecha y sus pocas cualidades para ello, lo fue en los momentos difíciles en que la Iglesia había pasado a las catacumbas. Su edad y su aspecto pordiosero fueron sus aliados. Y por ser misionero en la Cuenca de la persecución religiosa su salud se agravó y sus huesos terminaron en la cárcel, donde a los pocos meses de ingresar pudo celebrar su perseverancia en la vocación recibida.

martes, 17 de agosto de 2010

PERSONAS PELIGROSAS


Imagen de un listado de la Causa General de Cuenca (A.H.N.) donde aparecen


Desde el 30 de julio al 10 de agosto murieron 5 redentoristas de los seis candidatos al martirio. Sus nombres figuran entre las 15 personas que primero murieron en la pequeña ciudad castellano-manchega. De esas 15 personas 3 son seglares y el resto eclesiásticos.

Ante estos datos cabria preguntarse el por qué. ¿Que vieron en aquellos 5 hombres para buscar tan rápidamente su muerte? ¿Fue su filiación política? Difícilmente; no eran personas afectas a partidos políticos; es más, los afectos políticos de alguno de ellos como el P. Gorosterratzu estaban cercanos al nacionalismo vasco, socios del gobierno republicano. ¿Podría ser por su importancia como figuras eclesiales destacadas? Ciertamente podría darnos la impresión que los milicianos creyesen que en jerarquía eclesiástica fuesen detrás del Sr. Obispo y por ello murieran detrás; pero y los PP. Goñi y Olarte, buscados a plena luz del día y antes que matasen al Obispo y a las grandes dignidades. Por otro lado, no eran estas cinco personas lo que podríamos llamar líderes arrolladores de masas que temieran los de ideas contrarias: de los cinco uno, el P. Julián Pozo, era enfermo agudo crónico, que apenas tenía relación con la ciudad; otro, el P. Miguel Goñi, era enfermo crónico cuya tarea era la predicación y la confesión en la iglesia; otro, el H. Victoriano, era tremendamente tímido y llevaba una vida sencilla de oración y trabajo en la portería y sacristía de San Felipe; el P. J. Xavier Gorosterratzu empleaba su tiempo en el estudio, en la atención de monjas y en la dirección espiritual; únicamente el P. Ciriaco Olarte daba grandes campañas misioneras, pero llevaba poco tiempo en Cuenca, y de este, la mayor parte estaba fuera en misiones; tampoco este era una persona destacadamente peligrosa.

Creo humildemente que el peligro de esas personas era el testimonio que la Comunidad Redentorista de San Felipe daba en Cuenca, con estos o con otros religiosos. El testimonio nacido de su consagración misionera a Cristo Redentor; de vivir e irradiar únicamente a Cristo, y un Cristo que se entrega por amor. En Cuenca era conocida aquella iglesia por el testimonio misionero de la comunidad que la atendía. Y esa valentía del misionero por vivir y anunciar el Evangelio le lleva a afrontar el horizonte de su vida desde el martirio; el martirio es el voto de perseverancia que hacen los Redentoristas, vivido en condiciones complicadas.

APARECIDOS 4 CADÁVERES EN EL CAMINO DEL CEMENTERIO DE CUENCA


En esta mañana del día 10 de agosto de 1936 han amanecido 4 cadáveres con heridas cerebrales en el camino del Cementerio de esta ciudad. Personado el Sr. Juez Municipal ha podido averiguar que se trata de los cadáveres de los sacerdotes siguientes: Victoriano Pérez Muñoz, de 62 años, Dignidad de Arcipreste de Cuenca, D. Manuel Laplana Torres, de 40 años, Beneficiado de la Catedral y Familiar del Sr. Obispo, P. Javier Gorostettatzu Juranena, de 65 años, Sacerdote Redentorista del Convento de San Felipe, H. Victoriano Calvo Lozano, de 39 años, Religioso Redentorista, sacristán del Convento de San Felipe. Todos ellos se encontraban alojados en el Seminario Conciliar de Cuenca (Cf. Causa General de Cuenca, Pieza principal de Cuenca ciudad: AHN. Leg. 1062. Exp. 10, p. 136; Causa General de Cuenca, Pieza de Persecución Religiosa: AHN. Leg. 675. Exp. 9, p. 19). Los cadáveres del P. Gorosterratzu y del H. Victoriano han aparecido atadas las manos de uno con otro.

La noche del día 9 de agosto, noche de S. Lorenzo con la popular lluvia de estrellas, se estaba viviendo en el Seminario con gran ansiedad. La noche anterior habían sacado los milicianos al P. Pozo y a D. Crisóstomo. El P. Gorosterratzu estaba convencido que él caería esta noche. A las 2 de la madrugada se abrieron las puertas del Seminario y bajaron por las calles 4 personas. Sor Escolástica, una monja Benedictina refugiada en el Asilo de las Hermanitas, vecino al Seminario, pudo ver como sacaban a su tío, el P. Javier Gorosterratzu junto con otros, con las manos atadas atrás, camino del martirio. La H. Luisa nos ha manifestado que ha visto salir al P. Gorosterratzu escoltado en compañía del H. Victoriano. Que entre los milicianos iba el que había asesinado al Sr. Obispo, Elías Moya, que iba arreando a los sacerdotes, haciendolos adelantar mediante empujones. Sor Escolástica nos dice: “[Al P. Gorosterratzu] le vi precisamente cuando le sacaban, porque aquella noche estábamos de vela y una Hermanita de los Desamparados nos dijo, nos avisó, que lo sacaban, y entonces yo misma le vi a mi tío durante un poco de espacio y le vi - juntamente con Sor Nieves- que debía llevar las manos atadas porque se le veía que por lo menos las llevaba puestas para atrás”. (Declaración jurada de S. Escolástica al Tribunal instructor de la Causa de martirio de J. J. Gorosterratzu y 5 compañeros).





viernes, 13 de agosto de 2010

EL SR. TORRALBA IDENTIFICA EL CADÁVER DEL P. JULIAN POZO


El Sr. Torralba, cristiano convencido es requerido por el juzgado de Cuenca la mañana del día 9 de agosto para ir al K. 8 de la Carretera de Tragacete. Han aparecido dos cadáveres y han de identificarlos. Dicen que son de 2 sacerdotes, pues uno va vestido con sotana. El debe de saber de quienes se trata. Al verlos claramente descubre que son los cadáveres de D. Crisóstomo Escribano y del Redentorista P. Julián Pozo. Ambos cadáveres están en un charco de sangre. El del primero está totalmente tirado; el del P. Pozo en posición fetal y con la sonrisa en los labios. Torralba, impresionado ya en casa se pregunta cómo ha pasado todo. Alguien se acerca a hablar con él y reconstruyen la escena.

(Cf. D. de Felipe, Nuevos Redentores, Madrid 1965, pp. 187-189) El sol del día 8 de agosto ha caído. En el seminario se percibe entre los sacerdotes refugiados cierto desasosiego. La muerte de los 2 redentoristas (PP. Olarte y Goñi) y del sacerdote diocesano D. Virgilio de la Rosa; el rumor del asesinato del Sr. Obispo junto a D. Fernando Español ha creado un ambiente entre nervios y opción martirial. Al redentorista P. Javier Gorosterratzu se le ve algo nervioso por el futuro que les depara. Pero la celebración de la Eucaristía les sirve a todos de consuelo y de fortaleza para afrontar el futuro que proveen. Junto con la Eucaristía el Sacramento de la Reconciliación los prepara para hacer de si una ofrenda limpia al Señor. A primeras horas de la madrugada del día 9 de agosto llaman al sacerdote D. Crisóstomo Escribano, Secretario de Cámara del Obispado y Canónigo Lectoral de la Catedral. Intuimos que los milicianos encargados del Seminario ha creído que se trata de un sacerdote que en su dignidad seguía en importancia al Prelado. Junto con él sacan a un redentorista alto fuerte y sonriente. Ambos sabían cual era ya su destino, por lo cual se dieron el uno al otro la absolución.

Han sido llevados por un piquete de milicianos a la Carretera de Tragacete, y en el km. 8. D. Crisóstomo pidió morir. El P. Julián Pozo se arrodilló y comenzó a rezar el rosario. Ambos recibieron la descarga de las balas en la cabeza. A D. Crisóstomo aún le quedó fuerzas para gritar “Viva Cristo Rey”, ante lo cual recibió otra descarga. El P. Julián Pozo muere como víctima, ofreciendo su vida a Dios y sonriendo incluso a sus verdugos.

sábado, 7 de agosto de 2010

LA CARCEL DEL SEMINARIO DE CUENCA


La custodia del Seminario Diocesano de San Julián hasta el día 28 o 29 de julio ha estado en manos de la Guardia Civil. Esto ha ocasionado que fuera un espacio de salvación para muchos sacerdotes y algunos religiosos. El P Javier Gorosterratzu, alojados en la casa de D. Elpidio Iranzo hasta el día 28 de julio, para evitar un posible registro, ha pedido al Sr. Obispo ser recibido en el Seminario donde poder evitar los registros. Lo mismo han hecho el P. Julián Pozo y el H. Victoriano, acogidos en la casa de las hermanas Muñoz hasta el día 31 de julio. Enterados de la muerte de los PP. Olarte y Goñi creen encontrar su tabla de salvación en el Seminario; pero lo que allí van a encontrar es una fácil cárcel de sacerdotes controlada por los milicianos. El día 29 los guardia civiles la dejan y su control queda en manos de los milicianos. El día anterior, 28 de julio, el obispo es obligado a dejar su residencia en compañía de su mayordomo Manuel Laplana y de su familiar Fernando Español y son conducidos al Seminario convertido en cárcel. El sacerdote Virgilio de la Rosa junto con su sobrino han sido sacados de su domicilio y fusilados en día 6 de agosto. Todo esto va creando un ambiente martirial en la comunidad presbiteral - cárcel improvisada en el Seminario. Este ambiente llega a su culmen en día 7 de agosto cuando el Sr. Obispo D. Cruz Laplana y Laguna (1921-1936) y su familiar D. Fernando Español son sacados por la noche del Seminario y fusilados en la Carretera de Alcázar de S. Juan.

En todos surge la pregunta: ¿Quiénes serán los próximos en dar testimonio de la fe?

miércoles, 4 de agosto de 2010

MANUEL GIL DE SAGREDO, ANIVERSARIO DE SU MUERTE


1. BIOGRAFÍA
Manuel Gil de Sagredo Arribas nace en Granada el 8 de enero de 1908; ingresa en el Jovenado o seminario menor redentorista de Cuenca en febrero de 1920, pero a los pocos meses es trasladado a El Espino (Burgos). Terminados los estudios de Humanidades en 1923, ingresa en el Noviciado, en Nava del Rey (Valladolid); el 23 de agosto vestirá el hábito redentorista. Emite la profesión religiosa el 24 de agosto de 1924. A continuación es trasladado al seminario mayor redentorista de Astorga (León) donde realiza los estudios eclesiásticos. Recibió la ordenación presbiteral, el 6 de julio de 1930, en la capilla particular del obispo de Barbastro (Huesca) el redentorista Nicanor Mutiloa. Celebra la primera Misa al día siguiente en la basílica del Pilar en Zaragoza. Viaja a Inglaterra con el fin de perfeccionarse en el idioma y a en enero de 1931 zarpa en un barco rumbo a China. En China estará como misionero desde esta fecha hasta 1941 en que regresa a España con el fin de informar de primera mano acerca de la situación de la misión. Las fronteras con Asia quedan cerradas debido a la extensión de la Guerra Europea a Asia; esto le obligará a permanecer en el territorio patrio hasta el fin de la 2ª Guerra Mundial.
Durante 5 años permanecerá en España, completamente entregado a dar a conocer la misión redentorista de China, a la predicación de Misiones Parroquiales y a la dirección espiritual. Fruto de su primera gira de propaganda misional y de su simpatía y genio misionero funda las “Marías del Redentor”, una asociación laical femenina comprometida con el sostenimiento de la misión en China y con un marcado compromiso social en aquellos lugares donde se establece, nacida en febrero de 1942.
El fin de la IIª Guerra Mundial y abiertas las fronteras, regresa a China, enviado como Viceprovincial de la Misión. Allí el P. Sagredo se va a tropezar con la revolución Maoista; desde el primer momento, desconfía de las autoridades del país. Denuncia el cisma que esconde la propaganda que tiene confundidos a laicos y clérigos nativos. Prepara para el martirio o el cautiverio a muchos cristianos. Para evitar sus manifestaciones públicas, el gobierno ordena su encarcelamiento el 17 de junio de 1951. Totalmente incomunicado, y sometido a un régimen de aislamiento, amenazas, privaciones de sueño y mala alimentación. Permanece en prisión cinco meses. El 24 de octubre tuvo lugar su juicio y después de confesar su fe, se les condenó a la expulsión perpetua de China. Durante quince días viajó escoltado por tres policías hacia Hong Kong. El día 29 de enero de 1952 llegaba a Madrid.
2. MUERTE
El 28 de julio de 1952 llega a Astorga (León) para predicar el triduo a San Alfonso y hacer propaganda misional en favor de China. Muere repentinamente el 4 de agosto de 1952, a los 44 años de angina de pecho. El día 1 de agosto predicó el primer sermón con normalidad. El día 2 de agosto se quejó de ciertos dolores intestinales acompañados de fiebre; pese a esto predicó el sermón, pero ya por la noche no bajó a la velada que había organizada, sino que la vio desde su habitación. El día 3 se levantó a celebrar la misa; como se mantenía la fiebre en 39 regresó a la cama. Le visitó el médico y diagnosticó una infección intestinal. Esa noche apenas durmió. Al día siguiente la fiebre había bajado, pero el médico dijo que se quedara reposando. Apenas comió pero no retenía ningún alimento. Comió algo a las 4 de la tarde; se echó a dormir y ya no despertó.

DECLARACIONES DE LOS TESTIGOS


Un testigo declara “que conoce a “El Sustos” y que una vez estallado el Movimiento fue uno de los que primeramente prestó servicios de armas, patrullas y controles… y haber intervenido en los primeros asesinatos llevados a cabo en esta capital el día 30 de julio de 1936 en las personas de dos Padres Redentoristas en compañía de otros cuantos individuos”. Otro testigo dice que “El sustos, el día 31 de julio de 1936 en compañía de los Vinagreros, El Guerra y otros que no sabía …. Vio como al ir por el camino que conduce a Cuenca desde la fábrica del “Batán”, y próximos al puente denominado de los Descalzos traían los referidos sujetos a dos individuos cuyas señas son uno con boina y el otro con gafas, recordando que uno de estos detenidos no llevaba camisa. Más tarde oyó los disparos que cree el que este manifiesta serían los que causaron la muerte a los anteriores individuos que llevaban detenidos”. Una señorita, testigo también de los acontecimientos declara: “que a últimos de julio de 1936 y en ocasión de que regresaba de vender los artículos producto de una huerta que cultivaban sus padres y al llegar a un sitio que hay cerca del Puente de los Descalzos, pudo ver que un grupo de unos ocho o diez individuos llevaba el mismo camino que ella. Que dicho grupo lo componía “El sustos” y otros milicianos armados de pistolas y escopetas y dos individuos que por la expresión que llevaban dedujo eran detenidos. Que siempre fue tras de ellos hasta llegar a un paraje que está en la senda que conduce a las huertas, encima de la fuente de Caquito, que allí se detuvo el grupo y entonces la dicente también se paró diciendo uno que la dejasen paso, que entonces echó delante la que esto declara y pudo oír que el Sustos a la vez que subía en dirección a la senda de las Angustias y por una cuesta que conduce a ella decía que se esperasen. Que al cabo de un poco tiempo la dicente volvió la cabeza al oír que el mismo Sustos desde una cantera que hay debajo de la senda de las Angustias les decía que ya podían subir lo cual hizo el grupo, que pudo precisar también que los hombres que llevaban detenidos en vez de subirlos por una senda les obligaron a hacerlo a través de las peñas y del terreno accidentado. Que cuando la dicente llegó a casa del Batán y se paró a conversar… oyó los disparos que sin duda alguna fueron los que ocasionaron la muerte a los pobres detenidos”. Y otro testigo dice que el día 31 de julio de 1936 se encontró a la anterior chica y le contó que vio que del grupo ya parado encima de la fuente del Caquito se destacaba como para buscar sitio para matar a los dos detenidos Sustos y su hermano. Que cuando ya venía por la carretera que hay al lado derecho del río, oyó los disparos que sin duda alguna fueron los que causaron la muerte de los dos individuos que llevaba el susodicho grupo. Que el que declara no tuvo reparo en acercarse después a ver si estaban los cadáveres o no y vio que precisamente estaban en la cantera que hay debajo de la senda de las Angustias. Que más tarde y con motivo de ir los guardias municipales a retirar los cadáveres se enteró que los asesinados habían sido dos padres redentoristas del Convento de San Felipe”.

(Archivo histórico de la Defensa de Madrid, Juicio Sumarísimo 1064 (Legajo 4131) instruido contra Crescencio Delgado Cañas; fols. 55 vto.-56)

martes, 3 de agosto de 2010

¿Quienes son esos dos hombres y por qué fueron asesinados?


Ya está atardeciendo. Se acerca un furgón a recoger los cadáveres. El Juez pregunta sobre la identidad de las víctimas. Alguien reconoce en ellos a dos frailes redentoristas del Convento de San Felipe. Uno es el P. Ciriaco Olarte y el más joven el P. Miguel Goñi. Ambos han sufrido heridas mortales en la cabeza, aunque el más joven parece que tardó algo más en morir. Por los golpes sufridos deben de tener los huesos de las extremidades rotos, apareciendo los brazos en posiciones inverosímiles.
El H. Benjamín se acerca a una casa y cmienza a hablar con un compañero, el redentorista P. Posado contándole lo que le han contado. Alguna mujer que vio como les disparaban y como se dieron el uno al otro la absolución; unos hombres que trabajan en la central eléctrica se han acercado y han visto la agonía prolongada del P. Goñi. Por su parte D. Enrique "me ha contado que estaban preparados para recibir la palma del martirio. El otro día el P. Goñi dijo que el día de S. Alfonso lo celebrarían en el cielo. El P. Olarte comentó que en la congregación redentorista no hay aún mártires, a lo que sugirió el P. Goñi que quizás fuesen los primeros".