domingo, 26 de junio de 2011

PEDRO ROMERO ESPEJO

Superando dificultades para cumplir la voluntad de Dios

El 28 de abril de 1871 a las 16,30 hs. en Pancorbo, a Cirilo Romero y a Paula Espejo les había nacido un hijo varón. Al día siguiente, en el que el Martirologio señalaba la memoria de San Pedro Mártir y Papa, fue llevado a la Iglesia y bautizado, dándole por nombre los de Pedro y Prudencio. Cirilo era de un pueblecito cercano a Briviesca (Burgos) llamado Vileña; tenía por oficio tratante de cerdos. Paula era del mismo Pancorbo (Burgos) y se dedicaba a las tareas domésticas. El hogar tenía en el pueblo de ser extremadamente caritativo, pues tanto Cirilo como Paula eran muy caritativos con los pobres y necesitados: si algún mendigo pasaba por el pueblo lo enviaban a la casa de Cirilo a pasar la noche. Otra de las características del hogar fue la piedad; los padres inculcaron a Pedro, desde muy niño, el respeto a las cosas de Dios.

Pedro fue creciendo en ese hogar, en el que tuvo que superar numerosas pruebas. La primera de éstas fue la enfermedad, pues durante la infancia fue muy enfermizo, no creyendo nadie que llegaría a la edad adulta. Otra dificultad que tuvieron que sortear la familia fue el destierro: cuando Pedro contaba con 4 años, la familia fue expulsada de Pancorbo por tener un tío paterno carlista; durante unos 7 meses tuvieron que refugiarse en el País Vasco, en pleno frente de batalla.

Pancorbo y desfiladero
A partir de los 6 años comenzó a ir a la escuela, teniendo facilidad para el aprendizaje. Aunque era algo pícaro y travieso, se aplicó al estudio. A esa edad recibió el Sacramento de la Confirmación en la Iglesia Parroquial de San Nicolás de Bari de Pancorbo el día 9 ó 10 de septiembre de 1877 de manos del Arzobispo de Burgos D. Anastasio Rodrigo Justo. Comenzó a sentirse muy inclinado a la piedad: “Tenía gusto en ir a la iglesia para aprender las cosas que había el párroco u otro sacerdote determinado enseñarnos a los niños”.

Comulgó por primera vez a los 9 u 10 años; a partir de esa fecha, se confesaba unas 4 u 5 veces al año y ayudaba a misa todos los días. Por aquellos días los Redentoristas, recién instalados en El Espino, dieron una misión en Pancorbo, y esto infundió en el corazón de Pedro el deseo de ser algún día otro misionero como aquellos. Y aunque desde pequeño albergó un deseo por la vida eclesiástica, poco a poco, este se fue incrementando y orientando hacia la vida religiosa. Pero las cosas no iban a ser fáciles; dos obstáculos se interpondría entre los deseos y la consecución de estos: su excesiva timidez y la pobreza familiar. Y así fue como después de escuchar la llamada al sacerdocio y ayudado por el párroco, anduvo su padre viendo donde podía estudiar. Para prepararse a para su ingreso en el seminario, cuando cumplió los 13 años fue a aprender la gramática latina con un profesor durante un año y medio.

Puerta de entrada a Pancorbo
Pero la pobreza era un obstáculo; por eso decidieron que hiciera la carrera corta o que entrara en un convento. Parece que Pedro se inclinaba por esto último, así que el Sr. Cirilo se puso mano a la obra para buscar qué religiosos lo acogían: Sagrados Corazones de Miranda, Jesuitas de Oña, otros religiosos… pero todo eran obstáculos. Así que casi desistió. Pero Pedro, sintiéndose llamado a la vida religiosa y empujado por el mal carácter que de vez en cuando aparecía en su padre, resolvió irse de casa. El Sr. Cirilo, viendo el estado de las cosas y la testarudez de su hijo por ser religioso, hizo el último intento; y esta vez consiguió que se resolvieran todas las dificultades yendo personalmente a El Espino, un Colegio Seminario que los Redentoristas habían iniciado en el cercano pueblo de Santa Gadea del Cid (Burgos) el 16 de julio de 1882 y donde había algunos otros jóvenes de Pancorvo; convenció al R.P. Charrot, Director del Espino, para que acogiese a su hijo a mitad del curso.

Su testarudez por ser religioso motivó para que su padre resolviera todas las dificultades. Tenía 14 años y 10 meses cuando ingresó a mitad de curso, el domingo 21 de febrero de 1886, después de haber confesado y comulgado en su pueblo. En el Espino, como ya tenía nociones de latín, fue incorporado al 2º curso; terminó los años preparatorios en 3 años y medio. Durante este tiempo fue un seminarista normal, que cumplía el reglamento.
 Vida como misionero

Tenía 18 años y 4 meses cuando salió del Espino y fue a Nava del Rey (Valladolid) para hacer el Noviciado, donde llegó el 22 de agosto de 1889. Después de un tiempo de preparación para el año de probación, vistió el hábito redentorista el 22 de septiembre de 1889,. Con el cual comenzó el Noviciado bajo la dirección del P. José Chavatte. Profesó como Redentorista el 24 de septiembre de 1890. Continuó su preparación para el presbiterado en Astorga (León), donde después terminados estos estudios sacerdotales, se ordenó de sacerdote el 29 de febrero de 1896.
El P. Romero (centro de la foto)
en Astorga en 1896 como estudiante

Para estrenar su ministerio sacerdotal es destinado a Nava del Rey, de donde a las pocas semanas sale en dirección al Perpetuo Socorro de Madrid. El 9 de mayo de 1997 comienza el 2º Noviciado en en la madrileña casa Pontificia de San Miguel, dirigido por el P. Otmaro Allet. Terminado éste, en noviembre del mismo año es destinado a San Juan de los Reyes de Granada, en el Albaicín. En 1899 pasó a Astorga (León) como Misionero; esta época será la de más actividad misionera, participando en un centenar de misiones. En 1911 deja Astorga y va a San Miguel de Madrid; en 1913 a El Espino y al año siguiente a lo encontramos en Granada en la recién bendecida Iglesia-Santuario del Perpetuo Socorro. Allí disfrutará de la nueva residencia comunitaria aneja al Santuario. Además del culto de la Iglesia, muy floreciente, de las misiones, aquí va a ser consultor del Superior, el P. Yañez y del P. Ruiz Abad. Y con este cargo de Consultor pasa a Cuenca en 1921, manteniéndose en el cargo hasta el final de su vida.

Por su carácter tímido y severo, no le fue bien en su tarea de misionero, y se dedicó a predicaciones esporádicas en fiestas, en la confesión, retiros a religiosas, a cuidar el culto en la iglesia de los redentoristas y al cultivo de la vida interior, como si de un monje se tratara. No le fue fácil asumir sus limitaciones, pero su espíritu sobrenatural y ascético le ayudo para ello.

El P. Romero (fila primera, primero de la izquierda) en Granada
Un condiscípulo y compañero, el P. Lorenzo González, nos deja de él este retrato: “Del P. Pedro Romero, ¿qué le diré? Convivimos juntos como jovenistas, como estudiantes y dos o tres años como Padres y misioneros. El mejor elogio que se puede hacer de él es decir que el P. Pedro Romero fue siempre el P. Pedro Romero. Serio de jovenista, serio de novicio, serio de estudiante, serio de Padre y misionero... Religioso observantísimo de la Regla, amantísimo de la pobreza, vigilantísimo en el trato con las mujeres. Jamás se le oyó hablar mal de un cohermano…. Consigo fue siempre muy austero”. El P. José Machiñena, que fue su Provincial algún tiempo nos lo describe así: “muy buen Religioso, muy rezador, muy serio en su porte y muy rígido (esclavo de la letra de la Regla) en el trato con las personas.” Destacó en “su amor a la oración y en su amor a la santa pobreza (siempre quería lo más pobre), muy amigo del recogimiento”.

Su tarea como misionero en Cuenca, “se dedicaba al culto de la iglesia y a dar ejercicios a Religiosas, desempañando estos ministerios bien. Su carácter era tímido; y resultaba escrupuloso en su proceder… Tenía mucho confesionario” donde solía repetir a los que acudían a él “no somos ángeles, no somos ángeles”.

Misionero en medio de la persecución religiosa

El P. Pedro Romero abandonó el convento el 19 de julio de 1936 a la fuerza y por mandato del superior. Se refugió en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, con el P. Pedrosa, superior de la Comunidad y el H. Clemente. En el Asilo era un anciano más y estaba contento, porque podía seguir su vida de convento: celebraba la eucaristía y predicaba a diario a las religiosas, rezaba su breviario, ejercía el apostolado entre los ancianos y de vez en cuando salía a la calle a ejercer el ministerio y hacer el bien por la ciudad. En una de estas salidas corrió peligro de perder la vida en manos de los milicianos. En el asilo estuvo hasta agosto de 1937, en que tuvo que irse por haber quedado este en manos de un Comité de la CNT.

 Cuando salió del Asilo se refugió en casa de Doña Bienvenida Herráez, en la calle de San Miguel, donde le ofreció un cuarto oscuro en el que además de vivir, confesaba a cuantos se acercaban; allí estuvo hasta que, denunciado por la suegra de ésta que tenía una enfermedad mental, tuvo que presentarse en el Gobierno Civil a declarar. En el Gobierno Civil dieron orden de que fuera incluido en la asistencia social. Ingresó en Beneficencia, pero, no pudiendo aguantar las blasfemias y las burlas; salió de allí y vivió como un mendigo por las calles de la ciudad.

P. Romero (numerado como 1) en la Comunidad de Cuenca
Por las calles de Cuenca fue un auténtico Misionero; vivía mendigando el pan. Atendía a enfermos, confesaba a unos u otros. Celebraba la Eucaristía por las casas; siempre que se le llamaba para administrar sacramentos acudía sin tardanza. Todo el mundo sabía que era religioso. Muchos le conocían personalmente. No se recataba de llevar al descubierto el breviario, el rosario y el crucifijo a la vista de todos. Rezaba por los parques, vivía de la limosna. Asistió en la hora de la muerte a la madre del Vicario General, D. Trifón Beltrán, quien no tardará éste en pagarle el favor.
 
Pero este tenor de vida no podía prolongarse mucho. Su organismo de anciano no podía resistirlo. Por algún tiempo iba a dormir en la llamada Posada de Ruperto, en la Puerta de Valencia, donde dormía en la cuadra. Algunas familias piadosas de Cuenca le ofrecían algo caliente, lo único que él admitía. Rehusó cuantos ofrecimientos le hicieron de recogerlo familias amigas primero y después sus cohermanos redentoristas. No quería comprometerlos complicarle la vida a nadie y, además, así estaba más libre para ejercer el apostolado. Rechazó también una oferta para salir de Cuenca por no dejar abandonada y sin sacerdotes aquella ciudad en la que había pasado un tiempo considerable de su vida. Pero cada día se sentía más agotado y cansado ya de aquella vida y resquebrajada su salud, llegó a pensar en la cárcel como un beneficio.
 
En el libro de registro de la Prisión Provincial de Cuenca (Causa General de Cuenca, Leg. 675, Exp. 2, Fol. 26, nº 1316) nos ofrece el dato de que ingresó en la Cárcel con fecha de 6 de junio de 1938. Ante la comida que les daban consistente sobre todo en lentejas, solía decir con chiste: “a mí unas chuletillas me harían muy bien”. Allí encontró un verdadero ángel tutelar en la persona del joven Gabriel Lozano, sacristán de Rubielos; él nos ha dejado en una carta lo que pudo contemplar:
“El año 1938, …, llegó el Padre Romero a la Prisión de las Descalzas con una blusa oscura, el paraguas, una bolsa con ropa, una manta, sus libros, dos o tres crucifijos, rosario grande y chico, y con los ojos bañados en lágrimas, que corrían hasta el suelo; en seguida me precipité para saludarle y consolarle en su profunda amargura, y me correspondió al punto con una agradable sonrisa, tranquilizándose mucho; le invité a mi departamento, con el fin de asistirle en cuanto pudiera, pero como éramos cuarenta los que allí pernoctábamos, dijo prefería un sitio aislado; y, en efecto, lo trasladé a una habitación que nadie ocupaba; le preparé una cama en el mullido suelo, un saco con paja, dos mantas y la suya, con la bolsa de ropa para almohada, para que descansara y le ofrecí algún alimento; dijo que sería mejor después; pero me fui a buscar un vaso de leche y se la di y pasé la tarde con él para distraemos y darle ánimos; y en este y otro ratos estuvimos hablando ... Como la comida que daban en la cárcel le sentaba mal, tuve que pedir limosna a señores muy pudientes, como don Julio Izquierdo, Jefe Ingeniero de Montes; don Rafael Ripollés, Arquitecto de la casa Real; don Trifón Beltrán, Vicario capitular; don Ramón Melgarejo, Marqués de Melgarejo; don José Echevarría, don Felipe Quintero, médico dentista, y otros, que les llevaban comida de fuera; pero como habían sido despojados de todo, vivían de la caridad; pero para lo poquísimo que tomaba el Padre Romero no faltó. Todo el día lo pasaba en fervorosa oración, ya con el rosario, ya con el Kempis, que me prestaba, ya con el rezo del breviario y con mucha meditación. También oía algunas confesiones y daba muy buenos y provechosos consejos. Yo de cuando en cuando le mullía la cama, lavaba, fregaba, etc. Fue acometido de disentería; mucho padeció en estos días y estas noches, pero sin dejar su profunda oración; y ya tuvo tal debilidad, que los servicios se los hacía yo ... Un día o dos pude asistirle; cuando volví era un cuadro triste y compasivo; lo cubría una plaga de moscas en aquel ambiente infecto; su aspecto era lo más alarmante y casi agónico: pude notar que hacía algunas jaculatorias. Yo le pregunté:
- ¿Cómo se encuentra, Padre?
- Ya lo ves - me respondió.
Hice por levantarlo; con esfuerzo se puso en pie, y envuelto en una manta y apoyado sobre mí, lo llevé a un cuarto solitario donde lo lavé de pies a cabeza, lo mudé y vestí, y como yo iba teniendo buena fama en la prisión, me dispuse a pedir utensilio para el Padre: conseguí habitación decente, cama, colchón, almohada, sábanas; después de acostado abrió los brazos indicándome que me acercara y me dio un abrazo prolongado y fuerte con repetidos ¡Dios se lo pague! ¡Dios se lo pague!
Salí por la prisión a pedir alimentos; me dieron leche, huevos, azúcar, café y de todo; pidió el crucifijo y el rosario; tomó alimento y rezando el rosario se durmió; después tuve que quitar las sábanas y poner otras y parte de la ropa interior; mejoró y llegó a levantarse para hacer sus devociones; en estos días llegó la notificación de su libertad y se puso muy contento diciendo que se iba; pero se la anularon, causándole honda pena; pero de nada se quejaba; finalmente se le presentó la enterocolitis ... Yo lavando de día y de noche; él no dejaba el rosario y el crucifijo; ya no tomaba alimento; sólo repetía: '¡Agua fresca! ¡Agua fresca! Jesús, José y María!'. Como ya no podía quedar solo y yo estaba rendido, le hizo compañía por las noches un Padre agustino de Zamora, llamado Padre José; un paisano mío de Rubielos y don Trifón. Viéndole tan grave, le dije yo: Padre, ¿se acuerda de Dios, de la Virgen, de la otra vida y de la cuenta que hemos de dar a Dios? Y me respondió, con los ojos fijos en el crucifijo que tenía en las manos: ¡Cómo no; habiéndolo predicado toda la vida a los demás! … entró en la agonía. Llamé a don Trifón, que le leyó la recomendación del alma; le pusieron dos inyecciones de aceite alcanforado ... Levantó los brazos y, conociendo yo su deseo me acerqué a él; me abrazó fuertemente y así expiró en breves momentos. Esto fue por la noche; le amortajamos entre el Padre agustino, Luciano Checa y yo, y lo velamos. Al día siguiente los señores antes mencionados me dijeron que encargase caja por cuenta de ellos ... Cuando vinieron por el difunto me dieron permiso para acompañarle hasta la vía pública.
El Hermano Lozano”
Cruz y tela aparecidos entre los restos del P. Romero
Según la partida de defunción “falleció en la Prisión Provincial el día cuatro del actual [julio], a las ocho horas y treinta minutos, a consecuencia de enteritis tuberculosa según resulta de la certificación facultativa y reconocimiento practicado” (Cf. Partida de Defunción Pedro Romero: Registro Civil de Cuenca, Secc. 3ª, T. 44 Folio 300. Nº 599). Aunque no fue asesinado, el desenlace de su vida fue reconocido por el Tribunal eclesiástico como martirial y así lo ha confirmado el Congreso de Teólogos celebrado en la Sagrada Congregación de las Causas de los Santos el día 11 de junio de 2011.

ORACIÓN
PARA USO PRIVADO
Por mediación del mártir Pedro Romero Espejo

Te pido Padre que me concedas humildad para aceptar mis limitaciones y por la intercesión de tu mártir Pedro y sus compañeros de martirio poder dar testimonio de mi condición de creyente, en todos los momentos del día. Por Jesucristo nuestro Señor.

OTRAS ENTRADAS SOBRE EL P. ROMERO

EL MENDIGO DE CRISTO

EL MENDIGO DE CRISTO- 2ª parte


sábado, 11 de junio de 2011

APROBADA LA POSITIO DE LOS MÁRTIRES REDENTORISTAS DE CUENCA

Hoy, 11 de junio de 2011 se ha reunido el Congreso de peritos Teólogos e Historiadores para estudiar la Positio super Martyrio del siervo de Dios Javier Gorosterratzu y 5 compañeros redentoristas martirizados en Cuenca entre 1936 y 1938. El voto dado por todos los miembros del congreso de estudio ha sido positivo, por lo que lo han dado por probado los técnicos el martirio en la muerte de los 6 redentoristas. Nos alegramos todos por la vida y la muerte de estos hermanos y por lo bien hecho el trabajo hasta el momento.

El congreso de Teólogos e historiadores es lo que hoy en día constituiría el “abogado del Diáblo”. Su trabajo es ver que los hechos históricos prueben las condiciones que la Iglesia exige para que una muerte sea martirial. Es el momento de los peritos y técnicos en la materia. Por esa razón es de las pruebas más duras que una Causa ha de atravesar.

Estamos a la espera que la Positio junto con el voto de los peritos sea estudiado por el Congreso de Cardenales y Obispos; si aquel es positivo se elevará al Santo Padre la súplica para que sean declarados mártires y se busque fecha para su beatificación. Esperemos que esto sea una de las formas de celebrar en el 2013 la llegada de los Redentoristas a España, celebrando la santidad de 6 redentoristas herederos del P. Loyódice.

Información sobre la causa [Pincha Aquí]




viernes, 10 de junio de 2011

CIRIACO OLARTE PÉREZ DE MENDIGUREN

El P. Miguel Goñi compartió la mayor parte de su vida con el P. Pozo; pero el momento definitivo, el de su muerte, que le dio sentido a la vida anterior, lo vivió con el P. Ciriaco Olarte. Ambos salieron juntos de S. Felipe y ambos dieron juntos testimonio de su fe en Cristo y de su condición de sacerdotes.

Nacimiento y forja de un misionero

A las 8,30 hs de la mañana del 8 de febrero de 1893 daba a luz en Gomecha María Pérez de Mendiguren; aunque dos niñas le precedieron en el seno familiar, éste era el primer varón de la familia; esto llenó de alegría a todos, especialmente a Saturnino Olarte, su padre, que lo cogió en sus brazos lo ofreció al Padre Creador en acción de gracias. Pasadas las primeras impresiones, Saturnino le inscribió en el registro civil y habló con el párroco para bautizarlo. Ese mismo día 8 nació también para la Iglesia en la Parroquia de la Transfiguración del Señor, recibiendo el nombre de Ciriaco.

Creció Ciriaco en el seno de una familia de labradores, numerosa y de honda experiencia religiosa; fueron 10 hermanos, de los cuales además de Ciriaco, 2 fueron sacerdotes seculares y 2 hermanas monjas Carmelitas descalzas. Recibió una esmerada educación religiosa, recibiendo la catequesis que le preparó a la 1ª Comunión y recibiendo la Confirmación el 7 de mayo de 1899 en Ariñez (Álava) de manos del Obispo de Vitoria D. Ramón Fernández de la Piérola.

Desde pequeño, Ciriaco destacó por su piedad y simpatía. Era un niño vivo, extrovertido y ocurrente; era bondadoso, compasivo y dócil; con sus padres siempre fue obediente. Tuvo especiales dotes para las relaciones: con un trato fácil y agradable, estaba adornado con cualidades musicales y de oratoria. Estas cualidades hicieron de él un niño simpático y agradable. Pero esta simpatía corría paralela a la piedad; gustaba con las cosas de Dios, y desde pequeño tuvo inclinación hacia la vida sacerdotal. Además de asistir con asiduidad a la catequesis, la Eucaristía y el resto de actos de culto.

Desde muy pequeño quiso ayudar a misa. Dada su edad y estatura, apenas podía coger el misal; el sacerdote le pospuso sus intenciones y le invitó a prepararse; él asumió esa tarea de preparación y todas las tardes se dedicaba a adquirir fuerza y habilidad en los brazos con unos libros gordos y pesados, para logar manejar el misal. Algún día que logró convencer al sacerdote para que le dejara ser monaguillo y así le pudiese mostrar la pericia que estaba logrando en el uso del misal, este terminó sobre su cabeza.

Desarrolló Ciriaco un corazón noble inclinado a la compasión y especialmente caritativo. En numerosas ocasiones se entretuvo en escuchar a los niños del pueblo que veía tristes o compartía lo que tenía con quienes lo necesitaban. A su casa invitaba de vez en cuando a algún niño que pasaba necesidad. En cuanto a los ancianos, se paraba a charlar con ellos o a acompañarles cuando estos iban por algún camino. Y cuando algún religioso o religiosa venía al pueblo a pedir por las casas, se las apañaba para encontrarse con ellos por casualidad; entonces, dejando los juegos los acompañaba de casa en casa, les ayudaba a llevar la carga y se las arreglaba para que terminaran comiendo a la mesa de su casa.

Iglesia de la Transfiguración del Señor de Gomecha
Con una personalidad tan especial y una experiencia de Dios tan fuerte, pronto sintió la llamada al sacerdocio. Entonces, a eso de los 10 años, le tocó decidir hacia donde encaminar su vocación: sacerdote secular, franciscano, ….. ; su vocación tenía una característica especial; no le llamaba Dios simplemente a ser sacerdote; lo que Dios quería de él es que fuera misionero. Enterado de que otro sacerdote del pueblo era Misionero Redentorista, pidió a sus padres ingresar como seminarista en el centro vocacional que los Redentoristas tenían en El Monasterio del Espino (Burgos); allí fue recibido el 21 de septiembre de 1904.

Durante los años que estuvo en El Espino se ganó el corazón de compañeros y formadores con la gran fuerza de atracción de su personalidad caracterizada por su carácter abierto y alegre, su simpatía y entusiasmo, su compasión y caridad y su piedad y recogimiento. De constitución corporal mediana, ágil, atlética y con gran resistencia física. En lo referente a su psicología, era ocurrente, espontáneo y aventurero. Pero donde destacó fue en la caridad, y una caridad elegante: conocedor de su fortaleza física, no sólo cargaba con el mayor peso en las excursiones a la montaña, sino que después ayudaba a sus compañeros con el peso que ellos llevaban.

Los estudios siempre le costaron mucho, pero encontró un apoyo en los formadores del seminario; apoyo al que él respondió con su aplicación. Donde brilló especialmente fue en las dotes que poseía para el teatro, la oratoria y la declamación; cualidades estas que le serían de gran ayuda en su vida misionera. Con la ayuda inestimable del P. San Román, al que estará siempre agradecido, terminó sus estudios preparatorios en el Espino (Burgos).

El día 2 de agosto de 1910 salió del jovenado del Espino y tomó el camino que le condujo a Nava del Rey (Valladolid) donde hizo el Noviciado. Vistió el hábito redentorista el 8 de septiembre de ese año y hizo su profesión Religiosa el 8 de septiembre de 1911 y al día siguiente marchó para Astorga (León) donde hizo sus estudios teológicos. Se ordenó sacerdote en Esta ciudad leonesa el 29 de julio de 1917, continuando un curso más en el Teologado hasta culminar los cursos de Teología Moral.

De estos años de formación nos queda el juicio de varios compañeros recogido por el P. Dionisio de Felipe (Nuevos Redentores, Madrid, Perpetuo Socorro 1962, p. 163): “El autor puede apropiarse, con pequeñas variantes, las palabras que escribió el Padre Ibarrola, y que se publicaron en la Revista El Perpetuo Socorro el año 1940 (Nuestros mártires, agosto 1940 –Año XLI núm. 586-, p. 305): ‘Profunda impresión de dolor causó en mi espíritu la noticia del asesinato del Padre Olarte... Compañero constante durante la carrera sacerdotal y después, en distintas residencias, hubo esta triste nueva de producir en mi ánimo desgarradura cruel.’ En efecto: nuestro continuo contacto en los doce años de la carrera y el carácter rebosante de simpatía del Padre Olarte, hacían hondamente sensible su desaparición a los que le habíamos conocido y habíamos disfrutado de su trato atrayente y noblote”. 
P. Ciriaco Olarte vestido de seglar en México

La vida apostólica de un misionero

 Al acabar el curso en julio de 1918 fue destinado a Nava del Rey (Valladolid). Obligado al servicio militar fue a Coruña durante unos meses, volviendo enseguida a Nava del Rey para hacer el segundo Noviciado que le prepararía de forma inmediata como misionero. Terminado este en 1919, sale para Cuenca, en cuya relación de personal figura el año 1920. Con fecha de 24 de octubre de 1920 escribe a su hermana desde Valencia comunicándole que ha sido destinado a México. Como no podía ser de ora manera, asumió como un gran reto misionero el destino: “Es para mí una honra el que los superiores me hayan escogido para misionar las tierras mejicanas y aunque tengo sentimiento por salir de la patria doy gracias a Dios por ello… Voy gustosísimo porque considero que Dios me llama y quiere que yo trabaje en aquellas tierras mejicanas por su gloria… hasta que Dios quiera y si Dios quiere hasta el cielo” .

Partió del puerto de Valencia el 26 de octubre. En Méjico es difícil seguir sus pasos. En 1922 está en Oaxaca; desde aquí escribe a su hermana el 1 de mayo de 1923 donde le cuenta la situación de persecución religiosa que viven, a pesar de lo cual se encuentra contento. En 1924 está en la Comunidad de Puebla y en junio de 1926 es destinado a Monterrey. Desde aquí escribe a su hermana el 12 de diciembre de 1925; en ella cuenta del intenso trabajo que tiene esa comunidad tanto de predicación como en el confesionario. El 22 de junio de 1926 escribe de nuevo desde esa ciudad contando el trabajo abrumador que tiene, con predicaciones, ejercicios y confesiones a la vez que se ha iniciado ya una persecución religiosa sistemática contra la iglesia; como resultado, la revolución de Calles le aventa de México y el 12 de septiembre de 1926, arrojado de Méjico, desembarca en Coruña junto al P. Cándido Fernández Peña. A los cuatro días, el 16 de septiembre, escribe de nuevo a su hermana dándole la noticia de su llegada:
Vine como han tenido que venir la mayoría de los sacerdotes españoles, porque allí están las cosas imposibles. El Presidente no cede en nada contra la Religión y estábamos viviendo en casas particulares, pues las iglesias son declaradas bienes de la nación y desde el 30 de julio no ejercía en público ningún sacerdote. Estando las cosas en este estado, pareció más prudente venirnos pensando que para volver ya habrá tiempo”.
En la comunidad de Coruña queda hasta septiembre de 1929, dedicado a un intenso trabajo de largas campañas misioneras por las tierras gallegas, estando fuera de la residencia tres o cuatro meses seguidos. Junto a las misiones se en encomiendan otras responsabilidades comunitarias como son las de Prefecto y enfermos, de forasteros o cronista. El 17 de septiembre de 1929 el P. Ciriaco Olarte sale de la Coruña destinado a la Comunidad del Perpetuo Socorro de Madrid, como Misionero; en Madrid estará hasta agosto de 1932, con un pequeño intervalo de una semana en que va a Nava del Rey en julio de 1931 por precaución ante los acontecimientos políticos. En Madrid, además de las Misiones, tendrá otras responsabilidades comunitarias como la de bibliotecario. En una carta que escribe a su hermana con fecha de 21 de diciembre de 1929 le dice: “Mi vida en Madrid es como en todas partes, dedicándome en las ocupaciones del ministerio y fuera en toda clase de trabajos apostólicos. Lo que llevamos de invierno lo he pasado en Alicante, donde el clima es primaveral. Vine a casa el día 15 del presente, y tal vez se preparen nuevas salidas para mediados de enero, que durarán toda la cuaresma”. Y en otra del 22 de abril de 1929 “Mi última campaña de misiones fue larga y de mucho trabajo. Todos fueron pueblos sin fe y para más estropearlo tuvimos que luchar con varias huelgas de obreros. Sin embargo siempre se consiguen frutos consoladores. Mañana salgo para la Misión de Yecla de 30000 almas en la provincia de Murcia.” Y así otras misiones en Jaén, Madrid, León, Valladolid, misiones que detalla a su hermana.

Ciriaco Olarte. Fotografía de la última etapa de vida.
El 16 de agosto de 1932 el P. Ciriaco llega destinado a Granada en donde estará hasta el 4 de julio de 1933, además de misionero como sotoministro y prefecto de forasteros. Allí, su radio de acción se extiende a Córdoba, Málaga, Granada y Almería, predicando Misiones Novenas y Ejercicios a Monastrios contemplativos. El 4 de julio de 1933 sale de Granada de nuevo para el Perpetuo Socorro de Madrid, como Misionero y ocupando el tiempo que le quedaba en casa en la atención a la Asociación de Asistentas domésticas de Santa Zita. En esta comunidad residirá hasta 1935. Esta vez su irradiación misionera llega desde el Colegio de las Escolapias de Carabanchel al Terrer y Calatayud (Zaragoza) hasta Plasencia (Cáceres). El 8 de mayo de 1935 el P. Ciriaco Olarte va destinado a Cuenca, donde le sorprenderá la persecución religiosa. Allí seguirá su intensa labor de misionero y de predicador a las religiosas. Con las elecciones de febrero de 1936 parece ser que las solicitudes de misiones bajan, o así lo da a entender en una carta a su hermana con fecha de 14 de julio de 1936: “Por aquí seguimos sin novedad, aunque sin trabajo fuera de casa”. Parece que no depara mucho o no le da mucha importancia a cómo están derivando las cosas; su principal preocupación es seguir evangelizando.

Dando testimonio hasta la muerte

El día 20 de julio de 1936 sale de la Residencia de San Felipe y se hospeda junto con los PP. Goñi, Jorge y Posado en la casa que el Sacerdote Canónigo D. Acisclo Domínguez tenía en la calle Andrés Cabrera. Salían a la Catedral a celebrar la Eucaristía. A los pocos días decidieron separarse y el día 25 fue junto al P. Goñi a la vivienda de la calle Los Pilares donde vivía el sacerdote D. Enrique García, Beneficiado de la Catedral de Almería.

Siguieron saliendo a celebrar a la Catedral; una noche enviaron a un monaguillo para pedirle al H. Benjamín que les consiguiera un cáliz y para darle el siguiente: “escóndete bien, que de nosotros todos saben que estamos aquí, y cada día se pone peor” (Cf. H. Benjamín). Y viendo el peligro que corrían, el P. Olarte comentó a Goñi y a D. Enrique: “El día de San Alfonso lo vamos a pasar en el cielo”.

La vida que llevaron en casa de D. Enrique fue la de un continuo retiro de oración, preparándose los tres para un futuro incierto, pues veían como las cosas cada día estaban peor. El día 31 de julio, después de celebrar los tres sacerdotes la Santa Misa se presentaron unos milicianos en la casa y hacen un registro; ante la presencia de los redentoristas vestidos con el hábito, D. Enrique les aclaró que eran amigos suyos, y estos se fueron. Volvieron al poco rato y les dijeron a los PP. Goñi y Olarte: “¡Quedan detenidos! Quítense los guardapolvos [refiriéndose a las sotanas] y sígannos”. D. Enrique y su asistenta intentaron impedir que se los llevaran, pero un miliciano les dio un empujón y les fritó: “Quítense o los aso”. Los dos redentoristas supieron su destino y se despidieron de D. Enrique diciéndole “Hasta el cielo”.

Dado que daban las 10:00 hs. en la torre Mangada de una mañana de verano, muchos les vieron pasar en medio de la ciudad: calle Pilares, calle Severo Catalina, bajada de las Angustias, postigo de los Descalzos, Ermita de la Virgen, Puente de los Descalzos…; toda una ruta turística detallada en las guías turísticas. Iban entre un grupo de milicianos que los llevaban a empujones, insultos y vivas a Rusia y al ritmo de la internacional. Al llegar al puente se adentraron por una senda a la orilla del Júcar en dirección a la estación eléctrica del Batán. En un desmonte de una antigua cantera los pusieron a subir un terraplén, y los milicianos, desde arriba y abajo descargaron sobre ambos siervos de Dios. Varias personas fueron testigos del macabro cuadro. El cadáver del P. Ciriaco sufrió los disparos en el pecho; esto hizo que tardara más en morir; según cuentan se arrastró hasta su compañero de martirio y le impartió la absolución antes de quedar él mismo exánime por la pérdida de sagre. Ambos fueron abandonados en el descampado con una vigilancia para que nadie se atreviese a acercarse; poco a poco, sin poder precisar la hora de la muerte, se fueron desangrando; según la partida de defunción el P. Ciriaco Olarte murió “sobre las veinte horas a consecuencia de hemorragia externa”. Por la noche fueron recogidos ambos cadáveres e inhumados en la fosa común.

El P. Olarte junto con el P. Goñi fueron los protomártires mártires de la ciudad de Cuenca. A ellos les seguirá el Sr. Obispo junto con su secretario.

ORACIÓN  
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del mártir Ciriaco Olarte
Te pido, Padre, que me concedas colaborar para que Jesucristo sea conocido por todas las personas y, por la intercesión de tu mártir Ciriaco y sus compañeros de martirio, ayúdame a ofrecerte las renuncias de cada día por todos los misioneros del mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.

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