viernes, 13 de agosto de 2010

EL SR. TORRALBA IDENTIFICA EL CADÁVER DEL P. JULIAN POZO


El Sr. Torralba, cristiano convencido es requerido por el juzgado de Cuenca la mañana del día 9 de agosto para ir al K. 8 de la Carretera de Tragacete. Han aparecido dos cadáveres y han de identificarlos. Dicen que son de 2 sacerdotes, pues uno va vestido con sotana. El debe de saber de quienes se trata. Al verlos claramente descubre que son los cadáveres de D. Crisóstomo Escribano y del Redentorista P. Julián Pozo. Ambos cadáveres están en un charco de sangre. El del primero está totalmente tirado; el del P. Pozo en posición fetal y con la sonrisa en los labios. Torralba, impresionado ya en casa se pregunta cómo ha pasado todo. Alguien se acerca a hablar con él y reconstruyen la escena.

(Cf. D. de Felipe, Nuevos Redentores, Madrid 1965, pp. 187-189) El sol del día 8 de agosto ha caído. En el seminario se percibe entre los sacerdotes refugiados cierto desasosiego. La muerte de los 2 redentoristas (PP. Olarte y Goñi) y del sacerdote diocesano D. Virgilio de la Rosa; el rumor del asesinato del Sr. Obispo junto a D. Fernando Español ha creado un ambiente entre nervios y opción martirial. Al redentorista P. Javier Gorosterratzu se le ve algo nervioso por el futuro que les depara. Pero la celebración de la Eucaristía les sirve a todos de consuelo y de fortaleza para afrontar el futuro que proveen. Junto con la Eucaristía el Sacramento de la Reconciliación los prepara para hacer de si una ofrenda limpia al Señor. A primeras horas de la madrugada del día 9 de agosto llaman al sacerdote D. Crisóstomo Escribano, Secretario de Cámara del Obispado y Canónigo Lectoral de la Catedral. Intuimos que los milicianos encargados del Seminario ha creído que se trata de un sacerdote que en su dignidad seguía en importancia al Prelado. Junto con él sacan a un redentorista alto fuerte y sonriente. Ambos sabían cual era ya su destino, por lo cual se dieron el uno al otro la absolución.

Han sido llevados por un piquete de milicianos a la Carretera de Tragacete, y en el km. 8. D. Crisóstomo pidió morir. El P. Julián Pozo se arrodilló y comenzó a rezar el rosario. Ambos recibieron la descarga de las balas en la cabeza. A D. Crisóstomo aún le quedó fuerzas para gritar “Viva Cristo Rey”, ante lo cual recibió otra descarga. El P. Julián Pozo muere como víctima, ofreciendo su vida a Dios y sonriendo incluso a sus verdugos.

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