miércoles, 22 de diciembre de 2010

DESAPARICIÓN DEL HERMANO SANTIAGO MARGUSINO

Querido P. Ibarrola:
Le informo que el Santiago Marguisino ha estado preso junto al compañero p. Benjamín Piorno en las valencianas torres de Quart. Recibí una nota de Piorno que decía lo siguiente (J.M. Ibarrola, Nuestros Mártires, en Revista El Perpetuo Socorro, año XLI, num. 585 (julio 1940), pp. 265-266):

«Me encontré el día 24 de octubre con Santiago Margusino, que había sido detenido en una pensión de la calle de Serranos. Después de algunas dificultades vencidas, logré hablar con Santiago a quien encontré muy decaído. Así han pasado dos meses, que para él han sido funestos, pues sabíamos y palpábamos las famosas sacas. La depresión fue en él tan grande, que hace unos día con sorpresa me trajeron la noticia que el H. Santiag se encuentraba en cama y deseaba hablarme... Bajé, no bien se me presentó ocasión; estaba abatidísimo. Traté de reani­marlo; todo fue inútil. Al día siguiente torné a verle y me dijo que deseaba confesarse para morir. Fue inútil todo intento de quitarle esta idea de la cabeza. Además diole en aquel instante precisamente un hipo tan fuerte que lo dejaba sin respiración y como muerto. Volvió a poco en sí y le escuché en confesión, extraordinariamente fervorosa, y después me hizo sabedor dé sus cosas, dónde se hallaban y quién las tenía, para que yo las reclamara cuando pudiera... Re­conocida la gravedad del Hermano, hablé con el médico, persona sensata y católica, y se dieron los pasos para trasladarlo al hospital. Pidieron datos sobre su familia y residencia en Valencia, se le dijo en secreto lo que era, y él se las ventiló para que al día siguiente no, sólo tuviera el permiso para trasladarse al hospital, sino que tam­bién se le entregara la libertad... Como la dolencia no cedía un pun­to, ni siquiera estas noticias eran estímulo para aliviarle; momentos antes de salir el médico de los allí detenidos dióle una inyección de aceite alcanforado. Aquello lo galvanizó. Vistióse por sí mismo, se despidió de toda la sala, y, cosa extraña, por sí solo bajó las numerosas escaleras que le separaban del coche que debía llevarlo al hos­pital... ¿Lo llevó?... Es lo que ignoramos; pues por más averiguacio­nes que se hicieron, ni el más leve rastro ha podido hallarse... Era el 23 de diciembre la fecha de su desparición.
Benjamín Piorno»
Una señora que me trajo la nota se llamada Milagros Navarro Rodrigo, que vive en la calle Guillén de Castro, nº 58. Había ido a las Torres para visitar a Piorno, el cual le pidió unas prendas de vestir. Le dijo un día que el Hermano Santiago estaba muy mal de salud, pues tenía grandes cólicos nefríticos. Al día siguiente le dijo que habían evacuado al Hospital al Hermano. Ella, valiéndose de la amistad con una enfermera, logró entrar en el Hospital provincial y revisó todas las salas de hombres pero no lo encontró; fue después al cementerio a ver si lo encontraba en el depósito o enterrado, pero tampoco lo halló. Su nombre no consta en los libros de ingreso en el hospital... Preguntar a los oficiales que le llevaron era imprudente, por ser los matarifes de las Torres de Cuarte... Es cuanto yo sé y podrán comunicarle del mártir H. Santiago.»

El Hermano el día 19 de julio de 1936 salió de la Residencia para alojarse en el número 1 de la Plaza del Poeta Llorente; después se ocultó en diversas casas de familias amigas. En una de ellas conoce a Doña Catalina Lorenzo, una chica de servicio natural de su pueblo. Según el testimonio de esta señora, el H. Santiago no hacía otra cosa que rezar: no soltaba el rosario de la mano mientras allí estuvo. De esta casa pasó a una pensión en la calle de Serranos. En el mes de septiembre hubo otro registro y tanto el hermano como la dueña de la pensión fueron detenidos, si bien enseguida puestos en libertad. Pero el 23 de octubre siete milicianos de la FAI se presentaron en la pensión y se llevaron al hermano, a un sacerdote jesuita, que estaba también en la pensión, y a la dueña de la misma. Según cuenta ésta, fueron llevados al Gobierno Civil y después encerrados en las Torres de Quart.
Jesús García Portero

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