domingo, 26 de agosto de 2012

VICENTE RENUNCIO TORIBIO

Infancia y vocación

Vilayuda era un pequeño pueblo cercano de la Cartuja de Miraflores, también llamada La Ventilla, distante unos 4 km de la ciudad de Burgos. A finales del S. XIX, momento en el que comienza esta historia, era muy pequeño. “Sus habitantes, labradores y obreros, gente sencilla y buenos cristianos, vivían sin las perturbaciones y preocupaciones actuales. Trabajaban sus campos y cumplían fielmente los deberes de cristianos, asistían a misa, no solo los días de precepto, sino también los de labor, especialmente las mujeres. En Navidad cantaban las misas pastorelas, con varios instrumentos, que ensayaban en la casa del Sr. Párroco, hasta que fueron suprimidas. En cuaresma asistían a la iglesia, al rezo del rosario y visita de altares, al anochecer; y los domingos, además del Via – Crucis que cantaban a todo pulmón. También se cantaba la salve popular al terminar el rosario” (M. Pilar Renuncio Toribio O.S.B., Memorias sobre su familia e infancia de su hermano Vicente).

Allí vivía D. Nicasio Renuncio Manzanedo con su familia, en el número 21 de la Calle Mayor. Tiempo atrás, sus antepasados habían trabajado en el palacio que hay en el pueblo para el Conde de Villariezo; pero él se dedicaba a cultivar la tierra. Había quedado viudo a los 41 años de su primer matrimonio, de cual tenía 3 hijos; en segundas nupcias se había casado con una muchacha del vecino pueblo de Gamonal llamada Ignacia Toribio. De este matrimonio nacieron 7 hijos, de los cuales sólo 4 llegaron a la edad adulta. El ambiente de la familia era muy religioso, y de exigencia, por lo que todos procuraron estudiar.
A las 12 del mediodía del 11 de Septiembre de 1876 vino al mundo en el domicilio familiar el segundo de los varones de Ignacia. Recibió el bautismo al día siguiente en la Iglesia Parroquial del pueblo dedicada a San Vicente Mártir, con los nombres de Nicasio Vicente. Ese mismo año, el 14 de noviembre recibirá el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San Lorenzo de Burgos.

Nicasio Renuncio e Ignacia Toribio con sus hijos
(Vicente es el 2º por la izquierda de la fila trasera)
Vicente nació después de dos niños que murieron pronto; por eso su madre tuvo con él un trato especial; quiso que le llamaran Vicente para evitar confusiones como mi padre se llamaba Nicasio. Lo consagró  muy pequeño a la Sma. Virgen; el sexto sentido de la madre la hizo presentir que iba a ser hijo de predilección.
Vicente fue creciendo, se matriculó en la escuela, pero desde niño destacó por ser respetuoso, obediente y piadoso; aunque la característica que le acompañará desde su infancia hasta su muerte y por la que destacará toda su vida será la de trabajador; siempre tenía que estar haciendo algo. Aunque le costaba mucho el estudio, lo tomó con entereza y tesón.
Pronto sintió la llamada para ser sacerdote. Tocó a la puerta del seminario de Burgos y de los jesuitas. Pero conocidos los Redentoristas en la misión de Agés (Burgos), uno de los misioneros, el P. Burhel,  animó a sus padres a pedir el ingreso en El Espino, Jovenado de los Redentoristas en España. Y en esta institución fue acogido el día 13 de septiembre de 1889.
Allí estuvo seis años, mostrándose de carácter serio y muy austero. En el viaje de El Espino a Nava del Rey (Valladolid) para comenzar el noviciado, le permitieron quedarse un día en casa de sus padres. Aquella noche durmió en el suelo. No se hacía a la cama de colchón, después de varios años de dormir sobre paja. Más tarde, en el trato con la gente sencilla, durante las Misiones, sin perder su seriedad, se hizo más expansivo.

Vida como Misionero Redentorista


Vicente de misacantano
Después de un mes como postulante en la Casa-Noviciado, viste el hábito redentorista el 8 de septiembre de 1894; bajo la tutela del Maestro el P. Colloud hizo su noviciado, y profesó el 8 de septiembre de 1895.
Tras su Profesión pasó a la casa de Astorga (León) a realizar sus estudios teológicos. Para sacarlos necesitó de tesón y trabajo; pero nunca le faltaron esas características. Terminados sus estudios teológicos se ordenó de presbítero el 23 de marzo de 1901.
Su primer destino como Misionero será Nava del Rey (Valladolid). En abril de 1902 es destinado a El Espino (Burgos) y hasta 1906 será profesor y socio del Director del jovenado, el P. Marcelino Gil . El año 1909 retoma su tarea como misionero, primero en Astorga (León) y después en El Espino (Burgos). Intervino grandes misiones como la de Daroca y en la célebre de Peñacastillo con el P. Sarabia. Como misionero destacó por su bondad, sencillez y entrega a las todas las personas, especialmente a aquellas más sencillas.
Foto de la comunidad del Espino en 1909.
En 1909 vuelve de nuevo al Jovenado de El Espino como Socio del Director y profesor de materias accesorias. Para el P. Director fue una ayuda formidable: por su sencillez y cercanía se hacía querer de muchachos y por su entrega y capacidad de trabajo de sus compañeros y director.
En 1912, por sus habilidades para las cosas prácticas y administrativas es destinado a Madrid para hacerse cargo de la Revista; mantendrá esta responsabilidad hasta 1918. En ese año queda adscrito al Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid; por su carácter organizativo y liturgista y con preparación en el canto gregoriano, se hará cargo del culto de la Iglesia con el cargo de Prefecto; junto con el P. Sarabia  se responsabiliza de la catequesis del Santuario. Otro ministerio pastoral fue la de visitar a los enfermos y ancianos, por lo que muchos aún le recuerdan. Mantendrá este cargo de Prefecto de iglesia hasta 1936. Era incansable; y aunque se trabajo fundamental era el Santuario, compaginará este con algunas campañas misioneras, como la de Las Hurdes (Cáceres) de 1922.
Recuerdo de las  Misiones de las Hurdes
(Firma del P. Vicente Renuncio)
Para sus superiores fue una persona de confianza por su prudencia, humildad, sencillez y discreción como muestran las responsabilidades de gobierno que se les confió a lo largo de su vida. En 1915 es nombrado Consultor local del Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid. En 1923 va a la fundación de Carmona como admonitor y ministro. Vuelve en 1924 a Madrid, de nuevo como Consultor local. En dos ocasiones el P. Provincial  José Machiñena lo elige como acompañante en la visita canónica, en septiembre de 1933 y durante el verano de 1935.

Para los que le conocieron quedó patente su seriedad, su cercanía, su bondad, su tenacidad en el trabajo y su piedad.


 
 
Aventuras en medio de la persecución y prisión de Vicente


En el centro de la imagen, debajo de la bandera,
los PP. Renuncio (izq) y  Sarabia (der).
Publicada en Revista PS. año 1934
El 18 de julio Vicente abandonó el convento y se refugió en casa de D. Miguel Ruíz de Huidobro Ruiz, Calle San Opropio 11, 2º Der. No era el mejor escondite, por la significación política del dueño. Una de las hermanas de D. Miguel señaló sobre los días que estuvo con ellos: “Era siempre de una igualdad de carácter que se hacía querer de todo el mundo... Sobresalía por su bondad y por su deseo de no dejar la misa ni un solo día; tenía gran confianza en Dios... Todos los días rezaba con nosotros el rosario y demás oraciones”. A los pocos días hubo un registro, que pilló a Vicente fuera de casa; al enterarse del registro no quiso volver para no comprometerles.

Se hospedó en el domicilio de las hermanas Salinas, en el número 5 - entresuelo de la calle Carranza, cerca de la Glorieta de Bilbao. Al poco tiempo salió y el 24 de julio lo encontramos en la Plaza Olavide, nº 5, 2º izq., en casa de Doña Dolores Rosado, donde permanece hasta el 8 de septiembre, con algún intervalo en que fue a hospedarse a casa de una resobrina Anita Balbas casada con Tomás Barroso y domiciliados en la C. Hortaleza nº 96, 1º izq. No podía parar quieto; todos los días solía salir para celebrar la Eucaristía y ejercer el ministerio, especialmente atendiendo a enfermos; hasta que un día fue reconocido en la calle por los niños de la catequesis, ante lo cual comenzó a sentir miedo y se deshizo de su documentación.

El 11 de septiembre, después de haber superado las primeras semanas de la persecución, decidió alojarse a una pensión situada en el número 9 de la calle Malasaña. Pero sin la documentación, sin saber la dueña de quién se trataba, calló en manos de la policía en el primer registro. Fue detenido el día 17 de septiembre de 1936, y llevado a la Comisaría de Chamberí, y de allí a la Dirección General de Seguridad; y el día 18 de septiembre de 1936 ingresaba en la Cárcel Modelo, y era asignado a la galería 2ª, a la celda nº 2.

Al ingresar en la cárcel, creyendo que podría pasar desapercibido, ocultó su verdadera identidad; haciendo un juego moral, adoptó por nombre el primero de pila que nunca usó, Nicasio, el 3er y 4º apellido, Manzanedo Arnáiz. Con ello, sin faltar a la verdad, escondía su identidad usada hasta ese momento. En cuanto a su ocupación laboral, dado que había estado en la Administración de la Editorial de El Perpetuo Socorro, se presentó como dependiente de comercio.

En la celda coincidió con el abogado D. José Rumbao Conde, con el que travó una verdadera amistad; con ellos compartía la celda el canónigo de Toledo D. Agustín García Güisasola, quien escuchó al P. Renuncio en confesión y se confió al ministerio de él, y nos dejó escrito lo siguiente sobre él: “siempre afable y bondadoso, revelando una gran vida interior, prestó su ministerio a muchos presos; más de una vez hablamos del final de aquellas tristes jornadas y siempre se manifestó sereno y tranquilo”. Con ellos coincidió también el P. José Machiñena, superior de la Comunidad redentorista del Perpetuo Socorro.

Martirio del S. de Dios Vicente Renuncio

Las tropas sublevadas llegan a las puertas de Madrid, y ante el avance, el Gobierno de la República, a última hora del 6 de noviembre de 1936, abandona Madrid camino de Valencia; deja Madrid bajo la tutela de la Junta de Defensa Nacional. Reunida ésta y descubriendo el número elevado de presos por motivos políticos o religiosos que están en la Cárcel Modelo, deciden hacer algo: deciden un traslado a Valencia, que se va a verificar como una matanza masiva y organizada de los presos.

En la madrugada del 7 de noviembre, en cada Galería de la Modelo comenzaron a leer en voz alta los nombres que figuraban en una lista; se trababa de un simple traslado de presos, según dijeron a los ordenanzas. A José Rumbao, como ordenanza, fue el encargado de leerla en la Galería 2ª; entre ellos leyó “Nicasio Manzanedo Arnáiz”. Vicente se sorprendió, pero su amigo ordenanza le animó ya que sólo se trataba de un traslado de presos. El Siervo de Dios le pidió un poco de tiempo y quedarse un rato a solas con su Superior.

Vicente se confesó con el P. Machiñena, y ante él renovó los votos. Al despedirse de su amigo Rumbao le dijo: “Ya estoy preparado. Cuando usted quiera amigo. Ya no me preocupa lo que pueda suceder”. Y en voz baja añadió: “Ya me he confesado. Si voy a otra prisión, ya le escribiré. Sino, ya nos veremos en el cielo”. Al salir de la celda exclamó con ánimo resuelto: “Ofrezco mi vida por mis cohermanos de España, por toda la Congregación y por la desventurada España”. Salió de la Cárcel Modelo en la saca del 7 de noviembre. No tuvieron más noticias de él.

Fosas de Paracuellos de Jarama. Plano de época (A. Hist. Nacional, FC-CAUSA GENERAL Lg. 1526,EXP.5  p. 220)
 Con el tiempo se supo que esa expedición de  presos habían sido asesinados junto al arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama (Madrid). Un testigo presencial nos narra lo sucedido:
“Recuerda que 2 ó 3 días después de la huída de Madrid del Gobierno Rojo en Noviembre de 1936 fue el declarante en unión de Pedro Zimorra dando escolta a Federico Manzano, para el servicio que voy a relatar: se presentaron en la Cárcel Modelo alrededor de las cuatro de la madrugada y en ella penetró Manzano. Zimorra y el declarante se quedaron en el coche fuera de la prisión. A la puerta de esta esperaban cinco autobuses del Servicio Urbano de los de dos pisos, que fueron llenándose con presos maniatados que sacaban de la prisión. Iban partiendo los autobuses a medida que estaban llenos y cuando ya había partido el último salió de la Cárcel Federico Manzano y con él marcharon Zimorra y el declarante, tras de los autobuses hasta Paracuellos de Jarama. A las primeras luces del amanecer fueron extrayendo, por tandas, los presos de cada autobús quienes seguidamente eran colocados al borde de una gran zanja abierta a la izquierda del camino” (Pablo Andújar García, Declaración jurada ante el Tribunal de la Causa General de Madrid: AHN., FF.CC., Leg. 1526, Exp. 5, pp. 57-59).
Los miembros de esta Primera saca de presos del día 7 de noviembre de 1936 fueron inhumados en zanja nº 1 del “Cementerio de los Mártires” de Paracuellos de Jarama según informa otro testigo:

"7 DE NOVIEMBRE DE 1936.- … llegó alrededor de las 9 de la mañana al “Arroyo de San José”, y vio que contra la ladera del cerro, o sea junto a la zanja número 1 del plano, había aproximadamente 200 cadáveres que presentaban señales de fusilamiento. Oyó decir allí que las víctimas procedían de la Cárcel Modelo y habían llegado a las ocho de la mañana de aquel día en autobuses de dos pisos de los del servicio público en Madrid y fusilados inmediatamente. Cuando llegó el declarante, ya no estaban allí los autobuses. Sólo vio a unos 12 ó 15 milicianos desconocidos, armados de fusil, que se dedicaban a quitar a los cadáveres lo que llevaban en los bolsillos y las mejores prendas de vestir. Entretanto, medio centenar de vecinos de Paracuellos cavaban la fosa número 1 hasta una profundidad de dos y medio metros. ... Aquella tarde enterraron en la fosa número 1 más de la mitad de los cadáveres. Los que quedaron insepultos fueron inhumados a la mañana siguiente, también en la fosa número 1, en la que recibieron tierra todos y sólo los cadáveres de la expedición allí matada  en la mañana del  anterior día 7” (Gregorio Muñoz Juan, Declaración jurada ante el Tribunal de la Causa General de Madrid; Madrid, a 24 de Septiembre de 1939: AHN., FF.CC., Leg. 1526, Exp. 5, pp. 1-4).


 
Vicente creyó que podía ocultar su identidad cambiando de nombre y profesión para pasar desapercibido en la persecución religiosa; pero no fue así. Llevaba demasiado tiempo en Madrid, más de 20 años, en una iglesia céntrica, donde estaba al frente del culto y de la catequesis; tuvo gran dedicación a la atención de enfermos; había estado relacionado con comerciantes cuando estuvo al frente de la Administración de la Editorial; era una persona demasiado conocida para ciertos sectores de Madrid. Por otro lado no podemos olvidar su porte, el de un hombre de 64 años, que desde su infancia llevaba en ámbitos eclesiásticos. Sin embargo, cuando se vio avocado ante el martirio no dudó, sino que ofreció su vida por la Congregación, la Iglesia y la paz en España.   

 
ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Vicente Renuncio Toribio

Padre, que concediste a tu Siervo Vicente vivir su vocación misionera y sacerdotal en medio de la persecución y la cárcel; y cuando se le pidió afrontar la muerte desde su fe, ofreció su vida por la Iglesia, la felicidad de sus compañeros redentoristas y la paz en España, y todo por el gran amor a Jesucristo. Te pido por su intercesión vivir la tan desprendido como él, para que también yo gaste mi vida por la felicidad de mi prójimo, la paz del mundo y todo por amor a Jesucristo, tu Hijo que vive y reina por los siglos de los siglos.
 
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