domingo, 19 de septiembre de 2010

“HOY HA CAÍDO UN PÁJARO DE CUENTA”


Esta mañana a las 6 los pasos de José María caminaban por la calle del Nuncio. Tocaron en el caserón adornado con las llaves de S. Pedro sobre la puerta. Se adentró y saludó a P. Maximiliano, al desconocido de otras veces y a otro desconocido más, al parecer un sacerdote navarro que dice llamarse D. Jenaro Xavier Vallejos, que tras salir de la Checa de Fomento a acudido al caserón de la Nunciatura. El P. Maximiliano comenta que hace unos días vino a hablarle Lola Moreno, la de la Farmacia, con gran estrés de nervios, puesto que acababa de salir de la Cheka de Fomento y vino a contárme (Cf. Lucas Pérez, Notas manuscritas sobre la persecución sufrida por el Siervo de Dios Donato Jiménez Bibiano: Original en APRM., sec. Mártires, sig. 1209102. 1 pp.).



- Que el P. Donato Jiménez fue a hospedarse a su casa el día 12 de septiembre, tal como le habíamos aconsejado el domingo anterior en el desayuno. Pues al día siguiente se presentaron en el domicilio de esta señorita a eso de las 13,oo hs unos milicianos a hacer un registro; practicaron un registro muy largo, y viendo el equipaje del pobre refugiado, dijeron irónicamente: “Hoy ha caído un pájaro de cuenta”. Los subieron en dos coches y se llevaron a la célebre checa de la calle Fomento nº 9. Según me ha contado Lola el Padre declararía, según habían convenido, que estaba de visita en esa casa. Después sacaron al Padre y sometieron a la joven a una serie de preguntas indecorosas y la insultaron con afirmaciones villanas, defendiéndose ella bravamente y asegurando "que la podían matar; pero que era católica, apostólica y romana: que esto nunca lo negaría; de lo demás que dijeran lo que quisieran, pues todo era mentira y calumnia vil”. A ella la dejaron salir y el P. Donato se quedó allí.
D. Jenaro Xavier Vallejos tomó la palabra:
- Yo estaba detenido en el calabozo número 5 de la Checa de Fomento, cuando a eso de las 5 de la tarde del 13 de septiembre fue arrojado el padre al oscuro sótano, sin más luz ni ventilación que la de un ventanuco abierto al interior. Al verle entrar con su traje negro y aquel su ademán sereno y casi sonriente, pensé "¡Este es un fraile! ¡No lo puede disimular". Y efectivamente, al poco uno le preguntó cuál era la causa de su detención, a lo que él contestó orgulloso: "Señores, soy religioso Redentorista; por eso me han detenido". Al escuchar mi nombre y saber que yo era de Sangüesa se confió a mi pues conocía a mi familia. Me comentó que tenía una tarjeta de diplomático de la Nunciatura, por lo que no creía correr peligro; tal es así que le di una cantidad de dinero para que se la entregara a mi familia. Los días siguientes, viendo a algunos de los detenidos hondamente preocupados y agitados, se esforzó en levantar el ánimo de todos con su característico buen humor a la vez que con la semilla de un sano optimismo y, sobre todo, con los consuelos de la Religión, exhortándoles a estar bien con Dios por medio del arrepentimiento y confesión de sus pecados. Y efectivamente confesó a varios de los detenidos, siendo para algunos aquella la última confesión de su vida ya que fueron luego fusilados. Una de aquellas noches le llamaron a declarar; subió contento, pero cuando volvió a media noche regresaba con cabizbajo y con la cara sombría y preocupada. Lo tuvieron mucho tiempo arriba, lo cual engendró en todos los compañeros de calabozo el convencimiento de que le habían puesto en libertad. No tardó en descubrirme el secreto de aquella preocupación: Entre otras preguntas, habían sonado éstas en labios de uno de aquellos jueces: “¿Dónde está el P. Provincial? ¿Y el padre. N.?¿y el padre x? Y tú has predicado mucho por Navarra y por Galicia ¿verdad? Y te llamaban 'Pico de oro' ¿No?" Desde aquel instante el habitual buen humor y optimismo del Padre decreció notablemente, y andaba preocupado de saber quién era aquella persona tan siniestra. La noche del día 16 parece que recordó de quien se trataba y me prometió contárrmelo al día siguiente; pero ese día 16 fui llamado a declarar y me pusieron en Libertad. Desde entonces se quedó al cuidado de un joven llamado Antonio Gómez Fernández.
El P. José María tomó la palabra para agradecerle su narración y continuó:

- Informado por el P. Maximiliano se lo comenté a este amigo, y se acercó a Fomento, donde me dijeron que el P. Donato había sido puesto en libertad. Pregunté por el joven que le dijeron que había sido trasladado a la Cárcel Modelo.
- Efectivamente –continuó el desconocido- . Me acerqué a la Cárcel Modelo, y por medio de unos contactos pude hablar con el chico ese, pues la puesta en libertad del P. Donato me resultaba rara. Antonio Gómez Fernández. al preguntarle por el padre se conmovió y no pudo evitar una lágrima furtiva; con cariño me dijo: ‘Le estoy tan agradecido…!’. Me contó que aconsejado por don Jenaro se había acercado al P. Donato y allá junto a la ventana, mientras parecían distraídos mirando el reloj de bolsillo como contando los minutos eternos, le había abierto su conciencia sobre la que el Padre había dejado caer el calmante de sus palabras de consuelo y de perdón rubricadas por el trazo firme de una absolución sacramental. "En ese primer momento -comentó el joven testigo- había hablado el ministro del Sacramento de la Reconciliación; luego, tomó el turno en los labios del P. Donato el amigo siempre optimista que sabe alentar en los trances más difíciles; y finalmente apareció en él el Sacerdote-Soldado de Cristo Redentor tomaba las previsiones por lo que pudiera suceder. ‘¿En este último término, hijo mío, si nos matan ya sabemos lo que tenemos que hacer: Gritaremos con toda la fuerza ¡Viva Cristo Rey! Y entraremos en el cielo’". Esta conversación tuvo lugar, según Antonio Gómez, el día 16 de septiembre. En la noche del día 17 sonó en el calabozo nº 5 la voz bronca de un miliciano: “¡Donato Jiménez! ¡Toma! – y le alargó un sobre blanco- ¡a declarar!”. "Donato se levantó sereno y tranquilo; él sabía que iba camino de la muerte; se despidió de todos los que estabamos a su lado… La despedida fue para siempre, dijo: 'hasta la eternidad'. El Padre no bajó más al calabozo". Y esto es cuanto me ha contado Antonio Gómes. No he podido averiguar más.
Todos quedaron tremendamente conmovidos; apuraron las tazas de café con el mendrugo de pan negro y se emplazaron para el siguiente domingo.

1 comentario:

  1. Enhorabuena Antonio por tu trabajo y gracias por compartirlo con todos en este blog!!!! Historias y relatos estremecedores que imposible puedan dejar indiferente a nadie. Auténticos Testigos de la Redención!!!!

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