martes, 6 de diciembre de 2011

BEATO GREGORIO ZUGASTI, MISIONERO REDENTORISTA Y MÁRTIR DE LA COMPASIÓN Y CARIDAD

El H. Nicesio no hizo sólo su viacrucis personal. Desde que salió de la Comunidad estuvo acompañado del H. Gregorio Zugasti; dejándose llevar de su corazón compasivo, fue cuidador, apoyo y lazarillo del anciano Nicesio, compartiendo con el el viacrucis y el martirio. Por esa razón muchos lo califican de mártir de la compasión y la caridad.
Infancia, juventud y vocación
Un día 12 de marzo del año 1884, en Murillo de Yerri, un pueblo de Navarra, no lejos de Estella, nació un niño; sus padres fueron Patricio Zugasti y Petra Fernández de la casa de Esquide  (Registro civil de Arizala – Yerri, Sección 1ª, Libro 11, folio 62). Fue bautizado ese mismo día con el nombre de Gregorio (Parroquia de San Esteban de Murillo de Yerri (Navarra), Libro de Bautismos nº 1, folio 135, nº 1). El niño fue creciendo junto a sus seis hermanos, en una familia de agricultores y viticultores.

Fue iniciado en la fe, como era lo propio de una familia católica, recibió la confirmación el día 9 de junio de 1888 en la Parroquia de Nuestra Señora de Eguiarte (Navarra) (Parroquia de San Esteban de Murillo de Yerri (Navarra), Libro de Confirmados nº 1, folio 19 y 19 bis). Del ambiente religioso familiar dan pruebas la vocación de Gregorio, la de su hermano Julián (Redentorista), la de su hermana Micaela (Concepcionista de Los Arcos). Por el trabajo que después desarrolló siendo redentorista, sabemos que de niño, además de colaborar en las tareas familiares, asistió a la escuela donde fue iniciado en la lectura, escritura y reglas aritméticas; debió de ser un chico aplicado, pues después se convirtió en el maestro de sus hermanos: “Teníamos un maestro que no servía para nada, y él nos enseñaba todo lo de la escuela, nos daba premios los domingos por saber las lecciones, y tenía lotería y baraja para los días de fiesta” (Carta de Leandra Zugasti, hermana de Gregorio).
Vista de Murillo de Yerri (Navarra)
Conforme fue madurando, se despertó en Gregorio un profundo sentido religioso, cuidando su vida de piedad, comulgando con frecuencia y alimentando su piedad con la lectura. Su hermana Leandra nos lo cuenta en la carta anterior: “Se iba a Ugarte a comulgar un domingo, y al siguiente a Rocamador de Estella, y trajo de la tía de Esquide, de la plaza de San Juan, el Año Santo, o sea, doce libros, cada uno de su mes, y se pasaba mucho tiempo leyéndolos”.
Durante su juventud fue incrementando el deseo de agradar a Dios, rechazando aquello que veía como contrario a la voluntad de Dios; su hermana nos lo cuenta de nuevo: “… Él siempre estaba en casa, con mucho arte para todo, y cuando llegaba Carnaval nos compraba merienda para que no saliéramos a verlo, y sobre todo los ‘zamarreros’, que eso lo inventaron los malos y nosotros eso no queríamos verlo... El día de Jueves Santo desde que moría el Señor hasta que resucitaba estaba a pan y agua y los viernes decía que eran día de penitencia. Cuando se marchaba fraile decía que sus mayores glorias serían morir mártir”. Por el contrario, se fue manifestando en Gregorio la búsqueda de la soledad, la ascesis y la oración, que le fueron inclinando hacia la Vida Religiosa. Después del servicio militar ingresó en la Congregación del Santísimo Redentor.
HH. Felipe y Gregorio Zugasti
 Vida como Misionero Redentorista
En 1906 entra de postulante en Pamplona (Navarra) y a los pocos meses, el 28 de diciembre, viaja a Astorga (León), donde es acogido como postulante con el oficio de aprendiz de cocinero. En marzo de 1908 marcha a El Espino (Burgos) donde inicia su Primer Noviciado el 16 de octubre de 1908 con la vestición del hábito redentorista, teniendo de maestro al RP. José Chavatte.
El 18 de abril de 1909 termina el Noviciado y en mayo es destinado al Perpetuo Socorro de Madrid, aún como novicio, como auxiliar en la Administración de la Revista del Perpetuo Socorro. En esta comunidad y desplegará su vida como Misionero Redentorista, con la excepción de dos periodos de tiempo: desde enero a mayo de 1909 es cedido a la Comunidad de San Felipe de Cuenca para hacer de enfermero; desde junio de 1912 reside en El Espino para hacer su Segundo Noviciado, que termina con su Profesión Religiosa el 25 de diciembre de 1912 (Liber secundus Professionis Laicorum de la Provincia de Madrid C.Ss.R., folio 64 (1912), nº 64: APRM).
H. Gregorio (en el centro) en el Perpetuo Socorro en 1916
Físicamente era un hombre fuerte y corpulento; como rasgos de personalidad, era muy trabajador y ordenado, servicial, prudente, serio, respetuoso y obediente; como religioso se mostraba piadoso y sumamente caritativo. Desde su profesión en 1913 trabaja en la Administración de la Revista del Perpetuo Socorro como oficial y gerente. Será un Misionero de la caridad y la compasión en la vida ordinaria. De esta caridad y abnegación tenemos una buena prueba en su conducta con su compañero de martirio el anciano H. Nicesio, al que unió su destino por no dejarle solo en su ancianidad.

Por su trabajo conocía muy bien Madrid, y mantenía relación con muchas personas, lo que le hubiese permitido salvarse. Pero su corazón compasivo y caritativo, no le permitieron desentenderse del H. Nicesio, viejo y casi ciego, y que hacía poco que había llegado de Santander; y le unió a su suerte.
MARTIR DE LA COMPASIÓN Y LA CARIDAD

H. Gregorio (centro - fila trasera) en 1930 en el P.S. de Madrid
El 19 de julio, Gregorio se hizo cargo del H. Nicesio y se refugiaron en el nº 9, 1º la calle Francisco de Rojas donde vivía el sacerdote D. Lino Vea Murguía con su madre Trinidad Bru, viuda de Murguía. El día 27 de julio, ante las amenazas del portero, deciden irse para no comprometerlos, y van a una pensión en la calle Pelayo nº 38, 1º izq. La dueña de la pensión le pidió al H. Gregorio que firmara en el libro de huéspedes, pero éste no se atrevió a hacerlo con firma fingida y declaró su condición de religioso. La dueña se asustó y no se atrevió a ocultar a los religiosos y estos tuvieron que salir a la calle. Después se refugiaron en un sótano que poseía la editorial Perpetuo Socorro en la calle del General Arrando. Sorprendidos por un grupo de mujeres que se compadeció de ellos y les buscaron alojamiento en la casa de Filomena Múgica en la calle Cobarrubias nº 17, 2º; allí estuvieron hasta el día 14 de agosto en que fueron detenidos y llevados a una cheka instalada en el nº 19 de la calle de Nicasio Gallego. Debieron de estar 1 día en la cheka, pues parece que fueron asesinados en las inmediaciones de Vallecas en la madrugada del 16 de agosto de 1936.  Alguien comentó que el H. Gregorio dijo a los milicianos: “Nos lleváis como los judíos a Cristo” y que fue el primero en caer.
Entre los cadáveres sin identificar inhumados en Vallecas aparecieron 2 recogidos el 16 de agosto de 1936 en el km. 7 de la Carretera de Castellón; el numerado como cadáver nº 61 pertenecía a una persona de unos 65 años de edad, con las marcas en la ropa interior “S+R”, y poseía una carta dirigida a Gregorio Zugasti con la dirección de Manuel Silvela 14 de Madrid. Según el Acta de defunción, se trataba de “un hombre sin identificar de unos sesenta y cinco años, estatura 1,800, complexión fuerte, pelo blanco algo calvo, vistiendo traje negro a rayas, camisa blanca a rayas, tirantes azules, cinturón de cuero, calzoncillo blanco y largo, medias negras con la marca S. una cruz y R zapatillas negras y gorra marrón falleció en el kilómetro siete el día de ayer a las cinco horas próximamente a consecuencia de fractura de la base del cráneo” (Acta de defunción de Gregorio Zugasti: Registro Civil de Madrid, Sección 3ª, Tomo 57-31, fol. 263).
El cadáver fue inhumado en el Cementerio de Vallecas (Madrid), en fosa común, en la zanja nº 2, cuerpos 3 y 4. El 4 de julio de 1940 se procedió a la exhumación, a su identificación y trasladado al Panteón de los Redentoristas en el Cementerio de la Almudena de Madrid, donde reposa actualmente.
ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Gregorio Zugasti Fernández de Esquide
Padre, que concediste a tu Siervo Gregorio un corazón compasivo para con el prójimo más débil y aumentaste su caridad para jugarse la vida en solidaridad con el hermano; te pido me concedas un corazón compasivo y solidario para ser buen samaritano de mi prójimo. Por Jesucristo nuestro Señor.

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miércoles, 16 de noviembre de 2011

BEATO NICESIO PÉREZ DEL PALOMAR QUINCOCES

                                                                                          Infancia, juventud y vocación

El H. Nicesio había nacido en el pueblo alavés de Tuesta el 2 de abril de 1859; sus padres se llamaban Rufino Pérez del Palomar y Leona Quincoces. El mismo día de su nacimiento nació a la fe en la pila bautismal de la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Tuesta (Álava); la Confirmación le fue conferida en el cercano pueblo de Espejo (Álava) el 26 de mayo de 1875 por el Sr. Obispo de Vitoria D. Diego Mariano Miguel cuando ya contaba con 16 años. No poseemos detalles de su infancia.

De su juventud únicamente sabemos que participó en las guerras carlistas en las listas de los liberales; por comentarios que oyeron algunos de sus coetáneos sabemos que en ellas se mostró valiente y decidido, características que poseerá a lo largo de su vida. Este carácter le motivó para ser redentorista cuando contaba poco menos de 25 años.

Vida como Misionero Redentorista

Entró como postulante en El Espino (Burgos) y se le da el oficio de carpintero. En febrero de 1883, a los pocos meses, es destinado a Astorga (León) y en 1884 a Nava del Rey (Valladolid) para trabajar en las obras de la Casa-Noviciado. El 13 de julio de 1885 sale para El Espino (Burgos) para hacer su Primer Noviciado bajo la dirección del R.P. Otmaro Allet. El 2 de agosto de este año viste el hábito redentorista. El 1 de febrero de 1886 termina el Noviciado, aunque continuará en El Espino hasta octubre de 1887, fecha en la que va aún como novicio a Nava del Rey en calidad de carpintero. Allí estará hasta febrero de 1889 en que de nuevo es destinado a El Espino. En octubre de 1890 inicia su Segundo Noviciado bajo la tutela del R.P. J.M. Blanpied; culmina el Noviciado con su profesión el 30 de marzo de 1891.

Emitida su profesión y vistas sus cualidades e inteligencia, en octubre de 1891 marcha a Contamine (Francia) para aprender horticultura y apicultura y así desempeñar más tarde el oficio de hortelano, trabajo en el que será una autoridad indiscutible entre los redentoristas. De regreso de Francia en septiembre de 1893, vuelve de nuevo a El Espino donde pone en producción las huertas del Monasterio.

A mediados de 1901 el Provincial le pide cambie de oficio, y al lado del H. Luís Andre aprende el arte de la Maestría de obras. Da comienzo en su vida un incesante ir y venir de casa en casa solicitado por las necesidades de éstas, ya en las obras, ya en las obras de carpintería, ya de la huerta: Madrid - Perpetuo Socorro (1901), El Espino (1902), Perpetuo Socorro de Madrid (1903), Astorga (León) (1905); Perpetuo Socorro de Madrid (1906), desde donde dirige las obras del Monasterio de MM. Redentoristas de Carabanchel (Madrid); Pamplona (Navarra) (1908), El Espino (1909-1910), Astorga (19011), Granada (1912-1914), Madrid-Perpetuo Socorro (1915-1919), con la excepción de unos meses de 1915 que los pasa en Cuenca habilitando el convento de San Pablo para Jovenado redentorista y desde donde dirige las obras de la casa de Valencia; Astorga (1919), para hacer las obras de ampliación del Estudiantado; En 1921 estará en Cuenca, Madrid y Nava del Rey; Santander (1922-1926). A partir de 1927, contando con 68 años, cambia de nuevo de oficio al antiguo de hortelano en las casas de Astorga (1927), Santander (1928-1934) y Perpetuo Socorro de Madrid (1934-julio de 1936), ya anciano con 77 años y medio ciego, le sorprendió la persecución religiosa y ratificó con la propia sangre su consagración religiosa.

Mantuvo su fuerte temperamento hasta el momento de la ejecución, y así contaron que uno de los guardias testigo de la ejecución regresó exclamando: “¡Qué energía tiene ese viejo!”. Muy trabajador e inteligente; vivió toda su vida misionera desde la entrega al trabajo y la oración, siendo ejemplo para los operarios con los que compartía el trabajo y sin despreocupado de la situación política de su alrededor.

Un anciano en medio de la persecución religiosa

Cuando estalló la persecución Nicesio era un anciano venerable que se acercaba a los 80, aunque conservaba la energía indómita de su temperamento. Salió del Santuario del Perpetuo Socorro acompañado del H. Gregorio Zugasti y se refugiaron en casa del sacerdote D. Lino Bea Murguía-Bru en la calle Francisco de Rojas nº 9, 1º donde vivía con su madre Trinidad Bru, viuda de Murguía; allí también se refugió el anciano redentorista P. Manuel Santamaría. Vivieron tranquilos y sin sobresaltos hasta el día 27 de julio, en que se presentó el portero del inmueble exigiendo que se echara de allí a los dos religiosos. D. Lino, ante las protestas del portero y las groserías de un chofer que venía con él, salió a la puerta y les dijo que los Hermanos no saldrían de allí sino por encima de su cadáver; pero los redentoristas comprendieron que lo mejor era irse por respeto a la familia y miedo al portero.

Se refugiaron en una pensión en la calle Pelayo nº 38, 1º izq. La dueña de la pensión pidió al H. Gregorio que firmara en el libro de huéspedes, pero éste no se atrevió a hacerlo con firma fingida y declaró su condición de religioso. La dueña se asustó y no se atrevió a ocultar a los religiosos y estos tuvieron que salir a la calle.

Una señorita habló de ellos al Comisario del Distrito de Chamberí y allí se presentaron. El Comisario no se atrevió a responder de ellos, les aconsejó que se quedaran allí y, cuando en las inmediaciones no hubiera gente, salieran. Así lo hicieron refugiándose en la calle del General Arrando, en un sótano que la Editorial del Perpetuo Socorro utilizaba como depósito de mercancías. Allí estuvieron tranquilos varios días hasta que se les agotaron los víveres. Un grupo de mujeres se compadeció de ellos y buscaron el medio para ayudarles: Pepita Moreno, que vivía en el nº 4 de la calle Españoleto los encontró en pésimas condiciones; ayudada de la doncella de la Baronesa de Rada, María Ruiz, acudieron en su auxilio y les buscaron alojamiento en la casa de Filomena Múgica en la calle Cobarrubias nº 17, 2º donde vivía con sus hijas Concepción y Francisca Quintanilla. Según esta última los “dos religiosos legos se hallaban escondidos en un sótano careciendo de lo más imprescindible para la vida, por lo que los recogió en su casa, donde atendió a todas sus necesidades; hasta que en virtud de las circunstancias comunicó al portero de la casa el hecho que estaba practicando; que el portero en cuestión, prometió no dificultar su labor, garantizando la seguridad de los dos religiosos; viéndose poco después sorprendidos con la presencia en su domicilio de unas milicias que procedieron a la detención de los legos" (Juicio Sumarísimo 12665 contra Félix Ramírez – Archivo General Militar de Madrid, Leg. 2709-Sig. 7105, fol. 1). Esto ocurría el día 14 de agosto. Interrogado el portero (Declaración de Félix Ramírez: Juicio Sumarísimo 12665 contra Félix Ramírez – Archivo General Militar de Madrid, Leg. 2709-Sig. 7105, fols. 1 y 15) “que Francisca Quintanilla le llamó para decirle que tenía dos señores en su casa sin documentación, para ver si él la podía proporcionar y con ese motivo fue a ver a un conocido suyo llamado Domínguez, que estaba en el Comité de la Piel instalado en el hotel del Marqués de Valdeiglesias de la calle Nicasio Gallego esquina a Covarrubias; no encontrando al Domínguez, pero otro individuo que allí había le preguntó reiteradamente qué quería y estrechándole a preguntas consiguió que el declarante dijera que deseaba un salvoconducto para dos señores que vivían en su casa a quienes no conocía. Que este individuo prometió hacerle los salvoconductos enterándose después que fueron a detenerlos…” Según la declaración de Filomena Múgica (Juicio Sumarísimo 12665 contra Félix Ramírez – Archivo General Militar de Madrid, Leg. 2709-Sig. 7105, fol. 7 vto.) “ni el portero ni los milicianos les pidieron documentación a los religiosos, limitándose tan solo a registrarles y llevárselos”. El H. Nicesio estaba enfermo en la cama y tuvo que levantarse y, sin comer, seguir a los milicianos al próximo palacio del Marqués de Valdeiglesias convertido en checa. Se ignora el tiempo que allí los tuvieron.

La víspera de la Asunción, día de su detención, en la cena les presentaron carne. Como era vigilia se negaron a tomarla. Cuando rehusaron la cena, los milicianos dijeron: “Si creerán que los vamos a envenenar”. – “Qué más da, contestó uno de los Hermanos, que nos maten con veneno o a tiros?”. Un testigo presencial dijo que el H. Nicesio que dejó admirados a los del tribunal por su energía y entereza, que nadie esperaba de un anciano de casi ochenta años. Uno de los componentes del grupo de milicianos declaró posteriormente: “Hallándose una noche trabajando en el sindicato fue invitado por José Ferigal, chófer, Manuel González Perlado y un tal Casas, directivo de la Sociedad de Curtidores, para que les acompañara al traslado de unos detenidos al pueblo de Vallecas; que el procesado subió al coche, donde se hallaban, además de los citados, dos hombres más; que faltando dos o tres kilómetros para llegar a Vallecas, pretestó el chófer Ferigal una avería; que hicieron bajar a los dos detenidos, que resultaron ser sacerdotes; y que cuando se hallaban en tierra dispararon sobre ellos, matándolos; que dispararon: José Ferigal, Manuel González Perlado y el Casas, sin que el procesado, horrorizado en aquel momento, disparara. … uno de los que habían intervenido, y que de la impresión había estado tres días enfermo” (Juicio sumarísimo nº 5473 instruido en Madrid contra Manuel Martín Carriles, Tomás Cuenca Caballero, Aureliano Jiménez Santos y Luis Vicente Domer: Archivo General del Ejército, Legajo 4162, Signatura 4790, fols. 7 y 24). La razón de la impresión de no aparece, pero según los rumores que se pudieron oír parece que el H. Nicesio, al ser fusilado, abrazó al jefe del pelotón y dulcemente le reconvino: “¿No te da pena matar a un viejo que puede ser tu padre y aún tu abuelo?” y antes de morir les pidió que le dejaran rezar una oración y que después le podían disparar; y así lo hicieron.

Entre los cadáveres sin identificar inhumados en Vallecas aparecieron 2 recogidos el 16 de agosto de 1936 en el km. 7 de la Carretera de Castellón; el numerado como cadáver nº 61 pertenecía a una persona de unos 65 años de edad, con las marcas en la ropa interior “S+R”, y poseía una carta dirigida a Gregorio Zugasti con la dirección de Manuel Silvela 14 de Madrid; el numerado como 62 pertenecía a un hombre de unos 80 años y con las iniciales en la ropa interior “N.T.” Ambos fueron identificados como los de los dos Siervos de Dios. Según el Acta de defunción, su martirio tuvo lugar en torno a las 5 hrs. de la madrugada del 16 de agosto a causa de la fractura de la base del cráneo (Acta de defunción de Nicesio Pérez del Palomar: Registro Civil de Madrid, Sección 3ª, Tomo 57-31, fol. 264).

El cadáver fue inhumado en el Cementerio de Vallecas (Madrid), en fosa común, en la zanja nº 2, cuerpos 3 y 4. El 4 de julio de 1940 se procedió a la exhumación, a su identificación y trasladado al Panteón de los Redentoristas en el Cementerio de la Almudena de Madrid, donde reposa actualmente.

ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Nicesio Fernández del Palomar

Te pedimos Padre que nos concedas la fortaleza de ánimo de tu Siervo Nicesio para que mantengamos la fe, la caridad  y la calma en todas las circunstancias de la vida. Por Jusucristo nuestro Señor.

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Incidente en la Biblioteca Nacional

domingo, 23 de octubre de 2011

BEATO GABRIEL (Bernardo) SAIZ GUTIÉRREZ

"A día 23 de julio de 1896, Yo, D. Simón Porras Izquierdo, Cura Párroco de la Parroquia de Santa Eulalia de Melgosa de Burgos bauticé a un niño que puse por nombre Bernardo, hijo de D. Martín Saiz González, y Dª. Casilda Gutiérrez Olmo, naturales de Melgosa de Burgos; que dicho niño había nacido en la casa habitación de sus padres ese mismo día veintitrés a las dos de la mañana". (Cf. Libro de Bautismos de la Parroquia de Santa Eulalia de Melgosa  de Burgos, nº 1, fol. 86 vto., y Registro Civil del Valle de las Navas en Rioseras (Burgos), Sección 1ª, Tomo 5, Folio 29)

Cuando Bernardo tenía poco más de un año Bernardo recibió el don del Espíritu a través del Sacramento de la Confirmación que le administró el Arzobispo de Burgos Fr. Gregorio María Aguirre el 21 de octubre de mil ochocientos noventa y en su mismo pueblo.
Iniciado y la piedad y aprendiendo a leer, escribir y las cuatro reglas aritméticas, como El resto de niños de su pueblo, comenzó a ayudar en su casa con las tareas agrícolas. Pero algo había en Bernardo que lo hacía distinto a los demás; algo que le había pasado: desde que hizo la 1ª comunión sintió como una llamada, una inclinación al estado religioso.

Cuando tenía doce años, hacia 1908, predicó la Misión en su pueblo el Redentorista P. Vicente Palacios. Alentado por el misionero, Bernardo quiso acompañarlo al espino donde los Redentoristas tenían el Jovenado, pero chocó con la resistencia de sus padres, que preferían tenerlo cerca contribuyendo al sostenimiento familiar. Tras la decepción, continuó en el pueblo trabajando la tierra de sus padres, puso un mayor interés el cultivo de su vida interior y de piedad y continuó creciendo en su corazón los deseos de abrazar la vida religiosa. Así nos lo relata él:
“a la edad de doce años que estuvo el R.P. Palacios ya me gustaba mucho el oír todas aquellas tan admirables palabras y buenos ejemplos, pero como que en aquella edad no se conocen las cosas ni se reconoce uno de ello, así iba uno pasando una temporada hasta que vino un día que yo se lo dije a los padres, pues yo esta idea tengo, a lo que ellos me contestaron eso no puede ser así, tu hermana se ha marchado y tu también, eso sí que no lo verás por ahora, más adelante ya veremos; tienes que aguardar unos años más. Se pasaban los años y volvía yo a repetírselo y entonces como las madres ya se sabe lo que son que quieren perder la vida antes que dejar salir de casa a un hijo, así es que yo me quedaba en punto suspensivo, a lo que yo les decía pues no voy a estar aquí toda la vida con ustedes, pues día tiene que venir que les tengo que dejar” (Curriculum vitae, pp. 1-2).
Con el paso del tiempo no desapareció el deseo en él de consagrarse a Dios, sino todo lo contrario: se pasaba los domingos en casa leyendo o rezando. Cuando se juntaba con otros jóvenes, como no participaba en algunas de sus diversiones, comenzaron a llamarle “el fraile”. Comenzó a llevar una vida solitaria, casi eremítica. Pero su padre seguía manteniendo su oposición: “ hasta que tu hermano vuelva del servicio no hay que pensar en el convento”. Pero, la sentencia del padre escondía su trampa: cuando volviera su hermano, tendría que ir él al servicio. Comenzó entonces a pedir a la Virgen del Perpetuo Socorro que arreglara el asunto de su vocación.
“Ya que no podía sacar nada de ellos [mis padres] y me hicieron poner en una edad avanzada que ya no podía ser para estudiar, yo decidí entrar a la Congregación aunque sea para hermano; …  siempre con los mismos deseos yo pedía a la Virgen del Perpetuo Socorro que si me convenía que me diera fuerza y buena voluntad para conseguirlo” (Curriculum, pp. 3-4).
La situación tensa en la que estaba viviendo le hizo no sólo chocar con sus padres, sino con sus amigos; desde aquí se dijo ”si quiero amar a Dios tengo que dejar el mundo [entrar en la vida religiosa] cuanto antes porque es imposible el amor a las dos cosas; además varias veces me ponía delante de la imagen del Perpetuo Socorro y le decía que me sacara del mundo porque aquello era imposible para mi porque me gustaba más el estar recogido en casa rezando o leyendo algún libro espiritual que todo aquello que era de paso” (Curriculum, p. 4). Perdió el interés por las propiedades y el patrimonio familiar, centrando su corazón en el único objetivo que le motivaba: entrar en la vida religiosa. La cosa se complicó con la muerte de su madre, la única que le apoyaba en su determinación. Su padre comenzó a chantajearlo afectivamente: “pero hijo vas a dejar así a tu Padre de esta manera, pues ya puedes aguardar tres años más hasta que tu hermano venga, pues yendo para hermano a la Congregación igual te da” (Curriculum, p. 8).

Continuó rezando a la Virgen, pidiéndole “que si me convenía ir  a la Congregación que no me tocara; y si no me toca yo hago voto en este momento de ir al Convento tan pronto como mi hermano concluya del servicio”. Llegó el día del sorteo y Bernardo quedó excedente de cupo. Fue entonces cuando una hermana de Bernardo que vivía en Vitoria se acercó al Espino, donde se entrevistó con el R.P. Bernardo Fernández, director de El Espino, para desbrozar el camino.  En mayo de 1919 entra en El Espino (Burgos) como postulante.

Vida en la Congregación del Santísimo Redentor
Después de seis meses, el 24 de septiembre del mismo año el tren le llevará a la Casa de Nava del Rey (Valladolid). Allí, comenzó el Noviciado vistiendo el hábito redentorista el 12 de noviembre de 1919;  fue su Maestro el P. Rafael Cavero.  El 13 de noviembre de 1920 pudo hacer su profesión religiosa, adoptando el nombre de H. Gabriel. Éste es el juicio que mereció su conducta en el noviciado: “Muy humilde, apocado y pusilánime, respetuoso, abnegado, de mucha conciencia y de confianza, piadoso, mortificado, serio, amante de la perfección, obediente y servicial". Sirvió al Evangelio desde el silencio de la cocina de cada comunidad donde estuvo. Después de profesar quedó adscrito a la comunidad de Nava del Rey. En 1922 lo encontramos en la de Pamplona (Navarra). En 1923 regresa a Nava del Rey donde realiza el Segundo Noviciado que termina con su Profesión Perpetua el 25 de marzo de 1924. Desde abril de ese año es adscrito a la comunidad de San Miguel de Madrid. Allí permanece hasta 1936, el que el Señor le llamará a su lado en la tarde del 20 de julio. Durante una temporada estuvo perfeccionando sus artes culinarias en el palacio de la Nunciatura con las religiosas del Santísimo Oblatas Redentor, encargadas entonces de los servicios de la Nunciatura.
Cuantos le conocieron comienzan y no acaban el elogio de sus virtudes: “Era piadoso y trabajador; no recuerdo que se negara nunca a prestar ayuda a los demás; se le veía con frecuencia hacer visitas al Santísimo. Era hombre de corazón sensible, lo cual le hacía sufrir no poco cuando tenía algún roce con alguno y no descansaba hasta que no lograba hacer desaparecer el disgusto y más de una vez pidió perdón de rodillas por si en algo había faltado.”
Estaba preparado para el martirio y la posibilidad de serlo no era ajena a sus cálculos. Horas antes de su muerte salió, ya de paisano, para llevar ciertas cosillas de uso doméstico a casa de Dª Petra Muñoz, la cual recuerda que estaba el buen religioso tan cercano, tranquilo y desprendido de todo, que le dijo al despedirse: “estoy tan preparado que no me perturbará si me cogiesen ahora mismo y me pegasen cuatro tiros, y hasta me alegraría”

Cuando estalló la Revolución no salió del convento hasta el 20 de julio. El mismo día de su salida fue sorprendido por un grupo de milicianos en la calle, delante de la Basílica de San Miguel, junto con los Padres Crescencio Ortiz y Ángel Martínez Miquélez, corriendo los tres la misma suerte (Cf. Registro Civil de Madrid, Sección 3ª, Tomo 171-9, folio 278 vto., nº 798). Llevado al Círculo Socialista de La Latina, en el nº 2, 2ºD de la cercana calle del Rollo, después fue visto detenido en el interior de un coche que bajaba la calle Segovia en dirección de la Casa de Campo. En esta finca de recreo hubo esa tarde fusilamientos, entre los cuales creemos que figuraba el H. Gabriel y sus compañeros. Estos fueron llevados e inhumados en el Cementerio General, donde se le tomó una fotografía al cadáver y fue inhumado como persona desconocida. Tenía cuarenta años cuando Dios le coronó con el martirio.

ORACIÓN
PARA USO PRIBADO

Señor, que concediste a tu Siervo Gabriel además de la palma del martirio la gracia de la humildad y la sencillez, te pedimos por su intercesión crecer en humildad para encontrar en ti nuestra mayor gloria. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

OTRAS ENTRADAS SOBRE EL SIERVO DE DIOS

domingo, 25 de septiembre de 2011

BEATO ÁNGEL MARTÍNEZ MIQUÉLEZ


El P. Ángel Martínez Miquélez fue detenido junto al P. Crescencio Ortiz el día que se se rendió el Cuartel de la Montaña de Madrid. Sirva este video para ambientar la narración:


Su infancia y vocación
José Martínez Polo se llenó de alegría en la madrugada del día 2 de marzo de 1907; su esposa, Juana Miquélez, con la que se había casado en segundas nupcias después de morir su primera esposa, había dado a luz a su hijo primogénito. Había nacido a las 4 de la mañana (Registro Civil de Funes (Navarra), año 1907, libro 13, folio 185, nº 3) en el domicilio familiar en Funes (Navarra). Como familia profundamente cristiana, lo llevó el día 3 a la iglesia Parroquial de Santiago para incorporarlo a la Iglesia a través del Bautismo imponiéndole el nombre de Ángel (Parroquia de Funes, Libro de Bautizados nº IX, folio 95 vto, nº 3); fue su madrina la hermana de su padre, su tía Magdalena Martínez, quien lo consagró a la Virgen María después de sacarlo de la pila bautismal.
 
Iglesia de Santiago de Funes
Pero la crisis económica hizo mella en la familia Martínez Miquélez, y hubieron de emigrar a Argentina cuando Ángel contaba 5 años y ya habían nacido sus hermanos Juan y Javier. No tuvieron suerte en el nuevo mundo y se vieron obligados a volver a su pueblo de Funes a los dos años de haber partido. Unos cuatro meses después de regresar de “hacer las Américas” cuando ángel contaba unos 7 años, moría Juana, su la madre, el día 18 de noviembre de 1914, a los 30 años. Tan duro golpe lo describe Ángel con estas palabras: “Mi pena y desconsuelo fueron tan grandes q. nunca, creo, se me borrarán. Quedaba, pues, mi padre con tres hijos pequeños. Mas cuando por una puerta entraba en mi familia, se introducía por otra el Señor para llevarme a donde me tenía deparado, otro más dichoso hogar, la Casa de Dios” (Curriculum vitae, p. 3). En mayo de 1915, cuando contaba con apenas 7 años recibió en su querida iglesia parroquial de Santiago Apóstol el regalo de la Eucaristía, y con Jesús, un segundo regalo, la vocación:  

“Por el mes de Mayo de 1915 tuve la dicha de recibir en mi pecho por primera vez a Jesús Sacramentado, y con esta tan bella aurora se iniciaba para mi alma el día de las gracias extraordinarias q. Dios quería concederme. Sentía yo, en efecto, desde pequeño una marcada inclinación al sacerdocio, y me recuerdo q. teniendo más de nueve años, me entretenía con otro hermano mío en imitar las ceremonias de la Santa Misa.” (Curriculum, pp. 3-4).
Con la muerte de su madre, fue su tía Magdalena quien marcó su educación y su vida, y quien estará presente en los momentos decisivos de su biografía. Preocupado por la educación de sus hijos, viendo el ingenio de Ángel y la situación en que quedaba la familia, D. José, su padre, logró que le admitieran de forma gratuita en el colegio de los PP. Escolapios de Pamplona. Con toda seguridad, aquí recibió la Confirmación y con el Sacramento el don del Espíritu para afrontar los momentos difíciles y dar testimonio de su fe.

Pero aún andaba D. José buscando donde podía dar cauce su hijo Ángel a la vocación religiosa cuando tuvo lugar una Misión en Funes, predicada por los Redentoristas de San Ignacio de Pamplona. Los misioneros fueron el R.P. Bartolomé Prieto y el Siervo de Dios R.P. Donato Jiménez (martirizado también en Madrid en 1936). Durante estos días Ángel se encontraba en Pamplona, en el internado. Su madrina, la tía Magdalena, habló a los misioneros de su sobrino, del que sabía que sentía inclinación al sacerdocio. Como no pudieron encontrarse con él, tuvieron que esperar unos meses, hasta la renovación, en la que el P. Donato Jiménez pudo conocerlo. Ángel, un muchacho entonces de 11 años, quedó admirado de la vida que llevaban los misioneros y el 4 de marzo de 1918, Ángel ingresaba en El Espino (Burgos), Seminario de los Redentoristas de España, acompañado del P. Jiménez. Unos años más tarde, Ángel mismo dirigió los pasos de su hermano Juan hacia el Espino, donde ingresó el 5 de septiembre de 1922 y profesó en la Congregación del Santísimo Redentor como hermano coadjutor, adoptando el nombre de H. Fermín.
Ángel y Juan Mart. Miquélez en El Espino
Vida en la congregación del Santísimo Redentor


Desde el 4 de marzo de 1918 al 16 de junio de 1924 Ángel permanecerá en el El Espino (Burgos); en agosto de 1924 tomará el tren camino de Nava del Rey (Valladolid) para realizar el Noviciado. Lo mismo en el Jovenado que en el Noviciado, la vida de Ángel no ofrece novedad especial. Era bueno y estudioso. El 23 de agosto de 1924 viste el hábito redentorista, y el 24 de agosto de 1925 hizo su profesión religiosa. El P. Rafael Cavero, CSSR., Maestro de novicios, hace este perfil de él:

“Buen ingenio, buen juicio, buena índole, serio, recto, piadoso, constante, muy amante de la vocación. Un poco terco” (P. Lucas Pérez, Fichas sobre el P. Ángel Miquélez: APRM., sec. Mártires, documento sig. 1211101, ficha 4).

Una vez hubo profesado, de nuevo tomó el tren en dirección a Astorga (León) a la Casa Estudiantado de los Redentoristas de España; allí realizará sus estudios de Filosofía y Teología necesarios para el sacerdocio. El 15 de septiembre de 1928 realizaba en Astorga su Profesión Perpetua, que le abría el camino sacerdotal; los días 20 y 21 de diciembre de ese mismo año recibía de manos de Mons. Mutiloa la Tonsura y las Órdenes Menores; pasados dos años, el día 15 de junio de 1930 era ordenado de Subdiácono, el 14 de septiembre de Diácono y el 20 del mismo mes recibía el Presbiterado.
Ángel M. Miquélez (Fila 1ª - 2º der)
con sus compañeros de Ordenación

Terminado su período en el Estudiantado viaja a Nava del Rey (Valladolid) para realizar su Segundo Noviciado bajo la tutela del S. D. Antonio Girón; de este periodo nos han quedado varios sermones para ser predicados en las misiones. Sin embargo no va a ser destinado como misionero. Habiendo destacado durante sus estudios por su inteligencia y aplicación fue destinado de nuevo a Astorga (León) como profesor de Filosofía; allí llegaba el 12 de octubre, coincidiendo durante un año con su hermano Juan (H. Fermín). En septiembre de 1932 además de la Filosofía, se hace cargo de las clases de Literatura en el Estudiantado y se le confía la tarea de formador, como Socio 2º del P. Prefecto, el RP. Carlos Otero. Allá en Astorga residirá hasta enero de 1934.

Miquelez  (1ª fila - 4º der.) en Astorga en calidad de formador
Agotado por el estrés y el mucho trabajo en la preparación de sus clases, sufre una crisis nerviosa y el 20 de enero de 1934 se traslada a El Espino (Burgos) para reponerse. Repuesto, durante este tiempo de descanso se empleará en el ministerio de la confesión y predicará las misiones de Lasarte y Berrosteguieta (Álava) predicadas del 3 al 12 de abril. El cronista nos deja estas palabras sobre él:

“En los tres meses y medio que ha pasado entre nosotros nos ha dado ejemplos dignos de alabanza e imitación; a pesar de hallarse mal de salud ha confesado ordinariamente a los jovenistas; ha llevado en algunas ocasiones el peso, verdaderamente abrumador en ciertos días (v. gr. El Domingo de Ramos, el Jueves Santo, etc) de las confesiones en la iglesia; se prestó a salir de misiones al fin de la campaña, predicando dos de ellas cerca de Vitoria”. (Crónica de El Espino, año 1934, p. 281)

A esta capacidad de trabajo, lo acompañó su bondad para con todos y una constante preocupación por su familia, de la cual no se desentendió, tal como manifiesta en sus cartas. Durante esta estancia en el Espino aprovechó para visitarla y conocer a sus dos hermanos pequeños, Francisco y Mª Jesús, nacidos de las terceras nupcias de su padre.

Angel M. Miquélez rodeado de su padre, su tía Magdalena
y sus hermanos Javier y Juan (H. Fermín)
El día 5 de mayo siguiente recibe un aviso para personarse ante el Provincial, que le destina a la Comunidad de Granada. Allí llega el 11 de mayo de 1934, y residirá hasta el 6 de octubre de ese mismo año, en que de nuevo toma sus maletas y coge el camino de Madrid, hacia la Comunidad del Perpetuo Socorro para hacer de Secretario particular del P. Provincial, José Machiñena. Durante su estancia en Madrid, además de su trabajo conmo Secretario, ayudará a reorganizar y fichar la Biblioteca, predicó con el P. Olarte la Misión de Alpedrete (Madrid) y con el P. Sarabia las de Chamartín de la Rosa y Griñón (Madrid). La misión de Griñón fue la última del P. Miquélez. Sacará también tiempo para escribir algunos artículos en la Revista del Perpetuo Socorro. En el último de éstos, publicado en junio de 1936 y escrito en medio de una situación social muy tensa, en la que se estaba viviendo desde las elecciones de febrero de 1936, nos dice:
“Hay en estos días un peligro por estos mundos españoles, que consiste en creer que la panacea y remedio universal para todos los males individuales, familiares, nacionales está en la farmacia de la política derechista. Papas, Prelados, la historia entera, y sobre todo el Santo Evangelio, nos dicen que no basta esta receta. … No es sólo de cambiar instituciones: lo esenciales mudar al hombre. .. ¿Cuál es el árbol que da fruto por estar soleado y bien abonado si tiene raíz mortecina?... No nos andemos todo el tiempo por las ramas y los contornos: cavemos bajo tierra y cuidemos las raíces” (Ángel Martínez Miquélez, El espíritu obrando… Almas, ¡todas a trabajar! en Revista El Perpetuo Socorro, Vol. XXXVIII (junio 1936) núm. 455, p. 219)
PP. D. Jiménez y A. M. Miquélez
El primero orientó al segundo a la CSSR.
En 1936 coincidirían en la comunidad martirial
de S. Miguel y ambos fueron martirizados
El 9 de Junio legan los nombramientos de Roma  poniendo al R.P. Carlos Otero al frente de la Provincia. Este escribe inmediatamente una circular a la Provincia con los nombramientos de Superiores y consultores venidos de Roma; a la vez comienza a hacer los cambios, que se fueron haciendo efectivos a comienzos de julio de 1936. Estos nombramientos llevan a Ángel a la otra comunidad madrileña, la Pontificia de San Miguel, para hacerse cargo de los jóvenes. Será allí, donde a los pocos días de llegar le sorprenderá la Revolución a los pocos días de su traslado.

Persecución y martirio de Ángel Martínez Miquélez

Ángel permaneció en la residencia de San Miguel hasta el día 20 de julio. La última Eucaristía en la Basílica Pontificia se celebró ese día a las siete de la mañana; una vez celebrada tuvo que cerrarse el templo por a la insolencia de las masas que procedía del asalto al Cuartel de la Montaña y al tiroteo que cada vez se hacía más nutrido. Se consumió el Santísimo y se dio la voz de “sálvese el que pueda”. Ángel tomó las llaves del Piso de Juan y Cosme Cabot Bestard, dirigentes del grupo de jóvenes de la Acción Católica que funcionaba en San Miguel, situado en la Calle Redondilla nº 4, 1º derecha, donde vivían con su madre, abuela y hermana; debido a la situación convulsa, la familia se había trasladado a una casa que tenían en Ugena (Toledo), habiéndole dejado las llaves del piso a los Redentoristas de San Miguel. Lo acompañaron el P. Crescencio Ortiz y el H. Gabriel. Cada uno, vestido de seglar, tomó un atillo de ropa y fueron saliendo de la residencia sin ser vistos. Bajaron por el callejón llamado Puñoenrostro para salir a la calle sacramento y en esa desembocadura, cuando iban a coger la calle del Dr. Letamendi para salir a la de Segovia, se toparon con una masa de milicianos armados procedentes de la Colina del Príncipe Pío, donde acababan de rendir el Cuartel donde se había acuartelado el General Fanjul. Ante la acusación de ser fascistas, dejándose llevar por la ingenua creencia de las tesis sostenidas por Ángel en el artículo anteriormente citado, pronunciaron su sentencia: “No somos fascistas, somos religiosos redentoristas”. 

Esquina donde fueron sorprendidos.
En el centro la Basílica.
  Detenidos por los milicianos fueron llevados al piso que el Círculo socialista de La Latina poseía en la cercana calle del Rollo nº 2, 2º Izq. El círculo estaba presidido por Antonio Fernández Velasco, y a él pertenecía Hilario de la Cruz, Silverio García Fernández…; todos ellos destacados por sus convicciones anticlericales. Después de un tiempo, un chico conocido de los redentoristas vio como los llevaban en un coche C. Segovia abajo en dirección de la Casa de Campo (Registro Civil de Madrid, Sección 3ª, Tomo 171-9, folio 168 vto., nº 563). No se volvió a saber de ellos.


C. Segovia en dirección a la Casa de Campo.
La mujer del guarda de la Asociación de Ganaderos de la Casa de Campo declara que “el mismo día de la rendición del Cuartel de la Montaña, unos grupos de milicianos llevaron a las cinco de la tarde alrededor de dieciséis personas entre las que había Oficiales, soldados y paisanos para fusilarlos. Eran todas personas de mediana edad... Todos los fusilados aquel día, que como ya tiene dicho eran alrededor de dieciséis debieron serlo sobre las tapias de la Mantequería, pues a su pie fueron hallados los cadáveres en dos grupos. No fueron enterrados allí sino que sus verdugos los trasladaron en una camioneta al Cementerio del Este” (Soledad de Oro García, Declaración jurada ante el Tribunal de la Causa General de Madrid. Madrid. 4 de abril de 1940: AHN., Sec. FF.CC. / Causa General de Madrid, Leg. 1506/1, Pieza Principal, Ramo 22, Fol. 5653). A esta declaración podemos sumar la de un funcionario del cementerio que nos dice que “El día 23 de Julio y los inmediatos que le siguieron, tuvieron entrada en el cementerio trescientos ochenta y ocho cadáveres procedentes, en su mayoría, de las personas asesinadas en la defensa del Cuartel de la Montaña, y el resto pertenecientes a gentes muertas violentamente en la lucha desencadenada en Madrid con motivo del alzamiento Nacional. Todos estos cadáveres fueron enterrados, solos y juntos, en una sola fosa” (Antonio Melgares Sáez, Declaración jurada ante el Tribunal de la Causa General de Madrid. Madrid. 16 de febrero de 1940: AHN., Sec. FF.CC. / Causa General de Madrid, Leg. 1506/1, Pieza Principal, Ramo 21, Fol. 5568 bis) y sigue diciendo que fueron identificados únicamente 84.

La fotografía de un cadáver sin identificar tomada en el depósito del cementerio de Madrid el 25 de julio de 1936 y anexa a una ficha de la Dirección General de seguridad para proceder a la identificación del cadáver fue cotejada con una del P. Ángel Martínez Miquélez por un médico forense; los resultados del cotejo fueron los siguientes: “El sujeto ha padecido un considerable maltrato. Presenta seis erosiones frontales, hundimiento del caballete nasal y restos de una gran hemorragia por este lugar. La mejilla izquierda y la oreja de ese lado aparecen desgarrados por el orificio de salida de un disparo por arma de fuego del que se desprende un reguero de sangre hacia el cuello. La facies hipocrática y el maltrato sufrido desfiguran parcialmente el rostro. No obstante, se aprecian también evidentes coincidencias entre el cadáver fotografiado y las fotos remitidas para cotejo. La estructura cuadrangular de la cara, la implantación del pelo, el pliegue de la raíz nasal, forma y tamaño de los pómulos, extremo de la nariz, orificio nasal, surco naso geniano derecho, estructura labial, especialmente el labio inferior, ángulo mandibular derecho y, a pesar del desgarro sufrido, los pliegues de la oreja izquierda son otros tantos puntos de coincidencia que nos permiten afirmar que la fotografía del cadáver pertenece al P. Miquélez”.
ORACIÓN
Para uso privado

Te pido Señor que me concedas la gracia de comprometerme en el anuncio del Evangelio con los jóvenes e inculcar en ellos el espíritu crítico ante la realidad, como lo hizo tu sacerdote misionero redentorista Ángel. Por Jesucristo nuestro Señor.
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