domingo, 7 de noviembre de 2010

TESTIGO DE UNA "SACA" DE LA CÁRCEL MODELO

En una celda de la galería 2ª, algo triste José Machiñena, redentorista Superior del Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid, sentado en el suelo, escribía en un papel…

Hoy, día 7 de noviembre de 1936 hemos salido a los patios tristes y cabizbajos. No ha habido ganas de jugar y en los corrillos se comentaba el acontecimiento del día acontecido a lo largo de la noche; unos aseguran que los expedicionarios presos políticos han salido para Alcalá de Henares; otros afirman que tienen informes fidedignos de que se los han llevado a Chinchón ante el temor de que entren las tropas nacionales en Madrid; un comandante, amigo mío, se me ha acercado y con toda clase de reservas me ha trasmitido la versión que había oído a un oficial de prisiones; a saber: que el primer coche había ido a Alcalá, pero que a los demás los han asesinado en las afueras de Madrid, y que parte de ellos han sido enterrados vivos; añadiéndome: “el día que se sepa toda la verdad causará horror y espanto… Antes de sacarlos de la cárcel los han despojado de cuanto llevaban en los bolsillos, dinero en vales, relojes, pitilleras etc… los que llevaban zapatos nuevos, o americanas de algún precio, los han despojado de ellos también; les han atado las manos, los subieron a los autobuses, y así los han llevado al lugar de la ejecución. Una vez allí, y colocados junto a una zanja, que de antemano se había abierto los milicianos, los ataron de nuevo de tres en tres, o de cuatro en cuatro, que segados por las ametralladoras iban cayendo, arrastrando unos a otros, en la zanja, unos muertos y otros vivos…."
De todo lo acontecido esta noche he sido testigo ocular; yo fui detenido y encarcelado en la Galería 5ª y
“a mediados de Octubre y con motivo de la redada que hizo el gobierno de los militares retirados, a quienes atrapó, después de engañarlos villanamente, tuvimos que desalojar la 5ª Galería para hacer sitio en ella a los retirados del ejército. Nos llevaron a diversas Galerías en donde fuimos distribuidos, teniendo yo la suerte de ir a la 2ª, y a la celda del P. Renuncio. Fue para los dos una gratísima sorpresa y un consuelo grande encontrarnos después de tanto tiempo como llevábamos separados, sin saber nada el uno del otro. Éramos tres en al celda, los dos Padres y un abogado gallego, llamado José Rumbao, pequeñito, pero un haz de nervios. Con nosotros se portó muy bien. Aunque era rara la noche en que no oyéramos alguna descarga en las inmediaciones de la cárcel, y como no era precisamente un arrullo para dormir profundamente, con todo tenía que ir uno acostumbrándose a tantas cosas extrañas y duras…. Que a pesar de todo nuestra vida seguía su curso con relativa tranquilidad. Mas, en la primera decena de Noviembre empezaron a tomar las cosas un rumbo trágico.
El día 7 de noviembre, y a eso de las 4 de la mañana, oímos el estrépito de los cerrojos y de las puertas de la cárcel que se abrían. Nos dimos cuenta en el acto de lo que se trataba: oficialmente, un traslado de presos a Alcalá de Henares, a Chinchón, a cualquier parte; de hecho … a Torrejón de Ardoz o algún otro sitio de las afueras de Madrid para fusilarlos el ruido de las puertas que se abrían se iba acercando cada vez más a la celda. Ahora van a venir aquí, me decía yo para mí, ¡y a quién van a llamar sino a mí!; estamos aquí los tres, un abogado, el P. Renuncio que figura en la ficha como dependiente de comercio, y yo que estoy con todos los agravantes de sacerdote y religioso. En esto se abre con estrépito la puerta, y aparece ante ella un miliciano con una larga lista de nombres en la mano. Contenemos la respiración para escuchar … ¿Qué nombre saldrá? Yo ya me he tragado la píldora y estoy en ademán de levantarme. .. en esto se oye la voz bronca del miliciano que dice:


- 'Nicasio Manzanedo (Nombre
que se había llamado el P. Renuncio), levántate, toma tus cosas y sal fuera'.
Quedamos consternados, sin poder articular una palabra. Se incorpora el Padre y me dice:

-‘Por qué me llaman a mí, si no he dado mí nombre ni la profesión, si no me han tomado declaración ni saben de mí cosa alguna? … ¿Qué hago?'

‑'No sé qué decirle, -le contesté-, porque si se resiste acaban con Vd. Tal vez sea un traslado…'
Se levantó y renovó los votos religiosos, con una emoción que es fácil de adivinar. Le animé a que estuviera prevenido, y si llegaba el caso ofreciese a Dios su vida por la Iglesia, por la Congregación y por España. Se levantó muy animado, diciéndome al marchar:
-‘Ofrezco mi vida por mis cohermanos de la Provincia, por la Congregación y por nuestra desventurada Patria’".

(José Machiñena Aríztegui, Memorias de la Persecución religiosa en Madrid en 1936-1937 titulado “Nueve Meses en poder de los rojos”, abril-mayo de 1937 en APRM. XIX, 1b., pp. 9-10.)






No hemos vuelto tener noticias sobre él.

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