martes, 26 de junio de 2012


DONATO JIMÉNEZ BIBIANO, MISIONERO REDENTORISTA


Infancia y vocación

Miguel Jiménez, era un hombre que disfrutaba de una posición acomodada por el comercio que tenía; estaba casado con Brígida Bibiano, y vivían en el número 22 de la calle Casanueva de la vallisoletana villa de Alaejos, donde criaban a sus cinco hijos. Algo vino a sobresaltar la tranquilidad familiar: a las 18.00 hs. del día 21 de marzo de 1873 acogían a su sexto y último hijo, el cual recibió el Sacramento del Bautismo en la majestuosa iglesia de San Pedro, recibiendo el nombre de Donato, el día 25 de marzo, solemnidad de la Encarnación.
Pero la familia recibió un duro golpe: la pérdida del padre. Si alguien lo sufrió más, ese fue Donato, que contaba entonces con 4 años; él nos dice: “una pérdida inmensa arrebatándonos el padre, principal y puede decirse único apoyo de la familia; abandonados hubiéramos quedado si la madre secundada en parte por el hermano mayor, no hubiese sido toda  ardor para sostener la familia”.

Doña Brígida u su hija mayor se encargaron de la educación y formación religiosa del pequeño. A los 6  años recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Arzobispo de Valladolid D. Fernando Blanco y Lorenzo, el día 31 de octubre de 1879. Pero Donato era un niño muy vivo y travieso: había mañanas que se negaba ir a la escuela; también en la formación religiosa dejaba que desear, por lo que fue rechazado para recibir los sacramentos de la Confesión y 1ª Comunión.
Su carácter jovial y extrovertido, que ya le era característico desde pequeño, se mostraba en sus travesuras, algunas de ellas de mal gusto. Dejaba bastante que desear. Algo se enmendó después de hacer la primera comunión. Pero el verdadero cambio se efectuó en él con la misión predicada por los PP. Negro y Lorthioit.

Donato, que entonces andaba ya por los 14 años, no se despegaba de los Misioneros. Aquellos hombres, su palabra, su estilo de vida le llamaron tanto la atención que algo se despertó en él: la semilla del seguimiento de Cristo, que fue concretándose en su respuesta vocacional. Cuando se marcharon los misioneros cambió completamente de vida: ayudaba a misa, comulgaba los domingos, no andaba con sus antiguos compañeros de travesuras. Su mejor amigo era el sacristán de la Parroquia de San Pedro, que estaba preparándose para hacerse religioso. Y él pensó hacer lo mismo. Las travesuras y aventuras de niño las fue cambiando por la aventura de la vocación misionera.

El 2 de agosto de 1887 se celebraba la festividad de San Alfonso, fundador de los Redentoristas, coincidiendo ese año con el 2º centenario de su nacimiento. Decidió junto a otros amigos ir a la vecina villa de Nava del Rey (Valladolid) para felicitar a los misioneros: no lo pensaron mucho y junto con tres amigos, partió para allá de noche a lomos de un caballo; al llegar, tuvieron que esperar al amanecer en la puerta del Convento.

El mayor obstáculo para conseguir su objetivo fue su madre. Para ello rezó y con la ayuda de Dios, de la Santísima Virgen María y de San Alfonso, consiguió convencerla para que le dejase seguir su llamada vocacional. Ingresaba el Jovenado del Espino (Burgos) el 19 de septiembre de 1887 junto con  otros tres compañeros de Alaejos.

Vida como Misionero Redentorista

En el Jovenado de El Espino estuvo a lo largo de cinco años, donde dio muestras de ingenio. En agosto de 1892 viajó hasta Nava de Rey para hacer el noviciado, vistiendo el hábito redentorista el 8 de septiembre. Durante el noviciado tuvo una fuerte crisis personal y vocacional a causa del perfeccionismo y los escrúpulos. Vencida esta, hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1893 con el nombre de Donato José-María.  Continuó sus estudios teológicos en Astorga (León) donde destacó por su gran talento. Allí recibió las Órdenes menores y mayores, culminando con la Ordenación presbiteral el 27 de mayo de 1899 en la Capilla del Seminario Diocesano de Astorga de manos del Obispo asturicense D. Vicente Alonso Salgado.

Desde que se ordenó de sacerdote hasta su martirio éste fue su itinerario como misionero redentorista: los primeros años  es destinado a la formación, en Nava del Rey (Valladolid) como socio del P. Maestro y en El Espino (Burgos) de profesor de latín. En 1902 hace en El Espino el Segundo Noviciado; terminado este va a ser misionero el resto de su vida: en Cuenca (1902), El Espino (1904), Astorga (1907); en 1915 destinado a Pamplona (Navarra) hasta 1930; en esta comunidad además de misionero será durante tres periodos rector de San Ignacio. En 1930 es destinado de Superior a Santander, cargo que combinó con las misiones parroquiales. En junio de 1933 es destinado a Astorga como Ministro; en diciembre de 1934 es nombrado rector de Vigo y en los nombramientos de 1936 es destinado a la Comunidad madrileña de S. Miguel donde llega el 23 de junio.
Persona optimista a toda prueba, su personalidad queda bien definida en la palabra “Misionero”. Su espíritu jovial, abierto y aventurero, fueron características suyas a lo largo de toda su vida, que le llevaron a ser un gran misionero.

Pasión y muerte

Aún no llevaba un mes en Madrid, en la Residencia de San Miguel, cuando estalló la persecución religiosa. El domingo 19 de julio, Solemnidad del Santísimo Redentor para los Redentoristas, después de cenar, abandonaba la Residencia y se refugiaba en casa de su amigo y paisano D. Jerónimo Fernández Puertas, que vivía en el piso 4º del nº 8 de Cava Baja, junto a su esposa Dª Pilar López Vall y su hijo de de 22 años Leopoldo.

Allí vivió entregado al recogimiento y la oración hasta el 12 de septiembre. Sus únicas salidas eran para celebrar la Eucaristía en la Nunciatura o en el Palacio de la Cruzada. Siempre confiado, optimista, convencido de la próxima finalización de la situación. El 11 de septiembre, enterado de que se había esparcido el rumor en la vecindad de que en el nº 8 de la Cava Baja se ocultaba un fraile, contra la voluntad de su amigo, dispuesto a correr todos los riesgos, se refugió en casa de la Srta. Lola Moreno Tobarra, calle Mayor nº 59, piso 1º, encima de la Farmacia de la Reina Madre.

El 12 de septiembre se había acogido a su nuevo refugio, el 13 se presentaron los milicianos hacia el mediodía. Sabían a qué venían. Cuando dieron con el equipaje del P. Jiménez exclamaron: “Hoy ha caído un pájaro de cuenta”. Los llevaron a él y a Lola Moreno a la Checa de la calle Fomento, donde  el P. Jiménez fue encerrado en los sótanos en la celda nº 5. Según contaron sus compañeros, apenas llegó les dijo: “Señores, soy religioso redentorista. Por eso me han detenido”. En la cárcel el Siervo de Dios siguió siendo el sacerdote apóstol, ayudando a los presos, sobre todo a aquellos a quienes veía más desalentados, procurando infundirles su optimismo.

Pero su optimismo cambió después de uno de los interrogatorios. Uno de los miembros del tribunal, por las preguntas tan detalladas que le hizo sobre su vida y sobre algunos de los congregados, debía conocerle. Donato se dio cuenta posteriormente que se trataba de un ex - redentorista. Cuando salió del interrogatorio ya salió convencido de que su suerte estaba ya echada. El 16 de septiembre confesó a uno de los detenidos, Antonio Gómez Fernández, quien “aconsejado por don Jenaro se había acercado al Padre y allá junto a la ventana, mientras parecían distraídos mirando el reloj de bolsillo como contando los minutos eternos, le había abierto su conciencia sobre la que el Padre había dejado caer el calmante de sus palabras de consuelo y de perdón rubricadas por el trazo firme de una absolución  sacramental. Había hablado el ministro del Sacramento de la Penitencia; luego prosiguió el monólogo el amigo siempre optimista que sabe alentar en los trances más difíciles; y finalmente el Sacerdote-Soldado de Cristo  Redentor tomaba las previsiones por lo que pudiera suceder. ‘En este último término, hijo mío, si nos matan ya  sabemos lo que tenemos que hacer: Gritaremos con toda la fuerza ¡Viva Cristo Rey! Y entraremos en el cielo’” (Lucas Pérez, C.Ss.R., Notas manuscritas sobre la persecución sufrida por el Siervo de Dios Donato Jiménez Bibiano, pp. 8-9).

 El día 17 de septiembre, a altas horas de la noche, se oyó la voz de un miliciano en la celda: “Donato Jiménez, a declarar. Toma”. Y le dio una papeleta en blanco. Era la sentencia de muerte. El P. Jiménez no volvió a la prisión; murió la madrugada del 18 de septiembre.

Su cadáver fue encontrado en el Km. 12 de la Carretera de Francia, en el término municipal del entonces pueblo de Fuencarral; le fue hecha una fotografía, anexionada al Acta de Defunción que nos ha permitido recientemente encontrar el cadáver. En dicha Acta se recoge que en los haberes que aparecieron con el cadáver  había un “Breviarium Romanum, entre unas estampas sueltas de Santos, hay una dedicada por la Comunidad al Maestro M.R.P. Jiménez fechada en Burlada 7-8-1926, en un papel tiene las direcciones siguientes, Sr. D. José Fdez. Ruano. San Quintín 2—2. El Escorial – Sra. Dª. Francisca Yarza. Idem, un pañuelo blanco marca + S.R. D.J., un rosario y un Cristo” (Registro Civil Único de Madrid (Fuencarral), Sección 3ª, Tomo 32-30, folio 107 v). El Breviario, el rosario y el Cristo nos muestran su fidelidad a Cristo hasta la muerte; probablemente rezó la Liturgia de las Horas y el rosario incluso en la Checa.
Inhumado como hombre desconocido en el Cementerio de Fuencarral en fosa común (patio 3º, fila 6ª, sepultura nº 15, cuerpo 1º), y dado que no fue identificado, posteriormente fue exhumado y sus restos con toda probabilidad fueron a parar al osario común, ya que en el Archivo de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos (Madrid) no figura ningún hombre desconocido traído del referido Cementerio de Fuencarral (Madrid).

 ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Donaro Jiménez

Te pido Padre que, como llamaste a Donato Jiménez para poner todas sus cualidades al servicio de tu Evangelio y hacer de él un misionero de tu amor, te sirvas de igual modo de mis cualidades y defectos para que todos ellos contribuyan a anunciar tu Palabra. Por Jesucristo nuestro Señor.
 
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