Era la mañana del 17 de octubre de 1936 cuando Ibarrola entró en la Galería Quinta de la Cárcel Modelo. Detenido en la pensión en que se encontraba, había sido clasificado en la Prisión como venido de Pamplona y había cambiado su apellido por el de Iturriaga. Mientras acababan los del grupo aquellas formalidades los encerraban en unos calabozos oscuros. De allí los hacían subir a otro cuartucho, donde a los detalles de la ficha se añadía las huellas dactilares que de ellos querían conservar como de peligrosos criminales. Luego venía la oficina del cacheo, en la que limpiaban sus bolsillos de las armas ofensivas que hubieran escapado al examen de la comisaría, y, por último, la oficina financiera donde a cambio de un resguardo de valor problemático era preciso dejar el último centavo. De estas dos oficinas postreras –la del chequeo y la del dinero- se vieron libres una veintena, no porque se hubieran amansado los carceleros, sino porque cuando llegaron los últimos debían haberse ido a dormir alguno de ellos; el caso es que luego de renegar entre sí contra los camaradas infieles a su deber y hacerles pagar a los detenidos las consecuencias de una espera prolongada los enviaron a las celdas sin cumplir aquellos requisitos, pensando tal vez llamarlos al día siguiente. Si lo pensaron, se olvidaron de lo pensado. Serían las cuatro de la mañana cuando pasaron al arranque del magno Abanico que da nombre y carácter a la Prisión Modelo. Allí nuevas caras duras de milicianos y oficiales, gestos y nombres de mando, lectura de nombres, y distribución por celdas, a sazón de cinco presos, más o menos, en cada una. El medio millar de presos ingresados aquel día fueron adscritos a la Galería Quinta, que habían hecho desalojar la víspera hacinando sus inquilinos en las demás galerías (cf. R. Tellería, Madrid al Rojo. Diario personal durante la Guerra Civil. Bruselas 1937, T. II, pp. 25-26). Le tocó a Iturriaga (nombre en la cárcel de José Mª Ibarrola) compartir celda con dos jóvenes, hasta ese momento desconocidos para él. Eran 2 hermanos venidos de Barbastro. Comenzaron los saludos:
- Como le dije, me llamo Rafael Arrizabalaga y tengo 19 años. El día 20 de agosto fui detenido por un comunista de la Comisaría de Chamberí llamado Agapito Sanz. Preso fui llevado a la checa de Bellas Artes, donde pasé una noche. Al día siguiente fui subido en un coche, me taparon los ojos y me llevaron a otra checa. De camino creí que me llevaban a matar, por lo que estuve rezando en mi interior: «Señor, Virgen mía, que me lleven a donde pueda confesarme.» Y no sé el lugar en que me llevaron. Pero allí me encontré en el calabozo a 3 hombres. Por su aspecto sospeché pudiesen ser sacerdotes, pues no paraban de rezar. Les pregunté y uno de dijo llamarse Roberto González Nandín y que era casado. Los otros dos me dijeron que eran redentoristas, el Hermano Pascual y el P. José Mª Urruchi, con el que pude confesarme. Pasé el día con ellos; me contó el H. Pascual que estaban escondidos en la casa de D. Roberto y que estando él trabajando, fue el Agapito Sanz a hacerles un registro y que al enterarse que eran religiosos los detuvo y los llevó a esa checa. El P. José Mª estaba más impresionado y no paraba de rezar. D. Roberto y el H. Pascual
mantenían mejor la calma, aunque también rezaban. Yo me sumé a sus oraciones. Lo último que recé allí fueron las tres Avemarias con ellos.Pues caído el día los subieron en un coche a los tres y oí que los llevaban a matar a Getafe. A mí me dieron la libertad; con los ojos vendados me subieron a un coche y me vi libre en la plaza de Olavide (Cf. José María Ibarrola Latasa, C.Ss.R. Nuestros Mártires: Revista El Perpetuo Socorro, Madrid 1940, Volumen XLI, pp. 132-137). Visité a su esposa, en la calle Manuel Silvela nº 3, a la semana siguiente; me dijo que ese mismo día 21 por la noche los mataron a los 2 redentoristas y a D. Roberto; que un vecino reconoció su cadáver como traído de Getafe; que junto a él había otros dos, uno recogido en la Carretera de Andalucía y otro en la Pradera de San Isidro. ...Continuaron charlando algo más; durante un momento se hizo silencio, que aprovecharon para hacer entre murmullos sus oraciones y fueron quedando rendidos.
- Como le dije, me llamo Rafael Arrizabalaga y tengo 19 años. El día 20 de agosto fui detenido por un comunista de la Comisaría de Chamberí llamado Agapito Sanz. Preso fui llevado a la checa de Bellas Artes, donde pasé una noche. Al día siguiente fui subido en un coche, me taparon los ojos y me llevaron a otra checa. De camino creí que me llevaban a matar, por lo que estuve rezando en mi interior: «Señor, Virgen mía, que me lleven a donde pueda confesarme.» Y no sé el lugar en que me llevaron. Pero allí me encontré en el calabozo a 3 hombres. Por su aspecto sospeché pudiesen ser sacerdotes, pues no paraban de rezar. Les pregunté y uno de dijo llamarse Roberto González Nandín y que era casado. Los otros dos me dijeron que eran redentoristas, el Hermano Pascual y el P. José Mª Urruchi, con el que pude confesarme. Pasé el día con ellos; me contó el H. Pascual que estaban escondidos en la casa de D. Roberto y que estando él trabajando, fue el Agapito Sanz a hacerles un registro y que al enterarse que eran religiosos los detuvo y los llevó a esa checa. El P. José Mª estaba más impresionado y no paraba de rezar. D. Roberto y el H. Pascual
mantenían mejor la calma, aunque también rezaban. Yo me sumé a sus oraciones. Lo último que recé allí fueron las tres Avemarias con ellos.Pues caído el día los subieron en un coche a los tres y oí que los llevaban a matar a Getafe. A mí me dieron la libertad; con los ojos vendados me subieron a un coche y me vi libre en la plaza de Olavide (Cf. José María Ibarrola Latasa, C.Ss.R. Nuestros Mártires: Revista El Perpetuo Socorro, Madrid 1940, Volumen XLI, pp. 132-137). Visité a su esposa, en la calle Manuel Silvela nº 3, a la semana siguiente; me dijo que ese mismo día 21 por la noche los mataron a los 2 redentoristas y a D. Roberto; que un vecino reconoció su cadáver como traído de Getafe; que junto a él había otros dos, uno recogido en la Carretera de Andalucía y otro en la Pradera de San Isidro. ...Continuaron charlando algo más; durante un momento se hizo silencio, que aprovecharon para hacer entre murmullos sus oraciones y fueron quedando rendidos.
- Somos Rafael y Mariano Arrizabalaga.
- Yo soy José María Iturriaga –Contestó el redentorista.
- Mi hermano estudia Teología en Comillas, y nos sacaron anoche de nuestro domicilio el día 8 de octubre por tener un hermano falangista en Reus (Cf. AHN., FF.CC., Legajo 1800/2, Estado B, Relación 2, Fichas nº 258 y 259).
- Bueno –respondió Ibarrola- sinceramente soy José Mª Ibarrola y soy sacerdote redentorista.
Al escuchar sacerdote redentorista al más joven de los hermanos se le abrieron los ojos de par en par. Tomó la palabra y dijo.
- ¿Padre, me permite contarle algo que me ocurrió con uno de sus hermanos?
- ¡Cómo no! – respondió Ibarrola- Cuentemé.
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