sábado, 23 de abril de 2011

Entrevista al P. Sagredo retransmitida por Radio Madrid. 27.02.1952


[La presente entrevista es la tercera de tres que le hicieron al P. Sagredo un locutor de Radio Madrid (25, 26 y 27 de febrero de 1952) al llegar a España después de ser expulsado de China. Lo que de ella nos ha quedado y trascribimos es el guión mecanografiado en 7 folios con un sello en el ángulo superior derecho de la primera página en el que leemos Sociedad española de Radiodifusión / Departamento de radiodifusión. Este material es propiedad de la Sociedad española de Radiodifusión y no puede ser utilizado sin su autorización. Versa sobre la persecución, el cautiverio y las torturas sufridas por el P. Sagredo y el resto de misioneros. Es en esta una de las pocas veces que el P. Sagredo habla de lo sufrido en la cárcel china. Quiero compartirla con todos en este sábado santo, en recuerdo de la Iglesia silenciada y perseguida de cualquier lugar del mundo]

Sociedad española de Radiodifusión A.M.
Emisora: Radio Madrid
Programa: Éxodo de los Misioneros en China
Fecha: 27 de febrero de 1952
Hora: 16,40
Guión: V. Gutiérrez de Miguel
 

LOCUTOR: En este momento señores radioyentes reanudamos la trasmisión de la última de las conversaciones que ha sostenido con el padre Sagredo nuestro colaborador Valentín Gutiérrez de Miguel.

DE MIGUEL: Reverendo padre, hicimos punto en la emisión de ayer a nuestras conversaciones cuando le trasladaban a usted a la prisión de Chengtu ¿qué tal lo pasó en ella?

P. SAGREDO: Pues muy bien. Los sufrimientos físicos, aunque no pequeños eran más tolerables que el sufrimiento moral de los interrogatorios.

DE MIGUEL: ¿En qué consistían los sufrimientos físicos?

P. SAGREDO: Concretamente me tenían encerrado en una habitación mal ventilada y no estaba yo solo, éramos muchos más de los que podíamos movernos en ella. Teníamos que dormir sobre el mismo suelo y por la mañana todo lo que se nos permitía era estar sentados. Algún día que otro nos pasaban un balde de agua y en él teníamos que lavvarnos todos por turno, primero la cara y luego las manos.

DE MIGUEL: ¿Y de comer?

P. SAGREDO: Pues una menguada escudilla de arroz cocido solo en agua dos veces al día y una porción igual de unas hiervas cocidas.

DE MIGUEL: ¿Conserva usted alguna huella de tal tratamiento?

P. SAGREDO: Afortunadamente mi naturaleza bastante quebrantada se ha repuesto por completo. En el tiempo que estuve en la prisión, aunque todo nos estaba prohibido, hubo una cosa que no pudieron evitar que hiciese, rezar, y la oración, consuelo de mi espíritu que no se abatió en ningún momento sostuvo la vida física. Lo único que conservo de los días de prisión es la barba, porque como no podía afeitarme, la tuve que dejar crecer y por gracia especial la conservo en España.

DE MIGUEL: Y el Padre Sagredo, se alisa con su mano su barba que afila el perfil ascético de su faz. Me hablaba usted padre Sagredo de los interrogatorios como su sufrimiento mayor.

P. SAGREDO: Y así era, se sucedían sin interrupción y de una manera tan hipócrita, tan falsa, que unas veces podía inducir a engaño, pero otras excitaban los nervios. Lo que sobre todo pretendían era hacerme firmar un acto de retractación que pudiera valerles a ellos delante del pueblo, y sobre todo, delante de los cristianos. A pesar de todas mis negativas y de haber protestado repetidas veces sobre todo durante dos días seguidos a un documento que ellos escribieron y que quisieron que yo tradujera al francés, me dijeron: “El gobierno chino tiene medios para obligarle”.

DE MIGUEL: Y en vista de su conducta qué actitud adoptaron las autoridades comunistas para tratar de aniquilar su energía moral.

P. SAGREDO: Me cambiaron de cárcel, me metieron en una cárcel incomunicado hasta de los mismos presos y, sin yo saber nada, publicaron como mío en los periódicos el documento, cosa contra la cual yo protesté enérgicamente en carta al Ministro de Asuntos Exteriores de China; [ ] carta que les envié apenas salí de la misión y me enteré del caso. Al mismo tiempo la envié directamente a diversas universidades comunistas para su mejor divulgación.

DE MIGUEL: Este tipo de persecuciones se limitó a usted.

P. SAGREDO: No señor. Por iguales motivos encarcelaron al Padre Campano y, finalmente, lo expulsaron aun antes que a mí, pues en la cárcel contrajo una enfermedad que puso en peligro su vida. Y más o menos de la misma manera han sido tratados la mayor parte de los misioneros.

DE MIGUEL: Pero al final usted fue juzgado…

P. SAGREDO: Sí, cuando se cansaron y vieron que era inútil a pesar de haberme dicho que no saldría de la cárcel mientras no declarase los crímenes que a ellos se les ocurría decer [decir] que había cometido y que ni ellos sabían, un buen día me llamaron a juicio, más o menos público, y en él me dijeron que estaba expulsado. Creí que con esto estaba todo terminado, pero faltaba el juicio solemne y el día siguiente a las diez de la mañana comparecí de nuevo ante el pueblo. Esta vez la sala de audiencia estaba llena y las cabezas asomaban por las ventanas y por los pasillos y por el patio… Cinco jueces militares, sentados con mucha prosopopeya me aguardaban. Entré en la sala y por la misericordia de Dios, sentí la misma tranquilidad que si fuera a predicar un sermón. El jefe de la policía se levantó para leer la acusación de mis crímenes, me hicieron varias preguntas que yo agradecí mucho por darme así la ocasión de dclarar una vez más explícitamente mi parecer y mi deseo de luchar hasta el fin contra la pretendida reforma comunista de la Iglesia, e inmediatamente después fui condenado a dos años de prisión, cosa que el gobierno popular por creerme demasiado indeseable y peligroso, conmutó por la expulsión perpetua del territorio chino.

DE MIGUEL: Es muy elevado el número de misioneros condenados a reclusión por el mismo procedimiento.

P. SAGREDO: De la misma manera y por idénticas razones, han sido condenados un sinnúmero de misioneros y misioneras. A principios de este año habían salido ya de China más de 1300 misioneros, quedaban en la cárcel 400, de ellos 22 obispos y los demás encerrados en sus residencias sin poderse comunicar con sus cristianos.

DE MIGUEL: Cómo han respondido los católicos chinos.

P. SAGREDO: La persecución da a conocer al verdadero cristiano como el fuego hace resaltar el oro. Cuántos ejemplos hermosos se podían relatar, pero sería cosa de nunca acabar. Algunos, sin embargo gustará al oyente. Sea el primero el de una joven de 16 años que con su padre y su hermana desde un principio se opusieron abiertamente al comunismo reformista. Cuando comenzaron las acusaciones en los periódicos contra el Misionero, vino toda emocionada a decirme: “ Padre, usted ahora irá a la cárcel, después nosotros… ¡Qué dicha! Quien nos iba a decir que al fin íbamos a tener la gracia de morir mártires…” durante mi prisión fue en efecto llamada por la policía e interrogada diversas veces. En una de ellas, después de llamarle repetidas veces perro extranjero, le preguntaron: “Pero al fin, ¿cual es tu Patria?”. Y ella respondió con mucha sencillez: “El cielo”. La echaron de mala manera y siguen persiguiéndola. Otras niñas de nuestro Colegio católico fueron igualmente llamadas y durante ocho horas interrogadas. A pesar de todo no consiguieron que hablasen contra el Misionero y mucho menos que creyeran sus ridículas afirmaciones. Nuestro profesor de chino fue igualmente encarcelado por haberme servido de secretario y pertenecer a la Legión de María. Las monjitas chinas son objeto de terrible persecución sin que jamás hayan conseguido de ellas ni que acusen a los misioneros ni que se pasen al cisma. Una vez fueron acusadas en juicio popular durante cinco horas. El día de la Inmaculada las dejaron sin comer; actualmente las tienen encerradas en “ejercicios espirituales”.

DE MIGUEL: ¿Cómo? ¿Ejercicios espirituales en el comunismo?

P. SAGREDO: ¿Es que tienen los comunistas ejercicios espirituales? Es cosa rara, pero no se extrañen de la afirmación. Los comunistas saben muy bien los medios eficaces de la iglesia para conseguir la salvación de las almas y se han propuesto imitarla. Y así lo que ellos llaman cursillos de indoctrinación que duran a veces una semana otras dos, un mes y hasta seis meses, no son más que una especie de ejercicios para imbuir las ideas comunistas. Para convencerse de ello basta ver el orden que siguen; muy de mañanita se levantan y en seguida como oración de la mañana, un canto o varios cantos al comunismo y en honor del comunismo de Stalin, a Mao-tse-tung, seguidos de vivas. A continuación gimnasia, viene el desayuno; después de una corta recreación primera conferencia que dura una o dos horas. Después de la conferencia se dividen en grupos para dicutir [discutir] los puntos tratados en la conferencia y empaparse más de ellos. Luego, en seguida el examen que deben hacer privadamente y por escrito unas veces, y otras públicamente acusándose cuanto sentían o sienten aun contra el comunismo. Por la tarde, los mismos actos. Hay capítulo de culpas y cuando alguno es más reaccionario un pequeño juicio popular y todo para ayudarle a salir de su ignorancia y hacer de él un hombre útil a la patria… ¿No será esto en verdad ejercicios espirituales como tenemos nosotros los católicos?

DE MIGUEL: Y ahora qué esperanza quedan para el porvenir.

P. SAGREDO: Ante todo no cruzarse de brazos, no hay que hacerse a la idea que porque China está en manos del comunismo se ha perdido para siempre. Muy al contrario, esto nos debe animar a preparar mejor el porvenir. En el orden material y en el espiritual.

DE MIGUEL: Que considera usted preciso para cuanto se pueda reanudar la labor misional ganar lo perdido.

P. SAGREDO: Es necesario preparar el personal que vaya a China cuando se abran las puertas para recibir de nuevo al enviado de Cristo, es necesario también prepararles los medios materiales que la Iglesia ha de necesitar para [para] comenzar de nuevo su restauración en medio de tantas ruinas.

DE MIGUEL: Es mucho lo destruido.

P. SAGREDO: El comunismo ha pasado sobre China destruyendo el trabajo de 500 años de evangelización, pero la Iglesia no muere, la semilla arrojada en el seno de la tierra brotará y dará el ciento por uno. La sangre de los mártires es semilla de cristianos… En medio de nustra pena y dolor seamos optimistas. Recemos, hagamos penitencia, reparemos… Los misioneros quedan a las puertas de China. Los Redentoristas en la colonia de Hongkong sin medio alguno acaban de comprar una casa quedándose en deudas, todo para que el mundo cristiano sepa que aunque los misioneros forzosamente obligados por el comunismo, han abandonado China, se quedan a sus puertas para poder entrar apenas se abran. Tengamos fe en las palabras de Cristo: La Iglesia no puede perecer porque está fundada sobre la roca y las puertas del infierno y los poderes satánicos, como los actuales, no podrán prevalecer contra ella.

DE MIGUEL: Muchas gracias Reverendo padre Sagredo por esta presencia en la emisora Radio Madrid, cuyas antenas han lanzado a la intimidad de los hogares españoles una visión directa del estado moral y político de la China sojuzgada por el comunismo que pretende destruir la semilla con tanto heroísmo sembrada por los misioneros, que han sido lo suficientemente fuertes de corazón para resistir la persecución a que han sido sometidos.

LOCUTOR: Y con esta conversación sostenida con el reverendo Padre Sagredo por nuestro colaborador Valentín Gutiérrez de Miguel, termina su presencia ante nuestros micrófonos este reverendo padre Redentorista que acaba de llegar a España expulsado de la China aherrojada por el comunismo ateo y despiadado.

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