miércoles, 12 de septiembre de 2012

Memorias de José María Ibarrola

José Mª Ibarrola, Sacerdote CSSR (1895-1977)
El P. José María Ibarrola (1895–1977), sacerdote redentorista nacido en Pamplona (Navarra), pertenecía en 1936 a la Residencia madrileña del Santuario del Perpetuo Socorro. Muy entusiasta, fue el que más contribuyó, como Consiliario, en el desarrollo del Centro Juvenil Mariano-Alfonsiano del Santuario del Perpetuo Socorro, integrado en la Acción Católica. Durante la persecución religiosa fue pasando de casa en casa y de cárcel en cárcel; de la Modelo fue trasladado a San Antón, de donde salió libre a mediados de diciembre de 1936. Consiguió hacerse con un carnet legal del Centro Vasco, que le otorgó libertad de movimientos, aunque no exento de peligros. Toda la Guerra la pasó en Madrid atareado en su apostolado clandestino. Durante esos años visitó a casi todos los redentoristas en sus escondites y hasta en las cárceles. En libertad, pudo averiguar cuantos datos pudieron facilitarle sobre las circunstancias en que murieron los Siervos de Dios.

Se resistió a publicar memorias, pero en el año 1965 publica este artículo en la Revista el Perpetuo Socorro a modo de memorias; en él cuenta sus aventuras en el Madrid de 1936-39. Sirva el presente artículo para presentar a otras personas que sufrieron la persecución.
 
(J.M. Ibarrola, Un redentorista en el Madrid rojo en PS (julio 1965) pp. 211- 214).
 "Me escriben pidiendo un anecdotario de aquellos tres años -36 al 39- para "El Perpetuo Socorro». La verdad; esto de escribir Memorias debe de ser para edades de 89 para arriba o para un retirado de la sociedad hábil. Y, francamente, siendo aún un chaval y queriendo dar batalla al mal en todos los campos, no me resulta. Pero en sumisión al paisanaje y de amistad, haré, a los treinta y seis años de aquel entonces, una primera confesión pública y en las mejores condiciones posibles. … ¿Salida? El lunes por la tarde, día 20, quiero recordar. Habían salido un día los enfermos; otro, los ancianos, y en esa tarde, el resto, casi todos jóvenes…  Fui a una casa cercana, en la misma calle de la Residencia; llevado, claro, pues no conocía a nadie; meterse en la boca del lobo. De paisano, la vez primera, y muy majo que iba. A la mañana siguiente, más por tonto que por valiente, por farol, volví a la Residencia, a celebrar ... Y en el atrio me detuvieron y me cachearon, asimismo por vez primera -…-. Celebré, desayuné en el comedor. iAy, qué alegría me dieron algunos de los nuestros! Decían: que vienen los requetés, están en la Sierra ...... Bueno, salí de la Residencia y en esa misma tarde tirotearon la casa y la asaltaron; desde la entrada de la casa donde me hospedaba lo vi todo. Sufrí, lloré. Y ... a capear el vendaval, Ibarrola.
P. Ibarrola (iz), Alfonso Hortelano, H. Telesforo (der) en 1936
vestidos de seglares
 "Viví en lo físico y social, a pesar de las circunstancias, según las leyes de la urbanidad. De seglar, desde luego, y flamante; señorito. Ya con anterioridad, en Utrera, y ante algunas revueltas, me había hecho el primer traje civil; mas nunca llegué a usarlo, … con mi corbata, mi gabardina. ¿Cómo estaría de dandy que en el 39, y al ir a mi casa natal; a descansar un mes, mi buena madre no me reconoció? ¡Ah!, Y afeitándome a diario, a excepción del mes que pasé detenido en la Cárcel Modelo. Al entrar nos «limpiaron» todo; y ser afeitado ... ¿por ellos? No, no. y ¡vaya entonces tío con barba! .... Al ser evacuados al interior de Madrid y llevarme a la cárcel de San Antón, fui, con todos, amigablemente «abucheado» por las ocurrencias del ingenio de Muñoz Seca, que allí «residía», y a quien pronto «sacaron» para fusilarle inicuamente. Y procedí al afeitado diario. No faltaron luego quienes me tomaron, temerosamente, por un «poli» o, en la Casa de las Oblatas, por el médico, Chorros de risa después
Si miro el aspecto económico, las pasé «moradas». Al salir de la Residencia pero a mí y a otro nos dieron 25 pesetas.... Mas luego …, las 25 rentaron hasta mayo del 39 y aún repartí beneficios en Valencia y  en Cuenca y en los Madriles… fui a Valencia en autobús de la Casa Vasca y como ¡responsable!, honor que me valió para ir todo pagado; pero, en verdad, con mucho canguelo. Allí visité a varios de los nuestros paisanos y un enfermo. Al regreso, dos veces nos asaltaron los mismos soldados rojos; pero con genio de navarro, claro y duro, se triunfó. ... Asimismo, pero en tren, realicé viaje a Cuenca, de donde me traje al Superior, anciano, hoy difunto, quien graciosamente me llamaba «nieto». En ambos viajes hice de «Rey Mago», dejando dinero a los necesitados, y luché a brazo partido, sin conseguir victoria, con «alguien», para llevármelo a Madrid y salvarle y salvar la situación fea. Al regreso de Aranjuez, me dediqué intensamente, a partir de mi salida de las cárceles, finales del 36, al campo del apostolado en todas sus fases de entonces: celebrando cada día, teniendo de compañero cariñoso, servicial, con una pinta de fraile atroz, pero al que nadie le dijo la más mínima cosa -artes de la Providencia, H. Telesforo-, llevando comuniones, bautizando, bendiciendo matrimonios, visitando enfermos, enterrando a dos de los nuestros y a religiosas y a seglares, predicando ... Conservo en un tomito, encuadernado, todas las predicaciones de horas santas, primeros viernes, festividades del año, tandas de ejercicios, retiros mensuales. Hasta me decidí a comprar una pequeña Custodia en «Plata Meneses». Después de pagarla, me pidieron unas cajetillas de cigarros, y como a la sazón me hallaba en buenas relaciones con el secretario del representante oficial de la Cruz Roja Internacional, a él me fui, y a fe que me aprovisionó bien de ellas, que luego entregué a aquellos buenos dependientes. Y llevaba mi Custodia de casa en casa, a donde previamente había dejado el Señor, y por las calles y por los tranvías, enfundada; parecía como un músico con su trompa; tal era la forma suya. Lástima que, no sé por quién, ni cuándo, ni a quiénes, fue regalada, sin contar siquiera con el interesado por el recuerdo, el cariño, el vivo interés y su historia. Por cierto que, llevando la comunión un día de mañana a unos enfermos, agarré el tranvía por los pelos y me quedé en el estribo. Oigo que me gritan: «¡Camarada!» Mudo; estaba frito por ese mote ... «¡Oye, camarada! ... » Imposible. Me avisan los vecinos y me vuelvo: «¿A ?» «Sí, a ti» «Pero ¿de cndo acá soy camarada, y de ti? ...» Sorpresas, miradas ... Pagué y ... , por si las moscas, me tiré del tranvía al amainar su marcha; pero me había desahogado a gusto
 "Mantuve relaciones con la Embajada turca, buscando cobijo para unos nuestros, sin lograrlo. Y con una sucursal de la Embajada sueca que luego fue asaltada. Por cierto que unos días antes, al salir y cruzar la esquina, me detuvieron pidiéndome la documentación. «¿Tú?», contesté. Y me enseñó su Carnet de Seguridad. «Bien -repliqué-, toma el rnío.» Era de los Vascos. Lo miró y ... «¡Salud!», exclamó. «Agur», le contesté. Estuve en varias clínicas llevando a tres de los nuestros. Y en relación con varias comunidades, de Oblatas, del Servicio Doméstico, Hermanos Hospitalarios y de las Escuelas Cristianas, Padres de los Sagrados Corazones. Magnífico su Provincial. Le ofrecieron pasar a la Zona Nacional y él, maravilloso, replicó: «Mientras quede uno de los míos, aquí quedaré ... » Y ... pasó las gordas ... Ovación al gesto. Y visité en el Ministerio de Justicia a aquel flamante cura Leocadio Lobo; me presenté como vasco y en representación de la Nunciatura, pues me sospechaba que expedía carnets legales, exigiendo raras, malas, condiciones. Y me personé en la Dirección de Seguridad a pagar cierta multa del bueno y querido abuelo, de nuestro P. Hortelano. ¿Consentir que él fuera? Anciano ... No y no. Fui y nada pasó. Salpor aquel entonces la arqueta de los restos de la hoy Beata Madre Vicenta Acuña, merced a la hermana de uno de los jóvenes de nuestro Centro Mariano alfonsiano. Y gestioné la evacuación de algunos religiosos y religiosas y de uno de los nuestros. Conspiré en un número de la calle Velázquez para el paso de «varios» que debían llevar el arsenal de fotos de tantos y tantos fusilados a la Zona Nacional; fracasó; me avisaron y no volví. En fin, recibida en la Nunciatura una carta del ministro Irujo intentando entablar «relaciones» con la Santa Sede, le contestamos dos Padres, como pamplonicas y paisanos de él, solicitando que nos enviara planes y pasaportes ... Nada. ¡Menuda suertecita la nuestra si ahubramos salido del Madrid rojo! 
 
"¿Escondido? Un solo día, el 21 de julio del 36. Mas ante aquel panorama de nervios, de encierros, logré que un socialista me falsificara la Cédula y... a la calle, al aire, a' la libertad. Y veía los desfiles, mas nunca levanté el puño, ni manos, ni nada; tuve por ello altercados; me mantuve firme. Y veía los entierros de los «mandamases de la situación. Y veía los entrenamientos de reclutas y voluntarios. Por cierto que me mondaba de risa. Luego logré un volante de' «cierto» médico, en el cual constaba que sufría de «insuficiencia mitral»: me ofrecí como «donante de sangre» y me otorgaron un carnet especial. Hasta que ya conseguí mi Carnet de Vasco, colocado en la Casa Vasca y con hoja de trabajo que exigieron por aquel entonces. Diré que, ante el soplo de un buen amigo Policía de que andaban a la caza de mis jóvenes del Centro y de su consiliario, yo me cambié mi apellido y me fui a vivir a la calle de la Montera. Salvé el piso y biblioteca del gran Beunza, vilmente fusilado. Actué de cartero; llevaba y traía cartas a través de un amigo del Consulado de Chile. Aún recuerdo que una mañana, repartiendo cartas, al saltar de un tranvía en la calle de Alcalá, me pegué una costalada sin igual y ... ¡ayl, al levantarme hallé el pantalón todo roto a lo largo de la pierna derecha. Confusión enorme. Fui corriendo a la casa de mis buenos amigos de Arturo Ruiz y a cambiarme de ropa. Salí luego «hecho todo un modelo». Y recogí en cierta mañana, de manos de un socialista, pero sensato, un paquete con «Sagradas Formas», al parecer de un convento de Chamartín que él también había invadido
 
"Contaré aquí una impresión mía. Tanto, tanto andar con personalidades que habían de llegar a obispos y favorecerles con sacrificio y cariño .... y para concluir, finales de marzo del 39. Había sostenido la batalla contra el hombre. Habían llamado mi «quinta» a filas. ¿Religioso y con los rojos? Nunca; y tomando mi Carnet Vasco borré la fecha de mi nacimiento y puse otra ... juvenil y sin compromiso; eché su gotita de aceite y ... adelante. En esto, recibo en casa una llamada de cierta comisaría. Allí me personé; Preguntas y preguntas; al final: «¿Tienes Carnet?» «Aquí está.»' Y lo entregué. ¡Ay, caballeros, qué mieditis! Y el comisario, mira que 'mirarás. Siempre pensé de él: o era un tonto o era muy buena persona. Me mandó marchar con el Carnet; pero, por si las moscas, pasé un día a salto de mata, alejado de casa, aunque en comunicación telefónica.
P. Ibarrola (der) y su amigo Arturo Ruiz
"Nos salvamos, aquel domingo por la tarde, Alfonso Hortelano y yo, del horrible bombardeo por los nacionales; en cuya fecha, y ante nuestros ojos despavoridos, cayeron las bombas sobre nuestro Santuario, causándome pena y rabia formidables

"Aguanté la tarascada de la revolución comunista como un «salsero», dicen 'por mi tierra, viéndola en la glorieta de Bilbao, rodeada de cañones y tanques y soldados; claro que, a la hora de disparar y luchar, pies en polvorosa, hasta la casa de los buenos y queridos Hortelano. ¿Iba a salir incólume al terminarse? Y al regresar aquel día de mi misa en Trafalgar, oí ruidos, alborotos, carreras ... ¡La entrada de las tropas! Y bajé hacia Argüelles y vi por vez primera, después de tres años, unos tricornios y unas tocas de Hijas de la Caridad. Luego, al oír que por Puerta del Sol desfilaban las tropas, corrí y ... ¡Lloré de emoción!, y les aclamé. Al siguiente día celebré en mi piso, con todos los ornamentos, y dispuse entraran todos los vecinos. Me contaron que al salir revestido y verme la jefa de la casa -mala hembra, ante la cual pasé como «El Vasco»-, exclamó: «¡Mira tú, y era cura!, y habíamos matado a todos ... » Nada la dije, sino darla las gracias. Luego, la Semana Santa en la Residencia, previamente preparada por mis jóvenes del Centro; y la celebré toda y con predicación, y vestido de gran paisano
"A las familias amigas e inmensamente protectoras, a mis jóvenes inolvidables y simpáticos, muchas gracias. A disposición de todos; entonces ...  J. . ITURRIAGA;
 hoy ... J. Mª. IBARROLA, Redentorista".

domingo, 26 de agosto de 2012

BEATO VICENTE RENUNCIO TORIBIO

Infancia y vocación

Vilayuda era un pequeño pueblo cercano de la Cartuja de Miraflores, también llamada La Ventilla, distante unos 4 km de la ciudad de Burgos. A finales del S. XIX, momento en el que comienza esta historia, era muy pequeño. “Sus habitantes, labradores y obreros, gente sencilla y buenos cristianos, vivían sin las perturbaciones y preocupaciones actuales. Trabajaban sus campos y cumplían fielmente los deberes de cristianos, asistían a misa, no solo los días de precepto, sino también los de labor, especialmente las mujeres. En Navidad cantaban las misas pastorelas, con varios instrumentos, que ensayaban en la casa del Sr. Párroco, hasta que fueron suprimidas. En cuaresma asistían a la iglesia, al rezo del rosario y visita de altares, al anochecer; y los domingos, además del Via – Crucis que cantaban a todo pulmón. También se cantaba la salve popular al terminar el rosario” (M. Pilar Renuncio Toribio O.S.B., Memorias sobre su familia e infancia de su hermano Vicente).

Allí vivía D. Nicasio Renuncio Manzanedo con su familia, en el número 21 de la Calle Mayor. Tiempo atrás, sus antepasados habían trabajado en el palacio que hay en el pueblo para el Conde de Villariezo; pero él se dedicaba a cultivar la tierra. Había quedado viudo a los 41 años de su primer matrimonio, de cual tenía 3 hijos; en segundas nupcias se había casado con una muchacha del vecino pueblo de Gamonal llamada Ignacia Toribio. De este matrimonio nacieron 7 hijos, de los cuales sólo 4 llegaron a la edad adulta. El ambiente de la familia era muy religioso, y de exigencia, por lo que todos procuraron estudiar.
A las 12 del mediodía del 11 de Septiembre de 1876 vino al mundo en el domicilio familiar el segundo de los varones de Ignacia. Recibió el bautismo al día siguiente en la Iglesia Parroquial del pueblo dedicada a San Vicente Mártir, con los nombres de Nicasio Vicente. Ese mismo año, el 14 de noviembre recibirá el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San Lorenzo de Burgos.

Nicasio Renuncio e Ignacia Toribio con sus hijos
(Vicente es el 2º por la izquierda de la fila trasera)
Vicente nació después de dos niños que murieron pronto; por eso su madre tuvo con él un trato especial; quiso que le llamaran Vicente para evitar confusiones como mi padre se llamaba Nicasio. Lo consagró  muy pequeño a la Sma. Virgen; el sexto sentido de la madre la hizo presentir que iba a ser hijo de predilección.
Vicente fue creciendo, se matriculó en la escuela, pero desde niño destacó por ser respetuoso, obediente y piadoso; aunque la característica que le acompañará desde su infancia hasta su muerte y por la que destacará toda su vida será la de trabajador; siempre tenía que estar haciendo algo. Aunque le costaba mucho el estudio, lo tomó con entereza y tesón.
Pronto sintió la llamada para ser sacerdote. Tocó a la puerta del seminario de Burgos y de los jesuitas. Pero conocidos los Redentoristas en la misión de Agés (Burgos), uno de los misioneros, el P. Burhel,  animó a sus padres a pedir el ingreso en El Espino, Jovenado de los Redentoristas en España. Y en esta institución fue acogido el día 13 de septiembre de 1889.
Allí estuvo seis años, mostrándose de carácter serio y muy austero. En el viaje de El Espino a Nava del Rey (Valladolid) para comenzar el noviciado, le permitieron quedarse un día en casa de sus padres. Aquella noche durmió en el suelo. No se hacía a la cama de colchón, después de varios años de dormir sobre paja. Más tarde, en el trato con la gente sencilla, durante las Misiones, sin perder su seriedad, se hizo más expansivo.

Vida como Misionero Redentorista


Vicente de misacantano
Después de un mes como postulante en la Casa-Noviciado, viste el hábito redentorista el 8 de septiembre de 1894; bajo la tutela del Maestro el P. Colloud hizo su noviciado, y profesó el 8 de septiembre de 1895.
Tras su Profesión pasó a la casa de Astorga (León) a realizar sus estudios teológicos. Para sacarlos necesitó de tesón y trabajo; pero nunca le faltaron esas características. Terminados sus estudios teológicos se ordenó de presbítero el 23 de marzo de 1901.
Su primer destino como Misionero será Nava del Rey (Valladolid). En abril de 1902 es destinado a El Espino (Burgos) y hasta 1906 será profesor y socio del Director del jovenado, el P. Marcelino Gil . El año 1909 retoma su tarea como misionero, primero en Astorga (León) y después en El Espino (Burgos). Intervino grandes misiones como la de Daroca y en la célebre de Peñacastillo con el P. Sarabia. Como misionero destacó por su bondad, sencillez y entrega a las todas las personas, especialmente a aquellas más sencillas.
Foto de la comunidad del Espino en 1909.
En 1909 vuelve de nuevo al Jovenado de El Espino como Socio del Director y profesor de materias accesorias. Para el P. Director fue una ayuda formidable: por su sencillez y cercanía se hacía querer de muchachos y por su entrega y capacidad de trabajo de sus compañeros y director.
En 1912, por sus habilidades para las cosas prácticas y administrativas es destinado a Madrid para hacerse cargo de la Revista; mantendrá esta responsabilidad hasta 1918. En ese año queda adscrito al Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid; por su carácter organizativo y liturgista y con preparación en el canto gregoriano, se hará cargo del culto de la Iglesia con el cargo de Prefecto; junto con el P. Sarabia  se responsabiliza de la catequesis del Santuario. Otro ministerio pastoral fue la de visitar a los enfermos y ancianos, por lo que muchos aún le recuerdan. Mantendrá este cargo de Prefecto de iglesia hasta 1936. Era incansable; y aunque se trabajo fundamental era el Santuario, compaginará este con algunas campañas misioneras, como la de Las Hurdes (Cáceres) de 1922.
Recuerdo de las  Misiones de las Hurdes
(Firma del P. Vicente Renuncio)
Para sus superiores fue una persona de confianza por su prudencia, humildad, sencillez y discreción como muestran las responsabilidades de gobierno que se les confió a lo largo de su vida. En 1915 es nombrado Consultor local del Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid. En 1923 va a la fundación de Carmona como admonitor y ministro. Vuelve en 1924 a Madrid, de nuevo como Consultor local. En dos ocasiones el P. Provincial  José Machiñena lo elige como acompañante en la visita canónica, en septiembre de 1933 y durante el verano de 1935.

Para los que le conocieron quedó patente su seriedad, su cercanía, su bondad, su tenacidad en el trabajo y su piedad.


 
 
Aventuras en medio de la persecución y prisión de Vicente


En el centro de la imagen, debajo de la bandera,
los PP. Renuncio (izq) y  Sarabia (der).
Publicada en Revista PS. año 1934
El 18 de julio Vicente abandonó el convento y se refugió en casa de D. Miguel Ruíz de Huidobro Ruiz, Calle San Opropio 11, 2º Der. No era el mejor escondite, por la significación política del dueño. Una de las hermanas de D. Miguel señaló sobre los días que estuvo con ellos: “Era siempre de una igualdad de carácter que se hacía querer de todo el mundo... Sobresalía por su bondad y por su deseo de no dejar la misa ni un solo día; tenía gran confianza en Dios... Todos los días rezaba con nosotros el rosario y demás oraciones”. A los pocos días hubo un registro, que pilló a Vicente fuera de casa; al enterarse del registro no quiso volver para no comprometerles.

Se hospedó en el domicilio de las hermanas Salinas, en el número 5 - entresuelo de la calle Carranza, cerca de la Glorieta de Bilbao. Al poco tiempo salió y el 24 de julio lo encontramos en la Plaza Olavide, nº 5, 2º izq., en casa de Doña Dolores Rosado, donde permanece hasta el 8 de septiembre, con algún intervalo en que fue a hospedarse a casa de una resobrina Anita Balbas casada con Tomás Barroso y domiciliados en la C. Hortaleza nº 96, 1º izq. No podía parar quieto; todos los días solía salir para celebrar la Eucaristía y ejercer el ministerio, especialmente atendiendo a enfermos; hasta que un día fue reconocido en la calle por los niños de la catequesis, ante lo cual comenzó a sentir miedo y se deshizo de su documentación.

El 11 de septiembre, después de haber superado las primeras semanas de la persecución, decidió alojarse a una pensión situada en el número 9 de la calle Malasaña. Pero sin la documentación, sin saber la dueña de quién se trataba, calló en manos de la policía en el primer registro. Fue detenido el día 17 de septiembre de 1936, y llevado a la Comisaría de Chamberí, y de allí a la Dirección General de Seguridad; y el día 18 de septiembre de 1936 ingresaba en la Cárcel Modelo, y era asignado a la galería 2ª, a la celda nº 2.

Al ingresar en la cárcel, creyendo que podría pasar desapercibido, ocultó su verdadera identidad; haciendo un juego moral, adoptó por nombre el primero de pila que nunca usó, Nicasio, el 3er y 4º apellido, Manzanedo Arnáiz. Con ello, sin faltar a la verdad, escondía su identidad usada hasta ese momento. En cuanto a su ocupación laboral, dado que había estado en la Administración de la Editorial de El Perpetuo Socorro, se presentó como dependiente de comercio.

En la celda coincidió con el abogado D. José Rumbao Conde, con el que travó una verdadera amistad; con ellos compartía la celda el canónigo de Toledo D. Agustín García Güisasola, quien escuchó al P. Renuncio en confesión y se confió al ministerio de él, y nos dejó escrito lo siguiente sobre él: “siempre afable y bondadoso, revelando una gran vida interior, prestó su ministerio a muchos presos; más de una vez hablamos del final de aquellas tristes jornadas y siempre se manifestó sereno y tranquilo”. Con ellos coincidió también el P. José Machiñena, superior de la Comunidad redentorista del Perpetuo Socorro.

Martirio del S. de Dios Vicente Renuncio

Las tropas sublevadas llegan a las puertas de Madrid, y ante el avance, el Gobierno de la República, a última hora del 6 de noviembre de 1936, abandona Madrid camino de Valencia; deja Madrid bajo la tutela de la Junta de Defensa Nacional. Reunida ésta y descubriendo el número elevado de presos por motivos políticos o religiosos que están en la Cárcel Modelo, deciden hacer algo: deciden un traslado a Valencia, que se va a verificar como una matanza masiva y organizada de los presos.

En la madrugada del 7 de noviembre, en cada Galería de la Modelo comenzaron a leer en voz alta los nombres que figuraban en una lista; se trababa de un simple traslado de presos, según dijeron a los ordenanzas. A José Rumbao, como ordenanza, fue el encargado de leerla en la Galería 2ª; entre ellos leyó “Nicasio Manzanedo Arnáiz”. Vicente se sorprendió, pero su amigo ordenanza le animó ya que sólo se trataba de un traslado de presos. El Siervo de Dios le pidió un poco de tiempo y quedarse un rato a solas con su Superior.

Vicente se confesó con el P. Machiñena, y ante él renovó los votos. Al despedirse de su amigo Rumbao le dijo: “Ya estoy preparado. Cuando usted quiera amigo. Ya no me preocupa lo que pueda suceder”. Y en voz baja añadió: “Ya me he confesado. Si voy a otra prisión, ya le escribiré. Sino, ya nos veremos en el cielo”. Al salir de la celda exclamó con ánimo resuelto: “Ofrezco mi vida por mis cohermanos de España, por toda la Congregación y por la desventurada España”. Salió de la Cárcel Modelo en la saca del 7 de noviembre. No tuvieron más noticias de él.

Fosas de Paracuellos de Jarama. Plano de época (A. Hist. Nacional, FC-CAUSA GENERAL Lg. 1526,EXP.5  p. 220)
 Con el tiempo se supo que esa expedición de  presos habían sido asesinados junto al arroyo de San José, en Paracuellos de Jarama (Madrid). Un testigo presencial nos narra lo sucedido:
“Recuerda que 2 ó 3 días después de la huída de Madrid del Gobierno Rojo en Noviembre de 1936 fue el declarante en unión de Pedro Zimorra dando escolta a Federico Manzano, para el servicio que voy a relatar: se presentaron en la Cárcel Modelo alrededor de las cuatro de la madrugada y en ella penetró Manzano. Zimorra y el declarante se quedaron en el coche fuera de la prisión. A la puerta de esta esperaban cinco autobuses del Servicio Urbano de los de dos pisos, que fueron llenándose con presos maniatados que sacaban de la prisión. Iban partiendo los autobuses a medida que estaban llenos y cuando ya había partido el último salió de la Cárcel Federico Manzano y con él marcharon Zimorra y el declarante, tras de los autobuses hasta Paracuellos de Jarama. A las primeras luces del amanecer fueron extrayendo, por tandas, los presos de cada autobús quienes seguidamente eran colocados al borde de una gran zanja abierta a la izquierda del camino” (Pablo Andújar García, Declaración jurada ante el Tribunal de la Causa General de Madrid: AHN., FF.CC., Leg. 1526, Exp. 5, pp. 57-59).
Los miembros de esta Primera saca de presos del día 7 de noviembre de 1936 fueron inhumados en zanja nº 1 del “Cementerio de los Mártires” de Paracuellos de Jarama según informa otro testigo:

"7 DE NOVIEMBRE DE 1936.- … llegó alrededor de las 9 de la mañana al “Arroyo de San José”, y vio que contra la ladera del cerro, o sea junto a la zanja número 1 del plano, había aproximadamente 200 cadáveres que presentaban señales de fusilamiento. Oyó decir allí que las víctimas procedían de la Cárcel Modelo y habían llegado a las ocho de la mañana de aquel día en autobuses de dos pisos de los del servicio público en Madrid y fusilados inmediatamente. Cuando llegó el declarante, ya no estaban allí los autobuses. Sólo vio a unos 12 ó 15 milicianos desconocidos, armados de fusil, que se dedicaban a quitar a los cadáveres lo que llevaban en los bolsillos y las mejores prendas de vestir. Entretanto, medio centenar de vecinos de Paracuellos cavaban la fosa número 1 hasta una profundidad de dos y medio metros. ... Aquella tarde enterraron en la fosa número 1 más de la mitad de los cadáveres. Los que quedaron insepultos fueron inhumados a la mañana siguiente, también en la fosa número 1, en la que recibieron tierra todos y sólo los cadáveres de la expedición allí matada  en la mañana del  anterior día 7” (Gregorio Muñoz Juan, Declaración jurada ante el Tribunal de la Causa General de Madrid; Madrid, a 24 de Septiembre de 1939: AHN., FF.CC., Leg. 1526, Exp. 5, pp. 1-4).


 
Vicente creyó que podía ocultar su identidad cambiando de nombre y profesión para pasar desapercibido en la persecución religiosa; pero no fue así. Llevaba demasiado tiempo en Madrid, más de 20 años, en una iglesia céntrica, donde estaba al frente del culto y de la catequesis; tuvo gran dedicación a la atención de enfermos; había estado relacionado con comerciantes cuando estuvo al frente de la Administración de la Editorial; era una persona demasiado conocida para ciertos sectores de Madrid. Por otro lado no podemos olvidar su porte, el de un hombre de 64 años, que desde su infancia llevaba en ámbitos eclesiásticos. Sin embargo, cuando se vio avocado ante el martirio no dudó, sino que ofreció su vida por la Congregación, la Iglesia y la paz en España.   

 
ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Vicente Renuncio Toribio

Padre, que concediste a tu Siervo Vicente vivir su vocación misionera y sacerdotal en medio de la persecución y la cárcel; y cuando se le pidió afrontar la muerte desde su fe, ofreció su vida por la Iglesia, la felicidad de sus compañeros redentoristas y la paz en España, y todo por el gran amor a Jesucristo. Te pido por su intercesión vivir la tan desprendido como él, para que también yo gaste mi vida por la felicidad de mi prójimo, la paz del mundo y todo por amor a Jesucristo, tu Hijo que vive y reina por los siglos de los siglos.
 
Otras entradas en este blogs sobre el P. Vicente Renuncio
 


viernes, 27 de julio de 2012

BEATO MAXIMO (Rafael) PEREA PINEDO

Infancia, juventud y vocación a la Vida Religiosa
A las 3 de la madrugada del día 24 de octubre de 1903 nacía el cuarto hijo de Sandalio Perea y Saturnina Pinedo en el pueblecito de Múrita, perteneciente a la Junta Municipal del Valle de Losa (Burgos). Recibió el Bautizado el mismo día 24 de octubre, recibiendo el nombre de Rafael.
La familia se dedicaba a la agricultura y tenía una profunda piedad cristiana, por lo que dio a sus hijos una sólida formación cristiana y una iniciación a la vida de piedad; como expresión de lo que se vivía en el hogar, el mayor de los hermanos, Eduardo, en septiembre de 1909 dejó el hogar familiar para prepararse como Misionero Redentorista.  Contaba Rafael contaba 8 años, recibió la Confirmación en el cercano pueblo de Orduña (Vizcaya) el 31 de marzo de 1911. Recibió la Primera Comunión  y en su pueblo se convirtió en el monaguillo indiscutible.
Iglesia de Múrita
Estando de misiones en un pueblo cercano el redentorista R.P. Aniceto Orive, lo animó a hacerse misionero. Desde entonces ya no pensó más que en ir a El Espino (Burgos), el Seminario de los Redentoristas de España, donde antes le habían precedido su hermano Eduardo y su primo Daniel Pinedo, que para entonces se encontraban ya en el noviciado. Y allí llegó un 13 de septiembre de 1915. Después de 3 años, tuvo que salir pues le costaba el estudio y tenía un grave problema de vista en tal grado que temieron que, con el tiempo, podría quedarse ciego; por eso, con gran sentimiento suyo, tuvo que volver a su casa el 8 de septiembre de 1918.
En Murita hizo de sacristán hasta que, un año después, sus padres lo llevaron a Valladolid y lo colocaron como recadero en el Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Allí se ganó las simpatías de los Hermanos, que pusieron en él las mejores esperanzas, seguros de que terminaría por quedarse con ellos.
Pero Dios le tenía preparada una sorpresa a Rafael: el 19 de febrero de 1921 se ordenaron de sacerdotes su hermano y su primo, en Astorga (León). Con esa ocasión acudió junto con su familia, y viajó desde Valladolid a Astorga; en una entrevista con su hermano neopresbítero, quedaron que este hablaría con el Prefecto para que ingresara en la Congregación del Santísimo Redentor  en calidad de Hermano coadjutor. Pronto le escribiría dándole la respuesta afirmativa. La alegría de Rafael fue inmensa, al ver colmadas sus aspiraciones de ser religioso.
Vida en la Congregación del Santísimo Redentor
Familia día de la Ordenación de su hermano y primo
Rafael llegaba a Nava del Rey (Valladolid) el día 15 de abril de 1921; llegaba a Nava del Rey (Valladolid) y el 26 de febrero de 1922 vestía el hábito Redentorista, adoptando el nombre de Máximo; bajo la dirección de su maestro, el R.P. Rafael Cavero, culminó el noviciado, profesando el 27 de febrero de 1923.
Su vida como Misionero Redentorista de desarrolló fundamentalmente en las casas de Astorga y Madrid, sirviendo a sus hermanos en los oficios de cocinero, portero, sacristán y ecónomo. Si en algo destacó fue que era un hermano servicial y habilidoso, querido en la comunidad. Después de su profesión fue destinado a la comunidad madrileña de San Miguel; en agosto de 1925 fue a El Espino (Burgos) para hacer el Segundo Noviciado, que terminó con su Profesión Perpetua el 27 de febrero de 1926.  
H. Máximo con su hermano el P. Perea
En El Espino quedó como Hermano cocinero hasta mayo de 1927. El 23 de mayo de 1927 fue destinado a la comunidad de Astorga (León) como portero, sacristán y ecónomo. Salvo unos meses en 1928 y 1929 que estará ayudando como peón de albañil en el Espino y Santander, en Astorga (León) estará hasta  junio de 1933. El 28 de junio de 1933 va destinado a Madrid, al Santuario del Perpetuo Socorro, como portero y ecónomo. En Madrid permanecerá hasta el día de su muerte.
Para cuantos le conocieron, destacó por su carácter bueno, afable y abierto, su prudencia y recto juicio  y su laboriosidad e ingenio; a esto une la abnegación, la obediencia, la modestia y la piedad.

Pasión y martirio
El H. Máximo salió de la Residencia del Perpetuo Socorro de Madrid el 20 de julio de 1936 y fue a hospedarse con el P. José Mª Urruchi, en casa de D. Roberto González Nandín, número 3 de la calle de Manuel Silvela. A los pocos días, debido al peligro que corría en la casa de Dª Emilia Alcázar el H. Pascual, se intercambió con él.
A los pocos días salió de allí, y se dirigió hacia la casa de la Sra. Ana Mª Sánchez, viuda de Montenegro en la calle Jenner, nº 5, 2º izquierda donde coincidió con el R.P. José Morán. Por estas fechas aún no conocía el miedo y salía con frecuencia a la calle, pero varios encuentros con los milicianos y le hicieron perder la serenidad. Después de un registro en la esta casa, tuvo que salir sin rumbo cierto en busca de otro refugio.
A primeros de agosto se le ocurrió llamar a la lechería de D. Juan Redondo, en el número 16 de la calle Juan de Austria. El lechero junto a su esposa, tres hijas y nietas, le dijo que podía ir, pero que entrara de modo que nadie se percatara de su presencia. Así lo hizo y allí permaneció hasta el 24 de septiembre de 1936 en que, por fallecimiento del dueño, tuvo que cambiar de refugio. En ese lugar coincidió con el P. Jorge Cámara, también redentorista.
Cuando el H. Máximo salió de aquel hogar, se hospedó ese mismo día en la pensión situada en la calle de Santa María nº 45. Allí estuvo hasta las 2 de la madrugada del 2 de noviembre, día en que se lo llevaron preso los milicianos, tal como lo precisa el dueño de la pensión, D. Federico García: “el 2 de noviembre en un registro a la pensión de los milicianos se lo habían llevado y que ya no se supo más de él”.
Junto al H. Máximo se llevaron también a un joven llamado Ángel Bellot, pero éste regresó a las 4 de la madrugada. Éste contó que fueron llevados a una Comisaría, y después a la checa de Fomento; allí fueron sometidos a interrogatorio, y  el Hermano dijo que era albañil. Pusieron en sus manos una pala y le mandaron hacer mezcla. Salió mal de la prueba. Entonces dijo que era labrador; pero no tenía manos de labrador. Por fin declaró lo que era: reliigioso. El policía, que volvió a la pensión acompañando al joven Ángel Bellot, dijo que el Hermano lo pasaría mal por haber tratado de engañarles. Nada más se supo de él.
En la mañana del día 3 de noviembre de 1936, su cadáver fue recogido en Ciudad Universitaria de Madrid. Nadie reclamó el cadáver, por lo que pasó a engrosar los listados de cadáveres sin identificar. Llevado al Anatómico forense, le practicaron dos fotografías y adjuntaron a ellas los datos del cadáver. Recientemente, mediante un estudio forense se ha podido descubrir la identidad del cadáver como perteneciente al Siervo de Dios. El Médico forense afirma que el rostro está muy desfigurado por el sufrimiento del que fue objeto y de la desnutrición propia de una persona que llevaba unos meses mal nutrido.
El cadáver fue llevado al Cementerio del Este (hoy de la Almudena) de Madrid, e inhumado el día 5 de noviembre de 1936 en la sepultura temporal situada en el cuartel 14N, manzana 39, letra E, cuerpo 13ª; fue exhumado en 1948 y vuelto a inhumar en otra sepultura temporal situada en la meseta 5ª, cuartel 1, manzana 79, nº 6.  Finalmente fue exhumado el 9 de noviembre de 1961 y conducido a Cuelgamuros, a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos (Madrid), donde descansa en la Capilla del Santísimo.

ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)

Por mediación del S. de Dios H. Máximo Perea

Padre, que llamaste a tu hijo Máximo a la vida Religioa y lo condujiste por el camino de la humildad y el servicio, te pido por su intercesión, me concedas tu espíritu de humildad para caminar en mi vida guiado por el servicio desinteresado a mis hermanos con total gratuidad. Por Jesucristo nuestro Señor.


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martes, 26 de junio de 2012

BEATO DONATO JIMÉNEZ BIBIANO, MISIONERO REDENTORISTA


Infancia y vocación
Miguel Jiménez, era un hombre que disfrutaba de una posición acomodada por el comercio que tenía; estaba casado con Brígida Bibiano, y vivían en el número 22 de la calle Casanueva de la vallisoletana villa de Alaejos, donde criaban a sus cinco hijos. Algo vino a sobresaltar la tranquilidad familiar: a las 18.00 hs. del día 21 de marzo de 1873 acogían a su sexto y último hijo, el cual recibió el Sacramento del Bautismo en la majestuosa iglesia de San Pedro, recibiendo el nombre de Donato, el día 25 de marzo, solemnidad de la Encarnación.
Pero la familia recibió un duro golpe: la pérdida del padre. Si alguien lo sufrió más, ese fue Donato, que contaba entonces con 4 años; él nos dice: “una pérdida inmensa arrebatándonos el padre, principal y puede decirse único apoyo de la familia; abandonados hubiéramos quedado si la madre secundada en parte por el hermano mayor, no hubiese sido toda  ardor para sostener la familia”.
Doña Brígida u su hija mayor se encargaron de la educación y formación religiosa del pequeño. A los 6  años recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Arzobispo de Valladolid D. Fernando Blanco y Lorenzo, el día 31 de octubre de 1879. Pero Donato era un niño muy vivo y travieso: había mañanas que se negaba ir a la escuela; también en la formación religiosa dejaba que desear, por lo que fue rechazado para recibir los sacramentos de la Confesión y 1ª Comunión.
Su carácter jovial y extrovertido, que ya le era característico desde pequeño, se mostraba en sus travesuras, algunas de ellas de mal gusto. Dejaba bastante que desear. Algo se enmendó después de hacer la primera comunión. Pero el verdadero cambio se efectuó en él con la misión predicada por los PP. Negro y Lorthioit.
Donato, que entonces andaba ya por los 14 años, no se despegaba de los Misioneros. Aquellos hombres, su palabra, su estilo de vida le llamaron tanto la atención que algo se despertó en él: la semilla del seguimiento de Cristo, que fue concretándose en su respuesta vocacional. Cuando se marcharon los misioneros cambió completamente de vida: ayudaba a misa, comulgaba los domingos, no andaba con sus antiguos compañeros de travesuras. Su mejor amigo era el sacristán de la Parroquia de San Pedro, que estaba preparándose para hacerse religioso. Y él pensó hacer lo mismo. Las travesuras y aventuras de niño las fue cambiando por la aventura de la vocación misionera.
El 2 de agosto de 1887 se celebraba la festividad de San Alfonso, fundador de los Redentoristas, coincidiendo ese año con el 2º centenario de su nacimiento. Decidió junto a otros amigos ir a la vecina villa de Nava del Rey (Valladolid) para felicitar a los misioneros: no lo pensaron mucho y junto con tres amigos, partió para allá de noche a lomos de un caballo; al llegar, tuvieron que esperar al amanecer en la puerta del Convento.
El mayor obstáculo para conseguir su objetivo fue su madre. Para ello rezó y con la ayuda de Dios, de la Santísima Virgen María y de San Alfonso, consiguió convencerla para que le dejase seguir su llamada vocacional. Ingresaba el Jovenado del Espino (Burgos) el 19 de septiembre de 1887 junto con  otros tres compañeros de Alaejos.

Vida como Misionero Redentorista

En el Jovenado de El Espino estuvo a lo largo de cinco años, donde dio muestras de ingenio. En agosto de 1892 viajó hasta Nava de Rey para hacer el noviciado, vistiendo el hábito redentorista el 8 de septiembre. Durante el noviciado tuvo una fuerte crisis personal y vocacional a causa del perfeccionismo y los escrúpulos. Vencida esta, hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1893 con el nombre de Donato José-María.  Continuó sus estudios teológicos en Astorga (León) donde destacó por su gran talento. Allí recibió las Órdenes menores y mayores, culminando con la Ordenación presbiteral el 27 de mayo de 1899 en la Capilla del Seminario Diocesano de Astorga de manos del Obispo asturicense D. Vicente Alonso Salgado.
Desde que se ordenó de sacerdote hasta su martirio éste fue su itinerario como misionero redentorista: los primeros años  es destinado a la formación, en Nava del Rey (Valladolid) como socio del P. Maestro y en El Espino (Burgos) de profesor de latín. En 1902 hace en El Espino el Segundo Noviciado; terminado este va a ser misionero el resto de su vida: en Cuenca (1902), El Espino (1904), Astorga (1907); en 1915 destinado a Pamplona (Navarra) hasta 1930; en esta comunidad además de misionero será durante tres periodos rector de San Ignacio. En 1930 es destinado de Superior a Santander, cargo que combinó con las misiones parroquiales. En junio de 1933 es destinado a Astorga como Ministro; en diciembre de 1934 es nombrado rector de Vigo y en los nombramientos de 1936 es destinado a la Comunidad madrileña de S. Miguel donde llega el 23 de junio.
Persona optimista a toda prueba, su personalidad queda bien definida en la palabra “Misionero”. Su espíritu jovial, abierto y aventurero, fueron características suyas a lo largo de toda su vida, que le llevaron a ser un gran misionero.
Pasión y muerte
Aún no llevaba un mes en Madrid, en la Residencia de San Miguel, cuando estalló la persecución religiosa. El domingo 19 de julio, Solemnidad del Santísimo Redentor para los Redentoristas, después de cenar, abandonaba la Residencia y se refugiaba en casa de su amigo y paisano D. Jerónimo Fernández Puertas, que vivía en el piso 4º del nº 8 de Cava Baja, junto a su esposa Dª Pilar López Vall y su hijo de de 22 años Leopoldo.
Allí vivió entregado al recogimiento y la oración hasta el 12 de septiembre. Sus únicas salidas eran para celebrar la Eucaristía en la Nunciatura o en el Palacio de la Cruzada. Siempre confiado, optimista, convencido de la próxima finalización de la situación. El 11 de septiembre, enterado de que se había esparcido el rumor en la vecindad de que en el nº 8 de la Cava Baja se ocultaba un fraile, contra la voluntad de su amigo, dispuesto a correr todos los riesgos, se refugió en casa de la Srta. Lola Moreno Tobarra, calle Mayor nº 59, piso 1º, encima de la Farmacia de la Reina Madre.
El 12 de septiembre se había acogido a su nuevo refugio, el 13 se presentaron los milicianos hacia el mediodía. Sabían a qué venían. Cuando dieron con el equipaje del P. Jiménez exclamaron: “Hoy ha caído un pájaro de cuenta”. Los llevaron a él y a Lola Moreno a la Checa de la calle Fomento, donde  el P. Jiménez fue encerrado en los sótanos en la celda nº 5. Según contaron sus compañeros, apenas llegó les dijo: “Señores, soy religioso redentorista. Por eso me han detenido”. En la cárcel el Siervo de Dios siguió siendo el sacerdote apóstol, ayudando a los presos, sobre todo a aquellos a quienes veía más desalentados, procurando infundirles su optimismo.

Pero su optimismo cambió después de uno de los interrogatorios. Uno de los miembros del tribunal, por las preguntas tan detalladas que le hizo sobre su vida y sobre algunos de los congregados, debía conocerle. Donato se dio cuenta posteriormente que se trataba de un ex - redentorista. Cuando salió del interrogatorio ya salió convencido de que su suerte estaba ya echada. El 16 de septiembre confesó a uno de los detenidos, Antonio Gómez Fernández, quien “aconsejado por don Jenaro se había acercado al Padre y allá junto a la ventana, mientras parecían distraídos mirando el reloj de bolsillo como contando los minutos eternos, le había abierto su conciencia sobre la que el Padre había dejado caer el calmante de sus palabras de consuelo y de perdón rubricadas por el trazo firme de una absolución  sacramental. Había hablado el ministro del Sacramento de la Penitencia; luego prosiguió el monólogo el amigo siempre optimista que sabe alentar en los trances más difíciles; y finalmente el Sacerdote-Soldado de Cristo  Redentor tomaba las previsiones por lo que pudiera suceder. ‘En este último término, hijo mío, si nos matan ya  sabemos lo que tenemos que hacer: Gritaremos con toda la fuerza ¡Viva Cristo Rey! Y entraremos en el cielo’” (Lucas Pérez, C.Ss.R., Notas manuscritas sobre la persecución sufrida por el Siervo de Dios Donato Jiménez Bibiano, pp. 8-9).
 El día 17 de septiembre, a altas horas de la noche, se oyó la voz de un miliciano en la celda: “Donato Jiménez, a declarar. Toma”. Y le dio una papeleta en blanco. Era la sentencia de muerte. El P. Jiménez no volvió a la prisión; murió la madrugada del 18 de septiembre.
Su cadáver fue encontrado en el Km. 12 de la Carretera de Francia, en el término municipal del entonces pueblo de Fuencarral; le fue hecha una fotografía, anexionada al Acta de Defunción que nos ha permitido recientemente encontrar el cadáver. En dicha Acta se recoge que en los haberes que aparecieron con el cadáver  había un “Breviarium Romanum, entre unas estampas sueltas de Santos, hay una dedicada por la Comunidad al Maestro M.R.P. Jiménez fechada en Burlada 7-8-1926, en un papel tiene las direcciones siguientes, Sr. D. José Fdez. Ruano. San Quintín 2—2. El Escorial – Sra. Dª. Francisca Yarza. Idem, un pañuelo blanco marca + S.R. D.J., un rosario y un Cristo” (Registro Civil Único de Madrid (Fuencarral), Sección 3ª, Tomo 32-30, folio 107 v). El Breviario, el rosario y el Cristo nos muestran su fidelidad a Cristo hasta la muerte; probablemente rezó la Liturgia de las Horas y el rosario incluso en la Checa.
Inhumado como hombre desconocido en el Cementerio de Fuencarral en fosa común (patio 3º, fila 6ª, sepultura nº 15, cuerpo 1º), y dado que no fue identificado, posteriormente fue exhumado y sus restos con toda probabilidad fueron a parar al osario común, ya que en el Archivo de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos (Madrid) no figura ningún hombre desconocido traído del referido Cementerio de Fuencarral (Madrid).

 ORACIÓN
(PARA USO PRIVADO)
Por mediación del S. de Dios Donaro Jiménez

Te pido Padre que, como llamaste a Donato Jiménez para poner todas sus cualidades al servicio de tu Evangelio y hacer de él un misionero de tu amor, te sirvas de igual modo de mis cualidades y defectos para que todos ellos contribuyan a anunciar tu Palabra. Por Jesucristo nuestro Señor.
 
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