DONATO JIMÉNEZ BIBIANO, MISIONERO REDENTORISTA
Miguel Jiménez, era un hombre que disfrutaba de una
posición acomodada por el comercio que tenía; estaba casado con Brígida
Bibiano, y vivían en el número 22 de la calle Casanueva de la vallisoletana
villa de Alaejos, donde criaban a sus cinco hijos. Algo vino a sobresaltar la
tranquilidad familiar: a las 18.00 hs. del día 21 de marzo de 1873 acogían a su
sexto y último hijo, el cual recibió el Sacramento del Bautismo en la
majestuosa iglesia de San Pedro, recibiendo el nombre de Donato, el día 25 de
marzo, solemnidad de la Encarnación.
Pero la familia recibió un duro golpe: la pérdida del
padre. Si alguien lo sufrió más, ese fue Donato, que contaba entonces con 4
años; él nos dice: “una pérdida inmensa arrebatándonos el padre, principal y
puede decirse único apoyo de la familia; abandonados hubiéramos quedado si la
madre secundada en parte por el hermano mayor, no hubiese sido toda ardor para sostener la familia”.
Doña Brígida u su hija mayor se encargaron de la educación
y formación religiosa del pequeño. A los 6
años recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Arzobispo de
Valladolid D. Fernando Blanco y Lorenzo, el día 31 de octubre de 1879. Pero Donato
era un niño muy vivo y travieso: había mañanas que se negaba ir a la escuela;
también en la formación religiosa dejaba que desear, por lo que fue rechazado
para recibir los sacramentos de la Confesión y 1ª Comunión.
Su carácter jovial y
extrovertido, que ya le era característico desde pequeño, se mostraba en sus
travesuras, algunas de ellas de mal gusto. Dejaba bastante que desear. Algo se
enmendó después de hacer la primera comunión. Pero el verdadero cambio se
efectuó en él con la misión predicada por los PP. Negro y Lorthioit.
Donato, que entonces andaba ya por los 14 años, no se
despegaba de los Misioneros. Aquellos hombres, su palabra, su estilo de vida le
llamaron tanto la atención que algo se despertó en él: la semilla del
seguimiento de Cristo, que fue concretándose en su respuesta vocacional. Cuando
se marcharon los misioneros cambió completamente de vida: ayudaba a misa,
comulgaba los domingos, no andaba con sus antiguos compañeros de travesuras. Su
mejor amigo era el sacristán de la
Parroquia de San Pedro, que estaba preparándose para hacerse
religioso. Y él pensó hacer lo mismo. Las travesuras y aventuras de niño las
fue cambiando por la aventura de la vocación misionera.
El 2 de agosto de 1887 se celebraba la festividad de San
Alfonso, fundador de los Redentoristas, coincidiendo ese año con el 2º
centenario de su nacimiento. Decidió junto a otros amigos ir a la vecina villa
de Nava del Rey (Valladolid) para felicitar a los misioneros: no lo pensaron
mucho y junto con tres amigos, partió para allá de noche a lomos de un caballo;
al llegar, tuvieron que esperar al amanecer en la puerta del Convento.
El mayor obstáculo para conseguir su objetivo fue su madre.
Para ello rezó y con la ayuda de Dios, de la Santísima Virgen María y de San
Alfonso, consiguió convencerla para que le dejase seguir su llamada vocacional.
Ingresaba el Jovenado del Espino (Burgos) el 19 de septiembre de 1887 junto
con otros tres compañeros de Alaejos.
Vida como Misionero Redentorista
En el Jovenado de El Espino estuvo a lo largo de cinco
años, donde dio muestras de ingenio. En agosto de 1892 viajó hasta Nava de Rey
para hacer el noviciado, vistiendo el hábito redentorista el 8 de septiembre.
Durante el noviciado tuvo una fuerte crisis personal y vocacional a causa del
perfeccionismo y los escrúpulos. Vencida esta, hizo su profesión religiosa el 8
de septiembre de 1893 con el nombre de Donato José-María. Continuó sus estudios teológicos en Astorga
(León) donde destacó por su gran talento. Allí recibió las Órdenes menores y
mayores, culminando con la Ordenación presbiteral el 27 de mayo de 1899 en la
Capilla del Seminario Diocesano de Astorga de manos del Obispo asturicense D.
Vicente Alonso Salgado.
Desde que se ordenó de sacerdote hasta su martirio éste fue
su itinerario como misionero redentorista: los primeros años es destinado a la formación, en Nava del Rey
(Valladolid) como socio del P. Maestro y en El Espino (Burgos) de profesor de
latín. En 1902 hace en El Espino el Segundo Noviciado; terminado este va a ser
misionero el resto de su vida: en Cuenca (1902), El Espino (1904), Astorga
(1907); en 1915 destinado a Pamplona (Navarra) hasta 1930; en esta comunidad
además de misionero será durante tres periodos rector de San Ignacio. En 1930 es
destinado de Superior a Santander, cargo que combinó con las misiones
parroquiales. En junio de 1933 es destinado a Astorga como Ministro; en
diciembre de 1934 es nombrado rector de Vigo y en los nombramientos de 1936 es
destinado a la Comunidad madrileña de S. Miguel donde llega el 23 de junio.
Persona optimista a toda prueba, su personalidad queda bien
definida en la palabra “Misionero”. Su espíritu jovial, abierto y aventurero,
fueron características suyas a lo largo de toda su vida, que le llevaron a ser un
gran misionero.
Pasión y muerte
Aún no llevaba un mes en Madrid, en la Residencia de San
Miguel, cuando estalló la persecución religiosa. El domingo 19 de julio,
Solemnidad del Santísimo Redentor para los Redentoristas, después de cenar,
abandonaba la Residencia y se refugiaba en casa de su amigo y paisano D. Jerónimo
Fernández Puertas, que vivía en el piso 4º del nº 8 de Cava Baja, junto a su
esposa Dª Pilar López Vall y su hijo de de 22 años Leopoldo.
Allí vivió entregado al recogimiento y la oración hasta el
12 de septiembre. Sus únicas salidas eran para celebrar la Eucaristía en la Nunciatura o en el
Palacio de la Cruzada. Siempre confiado, optimista, convencido de la próxima
finalización de la situación. El 11 de septiembre, enterado de que se había esparcido
el rumor en la vecindad de que en el nº 8 de la Cava Baja se ocultaba un
fraile, contra la voluntad de su amigo, dispuesto a correr todos los riesgos,
se refugió en casa de la Srta. Lola Moreno Tobarra, calle Mayor nº 59, piso 1º,
encima de la Farmacia de la Reina Madre.
El 12 de septiembre se había acogido a su nuevo refugio, el
13 se presentaron los milicianos hacia el mediodía. Sabían a qué venían. Cuando
dieron con el equipaje del P. Jiménez exclamaron: “Hoy ha caído un pájaro de
cuenta”. Los llevaron a él y a Lola Moreno a la Checa de la calle Fomento,
donde el P. Jiménez fue encerrado en los
sótanos en la celda nº 5. Según contaron sus compañeros, apenas llegó les dijo:
“Señores, soy religioso redentorista. Por eso me han detenido”. En la cárcel el
Siervo de Dios siguió siendo el sacerdote apóstol, ayudando a los presos, sobre
todo a aquellos a quienes veía más desalentados, procurando infundirles su
optimismo.
Pero su optimismo cambió después de uno de los
interrogatorios. Uno de los miembros del tribunal, por las preguntas tan
detalladas que le hizo sobre su vida y sobre algunos de los congregados, debía
conocerle. Donato se dio cuenta posteriormente que se trataba de un ex -
redentorista. Cuando salió del interrogatorio ya salió convencido de que su
suerte estaba ya echada. El 16 de septiembre confesó a uno de los detenidos,
Antonio Gómez Fernández, quien “aconsejado por don Jenaro se había acercado al
Padre y allá junto a la ventana, mientras parecían distraídos mirando el reloj
de bolsillo como contando los minutos eternos, le había abierto su conciencia
sobre la que el Padre había dejado caer el calmante de sus palabras de consuelo
y de perdón rubricadas por el trazo firme de una absolución sacramental. Había hablado el ministro del
Sacramento de la Penitencia ;
luego prosiguió el monólogo el amigo siempre optimista que sabe alentar en los
trances más difíciles; y finalmente el Sacerdote-Soldado de Cristo Redentor tomaba las previsiones por lo que
pudiera suceder. ‘En este último término, hijo mío, si nos matan ya sabemos lo que tenemos que hacer: Gritaremos
con toda la fuerza ¡Viva Cristo Rey! Y entraremos en el cielo’” (Lucas Pérez,
C.Ss.R., Notas manuscritas sobre la
persecución sufrida por el Siervo de Dios Donato Jiménez Bibiano, pp. 8-9).
El día 17 de
septiembre, a altas horas de la noche, se oyó la voz de un miliciano en la
celda: “Donato Jiménez, a declarar. Toma”. Y le dio una papeleta en blanco. Era
la sentencia de muerte. El P. Jiménez no volvió a la prisión; murió la
madrugada del 18 de septiembre.
Su cadáver fue encontrado en el Km. 12 de la Carretera de Francia, en
el término municipal del entonces pueblo de Fuencarral; le fue hecha una
fotografía, anexionada al Acta de Defunción que nos ha permitido recientemente
encontrar el cadáver. En dicha Acta se recoge que en los haberes que
aparecieron con el cadáver había un “Breviarium
Romanum, entre unas estampas sueltas de Santos, hay una dedicada por la Comunidad al Maestro
M.R.P. Jiménez fechada en Burlada 7-8-1926, en un papel tiene las direcciones
siguientes, Sr. D. José Fdez. Ruano. San Quintín 2—2. El Escorial – Sra. Dª.
Francisca Yarza. Idem, un pañuelo blanco marca + S.R. D.J., un rosario y un
Cristo” (Registro Civil Único de Madrid (Fuencarral), Sección 3ª, Tomo 32-30,
folio 107 v). El Breviario, el rosario y el Cristo nos muestran su fidelidad a
Cristo hasta la muerte; probablemente rezó la Liturgia de las Horas y el
rosario incluso en la Checa.
Inhumado como hombre desconocido en el Cementerio de
Fuencarral en fosa común (patio 3º, fila 6ª, sepultura nº 15, cuerpo 1º), y
dado que no fue identificado, posteriormente fue exhumado y sus restos con toda
probabilidad fueron a parar al osario común, ya que en el Archivo de la Abadía
de la Santa Cruz del Valle de los Caídos (Madrid) no figura ningún hombre
desconocido traído del referido Cementerio de Fuencarral (Madrid).
(PARA
USO PRIVADO)
Por
mediación del S. de Dios Donaro Jiménez
Te pido Padre que, como llamaste a Donato Jiménez para poner todas sus cualidades al servicio de tu Evangelio y hacer de él un misionero de tu amor, te sirvas de igual modo de mis cualidades y defectos para que todos ellos contribuyan a anunciar tu Palabra. Por Jesucristo nuestro Señor.
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